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domingo, 23 de enero de 2011

La Insurrección // Por: CARLOS BLANCO // EL UNIVERSAL

 Tiempo de palabra
"Los regímenes que se mantienen por la fuerza, se descomponen desde adentro".
CARLOS BLANCO // EL UNIVERSAL
domingo 23 de enero de 2011  12:00 AM
 
La Insurrección

El 23 de enero de 1958 fue el momento culminante de una insurrección cívico-militar que ni comenzó ni terminó ese día, aunque fue en su madrugada cuando Pérez Jiménez se vio sin apoyo y se embarcó en La Vaca Sagrada a acurrucarse con Rafael Leonidas Trujillo y mucho más tarde con Franco.

Había cesado un régimen de las Fuerzas Armadas que institucionalmente habían tomado el poder el 24 de noviembre de 1948. Como en otros países de América Latina, en Venezuela el Alto Mando milita había decidido derrocar a Rómulo Gallegos. El nuevo régimen tuvo características que conviene destacar, a los efectos de comparar el autoritarismo de entonces con el de hoy.

Hay una obvia diferencia de origen. Chávez intenta un golpe con un grupo de militares pero quien lo derrota son las FAN leales aunque luego es elegido democráticamente. Por su parte, en 1948 se instala un gobierno autoritario que hasta 1952, busca una legitimación democrática que no logra, por lo que comete un fraude electoral descomunal. Aunque no era un gobierno legítimo se conformó como uno institucional de los militares; no fue un líder con apoyo popular quien pasó a dominar la escena sino el jefe de la organización castrense.

El Gobierno de Pérez Jiménez se mantuvo con una intensa represión contra quienes lo combatían pero tuvo dos logros reconocidos: seguridad ciudadana y una política de modernización centrada en la construcción de una vasta infraestructura, política sostenida por la bonanza fiscal de los años 50 hasta que hizo crisis en 1957. Por su parte, el gobierno de Chávez apela a la represión pero no mata sistemáticamente a sus enemigos cuando los detiene sino que los acosa, los persigue y a algunos les mantiene prisioneros a través de remedos de legalidad que al otro autócrata importaban menos. Debe decirse, sin embargo, que en la dictadura de los años 50 era posible que alguna conexión con el Gobierno aliviara una pena política, blandura que ni Chávez ni los cubanos permiten ahora. Una cuestión curiosa es que los jefes de la represión bajo el mandato del General eran los tenebrosos Laureano Vallenilla Lanz y Pedro Estrada, mientras quien carga con el peso de la represión actual es directamente el Presidente; no hay ningún personaje poderoso tras el trono, precisamente por el carácter personalista y no institucional del presente régimen. Por supuesto, en materia de seguridad ciudadana y de "política de concreto armado" no hay punto de comparación.

Mientras en el caso de Pérez Jiménez había un fuerte nacionalismo ("El Nuevo Ideal Nacional") capaz de combinarse con el anticomunismo de la Guerra Fría bajo la batuta de Washington, en la situación actual hay un desmantelamiento de lo nacional en beneficio de la integración -y subordinación- con Cuba, así como con la estructura corrupta que conecta con los gobiernos de Nicaragua, Bolivia, Irán, Bielorrusia, Rusia, entre los más destacados. La retórica antiimperialista y la enemistad abierta con EEUU recubre una operación de capitulación hacia la familia Castro.



La dinámica. El malestar económico, político y social se sentía sobre todo en el año 1957. La Iglesia intervino, los partidos se unieron en la clandestinidad, los estudiantes se movilizaron, dentro del Gobierno aparecieron voces disidentes, y luego Pérez Jiménez intentó un nuevo fraude electoral en diciembre de 1957, al trucar el resultado del plebiscito sobre su permanencia en la presidencia. Esos son los ingredientes de un proceso cuya dinámica acelera el alzamiento militar del 1º de enero de 1958, comandado por Hugo Trejo. A partir de ese momento el Gobierno se descompone, se acelera el descontento popular, los activistas políticos de los partidos prohibidos se lanzan a las calles, se promueven los pronunciamientos de los diferentes sectores de la vida del país, hasta que las FAN -también como organización- se alebrestan y sus mandos se constituyen en Junta Militar que a las horas se vuelve Junta de Gobierno al ser expulsados dos conspicuos perezjimenistas. En ese momento se incorporan dos civiles del mundo empresarial. La insurrección fue de todos los sectores de la sociedad que pusieron el caldo espeso, pero el ingrediente decisivo fue la institución militar, en ese entonces sólida, por lo que un oficial -Wolfgang Larrazábal- fue un meritorio actor de la transición democrática.

Ocurrió un hecho interesante. La mayor parte de los sectores consideraron que el objetivo político e institucional había sido obtenido con el retorno a la democracia mediante la elección de un presidente. Sin embargo, a través de un complejo proceso que tomó su tiempo, los sectores de izquierda radical -tras un receso- siguieron con la insurrección que para muchos había cesado el 23 de enero. Se van a la lucha armada, son derrotados, pacificados e integrados en su mayor parte a las reglas de la democracia. Pervive un furtivo grupo de viejos guerrilleros y militares que no abandona la idea de lograr lo que no se logró,según ellos, en 1958. Esto es lo que luego florece y cuaja con Hugo Chávez con cuya felonía y ambición se tropieza esa estructura semi-dormida que había nacido en las luchas contra Pérez Jiménez, que luego se había ido a la montaña en alianza con Fidel Castro y cuyos remanentes esperaron a que las élites se cansaran de la democracia para esperar el poder en la bajadita.



Paralelismos. No son procesos iguales por la diferencia de las condiciones históricas pero tienen puntos de contacto, tanto por el carácter autoritario de los regímenes como por el papel de los militares. No puede desatenderse que uno de los primeros gestos de Chávez como presidente fue asistir a un desfile en Los Próceres disfrazado de "general-Pérez-Jiménez-con-uniforme-de-gala", mientras que su pareja de entonces iba disfrazada de "Doña Flor", la esposa del general, con pamela veraniega rosada y todo.

Lo que se ha querido destacar en estas líneas es que los regímenes que se mantienen por la fuerza y con amaños electorales, aun con apoyo social -como PJ lo tenía y Chávez lo tiene-, se descomponen desde adentro, momento en el cual la presión desde afuera los obliga a correr como al general y hace pocos días al presidente tunecino, o a encaramarse en una salida negociada dentro de la cual la renuncia o elecciones limpias son el más tranquilo de los expedientes.

No se pueden hacer vaticinios dado que Chávez quiere quedarse indefinidamente y ha demostrado garra para lograrlo, pero quién sabe, en el chavismo hay tanto cansancio como en el resto del país. No sólo el chavismo popular que ya no teme ir a la calle sino esos dirigentes, con la cara ajada de tanta sumisión, que quisieran más que insultar a la oposición como obligación, poder denunciar lo que también ellos ven y tal vez ayudar a construir un mejor país.

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twitter: @carlosblancog