PAGINAS Y RECORTES

lunes, 20 de diciembre de 2010

BELEN (La casa del pan) Por: Vinicio Guerrero Méndez


BELEN
(La casa del pan)

Vinicio Guerrero Méndez
“pero tú, belén de efrata, pequeña entre las familias de Judá, de ti saldrá el que ha de ser jefe en Israel, y cuyo origen es antiguo, inmemorial,… y se afirmará y apacentará con la fortaleza de Dios, con la majestad del nombre de su Dios; y habrá seguridad, porque su prestigio se extenderá hasta los confines de la tierra”                            (miqueas 5, 2-4).
La ciudad de Belén está situada sobre dos colinas rocosas, cerca del Desierto de Judea, al sur de Jerusalén. Su nombre hebreo “Bethlehem” significa “la casa del pan”. Este pedacito de tierra se transformó una vez en cielo en el momento de la encarnación y los primeros gemidos del niño Dios.
“Aconteció que por aquellos días salió un decreto de César Augusto, ordenando que se empadronase a todo el mundo.
Este primer censo se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Iban todos a inscribirse cada uno en su ciudad; subió también José desde Galilea de la ciudad de Nazaret, a Judea a la ciudad de David, que se llama Belén por ser de la casa y de la familia de David, para empadronarse con María su esposa, que estaba encinta.
Y sucedió que mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del parto, y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, pues no había sitio para ellos en la posada. (Lucas 2, 1-7).
El nacimiento del Verbo convierte en cenizas todo lo antiguo del mundo. Todo lo viejo y usado desaparece ante el nacimiento de Jesús.
 El que proviene de Dios, trae consigo todo lo nuevo. "Cielos nuevos, tierra nueva", había anunciado el profeta Isaías. "Por tanto, el Señor mismo les dará esta señal: Una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel (Dios con nosotros). "Comerá cuajada y miel hasta que sepa lo suficiente para desechar lo malo y escoger lo bueno”. "Porque antes de que el niño sepa desechar lo malo y escoger lo bueno, será abandonada la tierra cuyos dos reyes tú temes”.  (Isaías 7: 14-16)
La condición humana ha sido de tal modo ennoblecida por esta centella divina,  que cubrió a María de su sombra para brillar en cada uno de nosotros. Este Niño de Belén es esa estrella prometida, el mismo Dios que se hace hombre, el último Adán que procede del cielo y nos da vida.
La sinfonía de Belén sigue siendo una sinfonía inacabada hasta el momento en que el corazón de los hombres, deje de permanecer cerrado.
El fin de la Encarnación del Hijo de Dios ha sido el de hacer posible la comunión de Dios con los hombres. A partir de Navidad, la oscuridad del mundo se convierte en claridad y Jesús se resume a un solo mandamiento: el del amor.
El amor necesario para dar a la humanidad el  sentimiento profundo  de la fe y la alegría para sobrellevar la insolente voracidad de las personas que acorazándose en la ingenuidad de las débiles voluntades, desarrollan a placer sus maldades, sin pensar que Dios siempre está atento y vigilando a sus hijos, que moran bajo su santa protección.
Solo al pie de su cruz es donde verdaderamente se transforman los corazones. Bien sabemos, no vamos a construir el reino de los cielos pero si ayudar a poblarlo.
La oración! No la dejes nunca por nada. Ella da brillo a tus ojos, ardor a tu corazón, fuerza a tu voluntad. Persevera todos los días, sin desistir y Dios te escuchará.
 Afectuosamente,
Imperfecto.

VINICIO GUERRERO MENDEZ