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miércoles, 28 de julio de 2010

La Gran Colombia en sospecha…// Por: René Núñez // PORTACHUELO



PORTACHUELO
                                                         Por: René Núñez (*)
   La Gran Colombia en sospecha…
  El alma del libertador no debe estar muy a gusto con los herederos políticos históricos de su obra libertaria. Justo cuando se celebra los 200 años de independencia bolivariana, por cierto, festejada por separado y de manera distinta por los gobiernos de Uribe y de Chávez, ocurre lo inesperado e impensable: la ruptura de relaciones totales entre ambos gobiernos por decisión de Chávez como respuesta a la denuncia hecha por el gobierno colombiano ante el Consejo Permanente de la OEA informando  la presencia en territorio venezolano de 1.500 guerrilleros y altos jefes de la FARC y del ELN.
  Otro evento histórico bolivariano divisionista. Lo hizo Páez cuando decidió la separación de Venezuela de la Gran Colombia; ahora Chávez lo hace rompiendo relaciones diplomáticas, a pocas horas de la inhumación de los restos de Bolívar en el panteón nacional.
  Ahora bien, concentrándonos en el tema, Colombia tiene más de 50 años encarando una guerra faraca cuyos resultados son hartos conocidos: miles de muertes inocentes, miles de desplazados, severos problemas económicos y de seguridad ciudadana.  La alianza de la guerrilla con el narcotráfico potenció y fortaleció la lucha irregular hasta tal punto que en los primeros cuarenta años puso al Estado colombiano a la defensiva; impotente, porque de alguna manera parte de la estructura del estado fue penetrada por la guerrilla y el narcotráfico.
 Con la llegada de Álvaro Uribe al poder hace once años, no hay duda, las guerrillas han estado sufriendo derrotas importantes, diezmando su capacidad operativa y de logística; altos dirigentes de la cúpula guerrillera han muerto; después de tener una tropa de mas de 15 mil guerrilleros, hoy apenas llegan a 8.000; y ahora son ellos los que están a la defensiva y no les ha quedado alternativa que refugiarse en la vecindad territorial; se recuerda el ataque por sorpresa llevado a cabo por el Ejército colombiano al campamento de Raúl Reyes, número 2 de la FARC, en territorio ecuatoriano, pereciendo éste en la emboscada militar; en esta operación fue encontrado el computador de Reyes con valiosa información de las actividades insurreccionales del grupo.
  La victoria reciente de Juan Manuel Santos como nuevo presidente de Colombia con el 70% de los votos, se atribuyó fundamentalmente al éxito de la política de seguridad ciudadana de Uribe, bajo la conducción de Santos al frente del ministerio de la defensa.
   Bajo la presidencia de Santos, Colombia seguirá adelante con su estrategia militar y diplomática para derrotar en definitiva a ese flagelo y binomio destructor que representa guerrilla/narcotráfico. Soy un convencido de que la decisión de Uribe de denunciar a Venezuela ante la OEA, contó con la aprobación absoluta de Santos, interesado en iniciar su período constitucional con este tema en conocimiento de varias instancias internacionales (OEA, ONU, Corte Penal Internacional), por tratarse de una materia hoy en día muy monitoreada por la comunidad internacional democrática. Igualmente, una estrategia diplomática disuasiva para obligar al gobierno venezolano a revisar las relaciones económicas. Este planteamiento de Colombia –no me cabe duda- cuenta con el visto bueno de los Estados Unidos con quien Colombia mantiene acuerdos militares de cooperación en materia de asesoría, entrenamiento, equipos y tecnología de punta militar, además de la permisividad otorgada a los norteamericanos para el uso de 7 bases militares en su territorio. Una realidad inocultable en pro y defensa de los intereses colombianos.
  Por lo anterior, por la historia bolivariana que suele recrearnos Chávez a diario a través de sus interminables discursos en cadenas de radio y televisión, por la defensa del derecho internacional, por la integración suramericana (UNASUR), el gobierno venezolano debería ser el primer interesado en cooperar con Colombia en la solución de su problema doméstico, una manera de hacerlo es justamente verificando en sitio las coordenadas entregadas por el gobierno de Uribe a la OEA.; con esta actitud Pro activa no quedaría sospecha alguna tanto para los venezolanos como para la comunidad internacional. Para ejecutarla solo se requeriría de una comisión interdisciplinaria (diputados, ministerio público, internacionalistas, ministro de la defensa, entre otros) con apoyo militar. Asimismo se haría imprescindible el cese de inmediato del escalamiento de un conflicto que a ninguna de las partes interesa y conviene por su pasado histórico y hermandad. Por la evolución de sus nacionales. Esto es el deber ser.                                                               
  Por el lado de la OEA, por tratarse, de un tema universal, que pudiera afectar la estabilidad y la paz de la región, el Secretario General debe igualmente primar sus mayores y mejores esfuerzos de facilitador del diálogo entre ambos gobiernos; creando condiciones propicias para el restablecimiento de inmediato de las relaciones diplomáticas, sin dejar de esclarecer la veracidad de la denuncia interpuesta por la Casa de Nariño; ¿Cómo? Nombrando la OEA una comisión internacional de expertos y técnicos independientes para verificar la denuncia, por supuesto, bajo el consentimiento del gobierno venezolano quien debe autorizar la entrada al territorio. Claro ésta última sería innecesaria sí el gobierno venezolano obra con la suya y cumple con la misión.
  En resumen, trasladar el tema únicamente al terreno del conflicto diplomático, sin aclarar el objeto de la denuncia, en nada favorece a una solución responsable, ecuánime, justa y duradera, sobre todo cuando el derecho internacional está de por medio.
(*) Internacionalista. 
Edición 1116
IMAGEN: Crayón en la Cabeza // Mi credo de la crisis