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lunes, 15 de febrero de 2010

El mundo al revés // Por: Carlos Blanco

Carlos Blanco // Tiempo de Palabra

"Pareciera que le descubrieron el truco a este Melquíades sin encanto"
El mundo al revés
Por este rincón se sospecha que una de las fuentes más persistentes para la deslegitimación del régimen actual es su incurable esquizofrenia. La semana pasada se abordaron algunas, ahora convendría señalar otras. Un personaje que se precia de estratega se encuentra sumergido en una charca tan espesa que cuando pretende sacar una extremidad solo alcanza hundir la otra. Cuando el hombre anda suelto, de su cuenta, sin ninguna contención a su gesto y a su germanía, comete pifias gloriosas. "¡Exprópiese!", "¡Ejecútese!", "¡Persígase!", "¡Muélase!", "¡Aprisiónese!" Es un mandato, inmediato, porque adentro, en el lugar en el cual la vejiga se llena de tabaco y las gónadas de voluntad, así se ha decidido. ¿Asesoría para el caudillo? ¿Reflexión en torno a una mesa? No; para nada. Es la voluntad convertida en acto imperial. Es un cuerpo pegado a una lengua autónoma que alcanza velocidad de crucero ante el estímulo de una cámara, un micrófono y una piara de próceres cívico-militares que, en el momento en que el jefe perora, se miran unos a otros perplejos para después al unísono gritar: "¡Qué grande sos Perón!"

No es loco, aunque sus parciales lo consideren de tal modo. Sus impromptus son funcionales a su rol, al reafirmar la concentración de poder en el líder. O, dicho de otro modo, sus chifladuras forman parte del ejercicio del mando supremo. Ya que no puede haber revolución, entonces hay locura, extralimitación, exceso, grosería, voluntarismo, malandrería, apocalipsis e impudicia. La idea según la cual las revoluciones producen locos geniales se ha torcido y degradado hasta un punto en que estos personajes piensan que la cosa es al revés: los locos producen revoluciones.

Los cubanos miran al régimen en el contexto internacional y tratan de cuidar los efectos que hacia el exterior, sobre todo hacia las magras finanzas castristas, tiene la acción del caudillo venezolano. Los cubanos han llegado al punto Omega de la revolución; dada su historia guerrillera, aguerrida, homicida y verde-olivo, ahora han adquirido el derecho a realizar negocios sin que su incursión en el capitalismo signifique traición. Todo sea por la supervivencia revolucionaria. Las otras fuentes de estrategia son personajes como José Vicente Rangel, en su papel de Marciano, y Guillermo García Ponce desde VEA, los cuales procuran un aplastamiento de cualquier forma de disidencia. Son los que muestran cómo aniquilar al enemigo; le muestran la pista a un gobierno enloquecido que no alcanza a ver por sí mismo. En este marco, las incongruencias prosperan.
¡Ahórrese Electricidad!
En Venezuela se ha confiscado el pasado (desde el día de la muerte del Libertador todo se pudrió hasta la llegada de este regalito de los dioses que hoy gobierna) y el futuro es un imposible porque se le eliminan sus bases de existencia. Todo es presente y está ahogado en el ruido interminable del discurso presidencial. Como el pasado es purulento y el futuro no llega, la principal consecuencia es que nada puede ser continuado (el pasado es malo y el futuro impracticable), por lo tanto, conceptos como invertir, ahorrar, mejorar, programar, planificar, deben desterrarse. El futuro se vuelve imposible porque sus bases materiales tienden a ser minadas sin misericordia. La idea de invertir requiere ahorrar, y ahorrar va de la mano con la idea de tener hoy más que ayer, y mañana más que hoy.

El Gobierno propone a la comunidad que la solución para el problema de la electricidad en la coyuntura, ya que no se invirtió a tiempo, debe ser el ahorro energético. Mensaje apropiado solo que choca con el asedio que sufren los venezolanos por parte de funcionarios del régimen, quienes piensan que ahorrar, tener, adquirir, incrementar el patrimonio es intolerable vicio contrarrevolucionario.

El régimen sostiene una prédica contra el consumismo. Comunismo vs consumismo pareciera ser el dilema mortal en cuyos filos se deslizan las cabezas de los ciudadanos. Los centros comerciales son objeto de especial odio por parte de los comisarios del pueblo. Se supondría que, entonces, guardar el dinero, impedir que se gaste y desgaste sería una misión esencial de cualquier venezolano. Como los habitantes del país no son zonzos, cuando pueden, tratan de escapar de la inflación mediante el ahorro en dólares, a través de instrumentos que el propio gobierno ha facilitado. Inmediatamente aparece desde otro ministerio la guadaña oficial para impedirlo.

En la práctica, el régimen prohíbe aquello que dice estimular (el ahorro), mientras estimula aquello que dice prohibir (el consumo), porque la única manera de no terminar arruinado por la inflación es consumir ahora los recursos que de otro modo se devaluarán.

Genio y Figura. El chavismo de a pie observa, silencioso. Cuando un camarada se siente confiado o, simplemente, se vuelve locuaz al calor de una íntima celebración, aflora el descontento. El antiguo modesto líder, no por hablachento dejaba de ser recatado, pero la riqueza ajena, la del Estado y de los venezolanos, lo enfermó. Los anillos de seguridad para prevenir posibles magggggnicidios son también un recurso para el ocultamiento de un modo de vida que no se parece en nada al que tuvo y al que, posiblemente, le espera. Ese lujo de magnate al cual se añade el empleo del disfraz de Raúl Castro -con gorrita incorporada-, mientras se proclama la austeridad, es una contradicción intragable por la gente de la calle.

El entorno le consiente estas zanganerías como un mecanismo para obtener el poder y los proventos que busca. Mientras este viejo compañero de curso en el Cendes, Jorge Giordani, quiere castigar al que no se aviene a la idea de la revolución como sinónimo de pobreza y ruina, el jefe del enjambre rojo se exhibe como un opulento jeque que dispone del bien ajeno como propio y que hace política de Estado la malversación.

Lo que resulta ininteligible es por qué los únicos que pueden salir de abajo son los antiguos "luchadores sociales", moviéndose en tropel hacia el odiado "Este de Caracas", mientras el venezolano común se enfrenta a los cerrados criterios de los monjes locos que pagan rencores y complejos al impedir las mismas aspiraciones a los demás.

El Truco. Pareciera que la mayoría de los venezolanos le ha descubierto el truco a este Melquíades sin encanto. Si él vive como un rico, ¿por qué los demás, sin aspirar a su boato, no pueden ahorrar, invertir y consumir sin ser perseguidos? ¿Por qué si él, sin haber trabajado nunca -ni antes ni ahora-, se convirtió en el dueño de la hacienda que es el país, no puede tolerar la propiedad ejercida por los demás? ¿Por qué procura la pobreza ajena y ha huido de la propia?

Jorge, escucha, si dejaras de odiar lo ayudarías a comprender.