PAGINAS Y RECORTES

domingo, 22 de agosto de 2010

EL ENCUENTRO // Por: Carlos Blanco // Tiempo de palabra

 
 
Tiempo de Palabra

"Chávez se ha convertido en problema real para opositores y muchos partidarios"

El encuentro

En Venezuela parece avecinarse una transición en la que posiblemente la salida constitucional del Presidente se plantee en acuerdo entre factores que le han apoyado y los que se le oponen. No es de extrañar ni es un hecho inédito. Desde 1985 hasta 2009 ha habido 17 oportunidades en que los períodos constitucionales han sido interrumpidos en América Latina; en dos casos con el mismo presidente (Jean Bertrand Aristide, derrocado dos veces; Alberto Fujimori, el autogolpe de 1992 y luego su defenestración en 2000); dos golpes clásicos en Haití; un autogolpe en Perú; la destitución/golpe en Honduras contra Zelaya; en Venezuela no se incluye la breve salida de Chávez en 2002 pero sí el derrocamiento de Carlos Andrés Pérez. La mayor parte de esos eventos han apelado a la Constitución, a veces forzando sus términos, a veces con la palabra militar arbitral, a veces con violencia y todo el tiempo con descontentos populares y élites resquebrajadas.

En Venezuela, Chávez se ha convertido en un problema real para los que se le oponen y para muchos de sus partidarios, estén estos en el ámbito popular o hayan llegado a la cima económica, política o social. La perspectiva apunta a que o Chávez asume su cargo hasta 2012 como un presidente normal; es decir un funcionario al servicio de la sociedad sin los delirios mesiánicos que lo carcomen, o se producirá un movimiento a favor de su renuncia o su enjuiciamiento constitucional. No. No es golpe de Estado como el que él protagonizó el 4 de febrero, más bien se trata de relevo institucional. El hombre que iba a resolver problemas se transformó en el problema.

Factores de Transición. La transición no la decidirán los partidos de la oposición. Tampoco un acuerdo entre estos y el PSUV o los que de este partido asuman el desafío del encuentro con los de la otra acera, aunque las conversaciones entre José Vicente Rangel y dirigentes partidistas débilmente representativos tengan el propósito de manejar la nueva alternativa. El problema es más complejo que un juego solitario o una mano a dos. De un lado está una variada disidencia de la cual los partidos asociados a la Mesa de la Unidad son un factor, entre otros. Hay una diversidad de organizaciones y de dirigentes, los gobernadores y alcaldes, así como líderes sociales y regionales con elevado nivel de legitimidad institucional que tendrán una palabra en el proceso. Del lado del chavismo hay dirigentes del PSUV, parlamentarios, ministros y ex ministros que toman tenues distancias y que como en 2002 pueden favorecer una convergencia. Hay numerosos ex chavistas que son factor decisivo en la medida en que procuran el cambio y mantienen relaciones con el mundo político que dejaron y que puede ser esencial para una alternativa institucional democrática.

En una sociedad en la que el Gobierno ha convertido a los militares en elemento de la política partidista cotidiana éstos tendrán una voz importante en el cambio que parece venir, sean activos o retirados. Desde las fuerzas democráticas nadie les pedirá un alzamiento contra la Constitución sino, por el contrario, el inicio de un apego total a sus principios, lo cual incluye desobedecer órdenes ilegales, como sería atentar contra una eventual victoria opositora en las elecciones si a su jefe se le ocurre que esa victoria es una "victoria de m... " como con su particular procacidad calificó la obtenida por los demócratas en 2007.

Las fuerzas dirigentes de la transición tienen diversas proveniencias. Unas desde la disidencia chavista y otras desde la oposición de los primeros años; existen las de la esfera civil y las de la militar; las de la calle que ha puesto los sacrificios, los desempleados, los perseguidos y los muertos; la de los dirigentes políticos y la de los medios de comunicación; la de empresarios y la de sindicalistas; la de organizaciones constituidas y también la de individualidades. ¿Quiénes dirigirán? Nadie lo sabe; serán quienes tengan más claridad en el propósito, más amplitud en la convocatoria, más múltiple su respaldo y más decisión.

No tiene que ser un proceso violento sino la constatación del agotamiento de una situación en la que, quién sabe, hasta el propio Chávez puede colaborar si se da cuenta que él se ha hecho inviable como líder del proceso y más todavía como administrador del país.

¿Es Posible? La transición está planteada, incluso si el Gobierno se impone en las elecciones aunque esto se vea altamente improbable. En este caso se acentuarían los rasgos tiránicos existentes. Si pierde, el centro del poder se muda a la Asamblea lo cual aceleraría los pasos del chavismo y el antichavismo para el relevo presidencial institucional. Si pierde y arrebata se produciría una inestabilidad catastrófica en la que sería muy difícil mantenerse sin ninguna traza de legitimidad ni siquiera la muy forzada de los años recientes.

La transición al totalitarismo es posible; la transición hacia la democracia es probable. En todo caso, la transición es inevitable. El riesgo está en los golosos y atragantados que, como en 2002, no entendieron la victoria popular y creyeron que era la suya, la muy particular de un sector escasamente representativo. Los aspirantes a Presidente deberían tener recato en esta hora.

El Chavismo. Hasta el 22 de enero de 1958 había una cantidad importante de partidarios de Marcos Pérez Jiménez. Pero cuando la Vaca Sagrada, el avión presidencial, cruzó el cielo de Caracas para llevarse al dictador a los brazos de Rafael Leonidas Trujillo en República Dominicana, no quedaba ya ni un solo perezjimenista. Así son de crueles los procesos de cambio. En el caso de Pérez Jiménez no había un proyecto ideológico global más que el nacionalismo militar anticomunista de los años de la posguerra. En el caso de Chávez hay un proyecto ideológico que puede perdurar aunque tal vez despojado del personalismo, el autoritarismo y el militarismo rampantes. Podría pervivir un movimiento político de izquierda radical -quizá curado de la capa más conspicua de los ladrones- que sería capaz de articularse con relativa comodidad al sistema político en un ambiente de recuperación democrática. La clave es la comprensión que dirigentes chavistas ahora tienen del carácter perturbador que las políticas de su líder han implicado. El que procuró la elevación del estatus económico, político y social de una capa de civiles y militares, ahora es en la principal amenaza para la conservación de ese estatus.

Una precisión final. La convergencia entre sectores no debería implicar ninguna debilidad contra el autoritarismo; ninguna concesión a lo que ha sido y es la disolución de la República. El imperio de la ley no debería tener atenuantes; de lo contrario el germen del despotismo volvería a latir muy pronto. El peligro son los salvadores. ¡Cuidado con uno nuevo!

www.tiempodepalabra.com
twitter @carlosblancog
 
Opinión
Carlos Blanco
El Universal / Noticiero Digital