PAGINAS Y RECORTES

martes, 2 de noviembre de 2010

LA ADULANCIA. Por: Vinicio Guerrero Méndez

 LA ADULANCIA

“No favoreceré a nadie ni halagaré a ninguno; yo no sé adular a nadie; si lo hiciere mi creador me castigaría”                           (Job 32:21-22).

Siempre trate de evadir este tema pero ya es incalable la situación. Jamás se había visto tamaña muestra de servilismo y adulación corrupta por parte de señores pagados con nuestros propios fondos públicos. Cada día podemos notar que los ciudadanos honestos y trabajadores  nos fregamos para ganar el sustento  a sus hogares mientras que otros a base de lisonjear llevan una vida ostentosa.

La costumbre de ridiculizar a los prepotentes y soberbios es muy antigua, y se basa en la simple observación de que detrás de ellos, siempre vienen los aduladores. A propósito, una sátira a la adulancia que más risa ha causado: cuando José Tadeo Monagas preguntaba la hora, un adulante que siempre tenía al lado le respondía: “La que usted quiera que sea mi general”.

La alabanza es la acción de declarar con expresiones de aprecio el buen concepto que se tiene de otra persona. Debemos alabar a Dios de todo corazón y con regularidad en nuestra adoración; con expresiones sinceras y de agradecimiento. No está mal alabar a los seres humanos.  La alabanza  merecida por conducta o logros que la merecen edifica tanto al que lo da como al que la recibe, hace que aumente el afecto mutuo, anima al individuo a ponerse metas dignas de encomio. La alabanza merecida estimula los valores que alguien se ha puesto delante. De tal  manera que debemos utilizar nuestra forma de hablar de un modo que honre primeramente a Dios y a nuestros semejantes.

La adulación en cambio es la acción de alabar a alguien pero de manera exagerada e insincera, generalmente por el interés de obtener algún beneficio. 
Da tristeza ver como algunas personas de manera excesiva adulan al exterminador –perdón- a su mentor, llegando incluso a darle una imagen exagerada de su propia valía y recae más propiamente sobre las circunstancias que hacen notable la cosa exagerada. Saca de quicio esa situación porque esa desmesurada  adulación llega al punto de deformar la verdad o realidad de las cosas fuera de todo asidero racional, a tal extremo que en lugar de dar  el mérito esperado, ridiculizan al  que sirven sin vergüenza alguna; es increíble que en su hablar dibujan una adhesión fanática e irracional. Muchas veces los labios aduladores debilitan la resistencia que oponemos a la conducta inmoral.

Hombres que en la mayoría de los casos son profesionales y cuando hablan lo que dan es pena. Se arrastran sin necesidad alguna. Son hombres que otrora respetaban la ley y por ello, hasta sentíamos respeto y consideración debido a su manera ejemplar de expresarse y actuar. Este tipo de servilismo no pudiera ser tomado en cuenta si esta persona fuese  ignorante. Con esto no hacen más que perder la medida de sus halagos y se convierten en seres patéticos y ridículos y acaban como simples bufones a quien nadie toma en serio.

Los exhorto a reflexionar, no tengan pretensiones desmedidas, mas bien sean moderados en su propia estima. No olviden que en la vida por mas poder que se ostente y  crean dominar al mundo, siempre abra un fin idéntico al de todo mortal y el surgimiento de otro poder lo que trae como consecuencia que cuando el adulado cae en desgracia, el adulador se hunde con él. 

Afectuosamente,
Imperfecto.

VINICIO GUERRERO MENDEZ
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