PAGINAS Y RECORTES

martes, 19 de mayo de 2009

"Insolentísimo señor Presidente"

Señor
Hugo Chávez Frías,
Presidente de la República Bolivariana de Venezuela.
Su despacho

Me dirijo a usted en esta ocasión para reiterarle mi admiración ya que, a medida que pasa el tiempo, no deja de sorprendernos con sus múltiples habilidades artísticas, deportivas e intelectuales, las que saca a relucir, de tanto en tanto, con la facilidad con que el gran David Copperfield sacaría un conejo de su sombrero.

Pareciera ser usted un multifacético ente privilegiado, un piélago de cultura, la cual derrama sobre su amado pueblo, que vive dando tumbos en la nebulosa de la ignorancia.

Recuerdo haber visto, hace algún tiempo, un video con unas escenas en las que aparece usted como actor en una obra de teatro, en su juventud, haciendo el papel de un prócer cuyo nombre no recuerdo. Lástima que no siguiera la carrera de las tablas, ya que con sus dotes histriónicas (nunca se sabe), seguramente hubiese sido hasta nominado para un Oscar.

También le he visto disfrutar disfrazado de jugador de beisbol, lanzando una bola con la maestría y fuerza con que lo hubiese hecho la buena Madre Teresa de Calcuta. Lástima también que no haya seguido por esa senda, ya que con toda seguridad hubiese llegado a opacar al mismísimo George Herman Ruth, más conocido como " Babe Ruth".

En otra ocasión, cuando le dio por la vena del amor, nos sorprendió diciéndonos por televisión: "Por amor al árbol me hice pintor". Pero, que yo recuerde, nunca he sabido de alguna exposición suya. Pero si con lo de hacerse pintor se refiere al cuadrito-bodrio ese que hizo desde la ventana de su celda, dejémoslo de ese tamaño y no se hable más del asunto. Aunque creo que usted si tiene alma de pintor, porque a toda Venezuela, que confió en sus promesas, le ha pintado usted la paloma más grande de la historia. Ni Miguel Ángel lo hubiese hecho con más arte.

Por si esto fuera poco, a través de estos años de desgobierno, y con gran desenfado de su parte, ha ofendido nuestros tímpanos con sus canciones, las cuales han sido ovacionadas por su público de pinnípedos bien amaestrados y mejor asalariados, que deben escucharle y soportarle como a un auténtico Nerón del siglo XXI. No sé en qué quedó el famoso CD de rancheras que iba a editar, y en cuya portada aparecía su efigie con un traje de charro. Menos mal que no salió a la venta ya que, posiblemente, su gorjear hubiese sido motivo para que se suicidara Vicente Fernández, o que se revolcara de envidia en su tumba el inolvidable Jorge Negrete. (¡Grammy, Grammy! ¿Dónde estás que no miras hacia Venezuela?)

Pero su erudición no llega hasta ahí; ahora nos ha anunciado que dentro de muy poco, en un periódico de la capital, aparecerá publicada una columna escrita por usted. Se llamará "Las líneas de Chávez". ¡Qué bien, presidente! ¡Échele p´alante! ¡Usted puede! ¡Haga que Horacio, Shakespeare, Cervantes y Dante Alighieri se levanten de sus sepulcros para felicitarlo!

¡Cuánta sapiencia encerrarán esas líneas! No sabe el bien que le hará a este país de ignorantes el leerlas. Porque usted ha aportado a la Real Academia Española de la Lengua, no un grano de arena, sino verdaderas dunas, con nuevas palabras.

Recuerdo aquella vez, en la Misión Robinson, cuando en una clase magistral ante el país creó, como por arte de magia, el verbo "adquerir". ¡Oh, portento! O, en esa ocasión, cuando se refería a las hojas de coca que le enviaba su amigo, el genuflexo indiecito sureño, dijo que no era droga, sino servían para elaborar "dentríficos". Y ni qué decir cuando hace unos días frente a todo el país, en el estado Carabobo, escribió en una pizarra la palabra "felisidad". Aunque quizás usted, que para todo tiene una respuesta, diría: - "Pero estos apátridas no esperan a que se seque la tinta". ¡Oh, iluminado! Palabras como "espionar", "estiercolero" e "in fragante" son las que enriquecen el vocabulario nuestro de cada día, gracias a su aporte.( ¡Qué falta de ignorancia!, diría Cantinflas).

Es por esa razón que no me sorprendería que, el día menos pensado, a través de sus interminables e insufribles cadenas anunciara, entre su verba incendiaria, que va a incursionar en el campo del ballet clásico. No sabe el orgullo que sentiríamos los venezolanos al tener a un presidente émulo de Rudolf Nureyev, a quien quizás hasta supere, interpretando el "pas de deux" junto a su Ministra de Industrias Ligeras y Comercio, María Cristina Iglesias. Si, la misma con la cual usted se iba a bañar en las cristalinas aguas del río Guaire.

Usted se considera el dueño de este país, el rey. Si, es el rey, pero del engaño, de la mentira y el cinismo. Porque hay que tener la cara muy dura para decir que en nuestro país la inflación es igual a cero; y que ya no hay niños durmiendo en la calle. ¿Será porque ahora duermen en la acera? Y ni que decir acerca de sus diatribas dirigidas a lavarle la materia fecal (que no gris) a sus seguidores. Hace unos días gritaba como un poseso: - ¡Todo el que esté contra Chávez está contra la patria! (Sic). ¿Es que realmente piensa que usted ES la Patria? No me extrañaría que antes de acostarse se mire en el espejo y piense: - ¡Qué grande soy, Dios es un pendejo a mi lado!

Siempre se ha dicho que no hay nadie perfecto. Pero pienso que esto es una equivocación; usted es perfecto. Sí, un perfecto patán. Y lo que es peor, un patán enfermo, con dinero y con el poder que otorga el dinero ROBADO. Enfermo de poder y de odio, por quizás qué recónditos motivos de sucesos acontecidos en su niñez, si es que la tuvo. Y ese tipo de patán es el más peligroso, más aún que un mono con una pistola cargada porque, al revés de los hombres sabios, que no dicen lo que saben, usted no sabe lo que dice. Arenga a la chusma, al lumpen proletariado con el cual se identifica a las mil maravillas porque de allí viene, e insulta a altos dignatarios de la Iglesia, a gente culta y de bien, por el sólo hecho de no estar de acuerdo con su insana manera de pensar.

Dicen que la ignorancia es atrevida, por lo que me voy a atrever a aportar también con un término nuevo que, en este caso, podría ser aceptado por la RAE. Y es que a usted, en vez de nombrarle "excelentísimo señor Presidente" deberían llamarle "Insolentísimo señor Presidente". En fin, si no fuera todo esto tan trágico, podría decirse que es hasta divertido.

De usted, atentamente

Carlos Salas-Ponce