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jueves, 2 de diciembre de 2010

Si no entrega, lo tumbamos // Por: Jesús Antonio Petit Da Costa

Si no entrega, lo tumbamos

 
Por: Jesús Antonio Petit Da Costa
He venido diciendo que la lucha contra la tiranía comunista debe cambiar de escenario. Hay que trasladarla de lo electoral a lo social, dando un viraje estratégico. Ello significa que la participación electoral, que no descarto, debe subordinarse a la lucha social, y no al revés. Sólo la lucha social puede llevarnos a la victoria, sea por la vía electoral o por cualquiera otra que se presente.
Apelo a tres antecedentes históricos para explicarme mejor. En los años 40, cuando AD fue fundada, era materialmente imposible derrotar en elecciones a la camarilla militar-andina. Ante todo, por el ventajismo, ya que se valía de todos los recursos para continuar en el poder. Además el sistema electoral, de segundo grado, le aseguraba el control de los votos. Y, por último, si acaso fallare lo anterior, había montado el fraude sistemático. ¿Qué hizo AD ante esta situación? Concentró sus esfuerzos en la lucha social, formando líderes obreros, campesinos y de barrios, quienes se fajaron a pelear en su propio terreno contra los comunistas, que apoyaban al gobierno. Con ellos se garantizó la base social para la insurrección, llegado el caso. ¿En cuánto a las elecciones, qué decidió? Participar en ellas, pero sin crear falsas ilusiones de triunfo, simplemente usó la campaña electoral para organizarse (un comité en cada aldea) y agitar al pueblo condenando el ventajismo, el sistema electoral y el fraude sistemático. A un país de analfabetos los adecos le hablaron claro. Al hablar claro respecto al ventajismo y el fraude electoral, abrieron el camino del acceso al poder por una vía distinta a la electoral, por lo cual pudo darse la rebelión cívico-militar del 45.
El segundo antecedente lo tenemos en la lucha contra la dictadura militar (1948-1958). En los primeros tiempos los partidos cometieron el error de dividirse. Unos se dedicaron a las elecciones, creyendo ingenuamente en la salida electoral. Otros optaron por la conspiración, embarcándose en la promoción de alzamientos militares. Todos estuvieron equivocados. No hay motivos para creer, como lo demuestra la historia, que una tiranía, sea anti-comunista como aquélla o comunista como ésta, entregará el poder pacíficamente, reconociendo la voluntad popular. A una tiranía, sea comunista o anti-comunista, no basta con ganarle las elecciones, si acaso fuere posible, sino además hay que obligarle a entregar el poder, lo que supone una prueba de fuerza para la cual se debe estar preparado. Por su parte, los que optaron por la salida golpista no aprendieron de la rebelión del 45, de la cual resultó obvio que los militares sólo actúan contra la tiranía cuando la lucha social ha madurado la situación. Se necesitó que se convencieran de su error para que los partidos dieran un viraje estratégico. Entonces se unieron en una junta patriótica y trasladaron sus esfuerzos a la lucha social, único modo de tumbar una tiranía. A pesar de que los sindicatos estaban ilegalizados y sus líderes presos o desterrados, pudo organizarse una huelga general insurreccional que obligó a los militares a intervenir y derrocar al dictador. El 23 de enero del 58 enseña cómo en la situación más adversa, sin partidos y sin sindicatos, sin prensa libre y sin radio ni tv, se puede tumbar una tiranía si se pone el acento en la lucha social.
Cito de último lo que ocurrió en el 52. Hubo elecciones para elegir una Asamblea Constituyente. Las ganó la oposición. Entonces la dictadura cambió el resultado electoral y dio un auto-golpe. ¿Qué hizo URD, el partido ganador? Condenó el fraude, pero cometió el gravísimo error de no llamar a la insurrección popular, con la excusa de que habría derramamiento de sangre. Todavía más: aceptó la invitación a dialogar con el gobierno. Cayó en la trampa. Todos sus líderes fueron agarrados, montados en un avión y expulsados al extranjero. De aquello resulta una lección muy clara: con la tiranía, sea comunista o anti-comunista, no se dialoga, simplemente se llama a la insurrección popular, tanto si hace fraude como si se niega a entregar el poder.
Teniendo por delante estos ejemplos, debemos darle a El Tirano y a sus generales de opereta esta respuesta: “si no entrega, lo tumbamos.” Y prepararnos para tumbarlo efectivamente si no entrega.



REMISIÓN: Jesús Hung.

Imagen Inferior:  Aporrea. org