Enrique Prieto Silva
Viernes, 30 de abril de 2010
No podemos salir de asombros en este desastroso gobierno. Si a alguien  se le ocurrió pensar que con un militar (cualquiera) podíamos resolver  el drama democrático de las dos décadas últimas del siglo pasado, no hay  tiempo para esperar que se baje de su nube, porque lo que está  ocurriendo en Venezuela, es el resultado de de una enmienda educativa,  torcida desde que a alguien se le ocurrió la idea de integrar gabinetes y  cursos universitarios con cualquier “intelectual” cuyo currículo  incluyera bondadosos estudios de las últimas teorías del desarrollo y de  planificación. 
Quienes por esos destinos de la vida nos vimos involucrados en  esas teorías, tenemos que lamentar la desidia de los altos ejecutivos de  las empresas públicas y privadas, cuando su orgullosa ceguera los llevó  a considerar nuestros conocimientos como groseras vibraciones en los  cambios culturales, que venían a envenenar nuestras mentes para  confundir la ciencia para entonces aplicada. Algo así, como golosinas  para engrosar el vocabulario. Nunca, con sus excepciones, llegaron a  entender, que el mundo girando como una globalidad, venia cambiando  aceleradamente las formas anquilosadas de manejar el gobierno y la  gerencia empresarial. Principalmente, las formas de producir bienes y  servicios, que poco cambio habían tenido desde los inicios de la  revolución industrial y el manejo ciego del Estado gendarme o policial  que se había imbuido en la liberalidad. 
Sin dudas, la mente empresarial, que venía siendo asumida por el  Estado capitalista, cuya vertiente socialista mal entendida por los  orbitantes del  Este en la Guerra Fría, trataron de imponerla a trocha y  moche con las “revoluciones” que a la larga fracasaron bajo el manto de  la llamada “izquierda”. En Venezuela, bajo engaño a Chávez, asume el  mando gerencial, donde militares activos y retirados, asumidos por su  supuesta posición meritoria, se convoyan con un rezago de viudas de la  izquierda revoltosa de los 60’, quienes no habiéndose percatado de la  caída del Muro de Berlín, ni de la desintegración de la UURRSS,  valiéndose del sin sentido “por ahora” y de la ignorancia de Chávez, se  unen a su estúpida idea de seguir el ejemplo que “Fidel Castro” dio. Fue  y es una lucha tonta por querer implantar una sandez que han llamado  “socialismo del siglo xxi”, con el que tratan de imponerle normas  políticas desfasadas para regir el sistema económico del Estado. 
El maltrecho empirismo con que se ha manejado este fatídico  gobierno, ha conducido al país a la ruina económica, con el incremento  de la miseria cultural e ideológica, cada vez más cercano al infortunio  cubano. Bien lo dijo Raúl Castro: “Venezuela y Cuba son la misma cosa”.  Pero es sorprendente la intelectualidad del personaje que cubriera hasta  hace poco el ministerio de Planificación, Haiman El Trodi. En la onda  de lo que exponemos, pareciera que El Troudi estuviera siguiendo la  bibliografía de Chávez, para atreverse a proponer “el monopolio del  Estado para 36 sectores”, que dicho sea de paso, no califican como tal.  En realidad es una amalgama histriónica de elementos o componentes de  los verdaderos sectores: económico, social y político, que más bien  parecieran ítems en una lista de mercado. Ya vendrán a decirnos que El  Trouidi es Mgs. en ciencias económicas o administrativas. Entonces le  diremos, que regrese a la Universidad para que le enseñen, si no lo  estudió, todo lo relativo a la Planificación económica y administrativa,  que por su planteamiento entra en colisión con la social, y con las  modernas teorías socioeconómicas, que aún cuando dejan al Estado su  planificación, en ningún momento lo llevan a entender, como él lo  entiende, como un monopolio. El control que si debe ejercer el Estado en  el desarrollo de estas actividades que él llama sectores, debe hacerlo  mediante el desarrollo de leyes compatibles, si no existen, que le  permitan el control del sector privado empresarial en la ejecución de  actividades, dentro de las fases de la planificación, que pudieran poner  en peligro o riesgo recursos del Estado, que son de utilidad pública y  están protegidos por la ley. 
Un verdadero gobierno, dentro de un Estado democrático y social  de Derecho y de Justicia como el nuestro, no puede proponer monopolios,  distintos a las reservas ya existentes regulados por la ley, porque ello  choca con los principios constitucionales que dan libertad de trabajo y  de empresa. Pareciera que el señor El Troudi creyera prudente saltarse  la Constitución para ayudar a aumentar el cementerio de empresas que  desde hace mucho tiempo han venido fracasando por el mal manejo del  Estado. Los ejemplos son obvios. 
El artículo 112 de la CRBV establece que: “Todas las personas  pueden dedicarse libremente a la actividad económica de su preferencia,  sin más limitaciones que las previstas en esta Constitución y las que  establezcan las leyes, por razones de desarrollo humano, seguridad,  sanidad, protección del ambiente u otras de interés social. El Estado  promoverá la iniciativa privada, garantizando la creación y justa  distribución de la riqueza, así como la producción de bienes y servicios  que satisfagan las necesidades de la población, la libertad de trabajo,  empresa, comercio, industria, sin perjuicio de su facultad para dictar  medidas para planificar, racionalizar y regular la economía e impulsar  el desarrollo integral del país”. Igualmente, el artículo 113 establece: “No se permitirán monopolios…”  , “el Estado adoptará las medidas que fueren necesarias para evitar los  efectos nocivos y restrictivos del monopolio, del abuso de la posición  de dominio y de las demandas concentradas, teniendo como finalidad la  protección del público consumidor, de los productores y productoras y el  aseguramiento de condiciones efectivas de competencia en la economía.  Cuando se trate de explotación de recursos naturales propiedad de la  Nación o de la prestación de servicios de naturaleza pública con  exclusividad o sin ella, el Estado podrá otorgar concesiones por tiempo  determinado, asegurando siempre la existencia de contraprestaciones o  contrapartidas adecuadas al interés público. La ley es clara, El Estado  tiene atribuciones para la explotación de algunos recursos, pero sería  un absurdo considerar como viable o válida la propuesta de este ex  ministro. 
