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martes, 29 de marzo de 2011

EL DOCTOR CHIRINOS Y MISTER HIDE // Por: Luis Marín


EL DOCTOR CHIRINOS Y MISTER HIDE.
Entre Edmundo Chirinos, Luis Fuenmayor Toro, Trino Alcides Díaz y Chávez hay un hilo conductor inocultable, además de ser frutos de la convulsión de los 80s., esa suerte de pastiche ideológico postmodernista cuyo único rasgo común consistía en repudiar al “Puntofijismo”, desarrollar una reacción alérgica a los partidos tradicionales (AD-COPEI); pero sobre todo y principalmente el ser cada uno de ellos “comunistas encubiertos”.
Lo más inquietante del extraño caso del doctor Chirinos es que ocurre como epílogo de una larga carrera que sólo al final se revela no como académica, científica o política, como se hubiera esperado, sino como una carrera criminal.
Los testimonios abrumadores que él mismo se afanó en acumular, del que una colección de millares de fotos de mujeres desnudas de las que no se sabe, respecto de sus pacientes, si están todas las que son o son todas las que están, es apenas un detalle; aderezado con historias, películas, una “galería del sueño”, con cubículos controlados por circuito cerrado de televisión para monitorear a seis pacientes dormidas simultáneamente, en fin, resulta que el asesinato de su paciente, Roxana Vargas, no es un hecho aislado o incidental, sino uno más de una larguísima sucesión de crímenes que muy posiblemente, de no darse las circunstancias tan poco comunes de este caso, nunca se hubieran descubierto.
Chirinos fue rector de la Universidad Central de Venezuela en el período 1984-1988, apoyado por el Partido Comunista de Venezuela y todos los grupos de izquierda, ahora conocidos como “el chiripero” e inmediatamente después fue candidato a la presidencia de la República enfrentando, precisamente, a Carlos Andrés Pérez.
Lo sucedió en el rectorado Luis Fuenmayor Toro para el período 1988-1992, apoyado por casi la misma constelación política que ya se identificaba como Plancha 80 o, en un tono más personalista, “fuenmayorismo”. Asimismo, apoyaron a Trino Alcides Díaz para el período 1996-2000, creando el llamado “trinismo” y de allí se fueron en bloque a formar parte del gobierno de Chávez.
Pero todavía no se ha calmado la alteración nerviosa de las pacientes de Chirinos por el riesgo de aparecer mencionadas en los autos de su expediente, cuando estalló el escándalo Fuenmayor, acusado con cargos que hacen palidecer de espanto a una sociedad que ya creía haber superado todos los límites del horror: primero, abuso sexual contra su propio hijo, de 8 años; luego, mal praxis médica, por administrar fármacos o narcóticos a menores de edad; esto agravado por antecedentes de denuncias por lesiones contra su cónyuge.
Un detalle, nada despreciable, es que todas estas acusaciones cursaban en la Fiscalía desde hace años; pero nunca les habían dado curso, porque para entonces Fuenmayor era un alto funcionario del régimen, facialmente, jefe de la Oficina de Planificación del Sector Universitario, pero, tras bastidores, desplegaba una influencia difícil de calibrar.
Su gran error, dicen los mismos chavistas, fue identificarse con el gobernador de Lara, Henry Falcón, con su partido PPT y la osadía de articular críticas al régimen. Como se sabe, a la mafia se puede entrar, pero es imposible salir, al menos indemne. El tránsfuga siempre es peor tratado que el mismo enemigo, porque al elemento de la traición se une el peligro de la delación, lo cual lo vuelve intolerable.
El castigo debe ser ejemplarizante, para desalentar nuevas defecciones. Independientemente de la culpabilidad o inocencia, lo que se castiga o se premia es la adhesión a la revolución.
LA GENERACIÓN VIVA.
Chirinos logró una extraña notoriedad con su acusación de que le había tocado lidiar con una “generación boba”; descalificación de la que nunca se retractó a pesar de la rebelión de los jóvenes, causada por la llamada “masacre de Tazón”, en que resultaron abaleados más de una treintena de estudiantes por su equívoca solicitud al gobierno de que detuviera su marcha hacia Caracas.
La generación de Fuenmayor, muy por el contrario, podría calificarse como la “generación viva”, por el tremendo aprovechamiento que han hecho del poder durante este régimen que los demás venezolanos sufren y padecen día a día.
La Plancha o Movimiento 80 podría prestar un elocuente muestrario para un ensayo de sociología política, por donde quiera se comience la lista de sus integrantes. Por ejemplo, tome a Mari Pili Hernández o Jacqueline Farías; Elías Eljuri o Edgardo Ramírez; en el otro extremo, Juan Barreto o Jorge Rodríguez. Este último con el agravante de ser también médico psiquiatra, ferviente seguidor de prácticas inspiradas por Chirinos y Fuenmayor.
Fuenmayor protesta por el retardo procesal de los juicios en que ha estado involucrado, incluso sus divorcios civiles, por las constantes recusaciones de fiscales y jueces que oponen sus cónyuges litigantes, actitud que atribuye al cuadro paranoico de que adolecen.
Pero dicen los abogados acusadores que una fiscal encargada de su caso era “hermanita de Héctor Navarro”, varias veces ministro y eterno correveidile de Fuenmayor; los jueces de la tribu de Omar Mora Díaz, magistrado del Tribunal Supremo de Justicia, jefe de la Oficina de Asesoría Jurídica de la UCV durante el rectorado de Fuenmayor.
Cuando Omar Mora llegó al TSJ se presentó diciendo que él “venía del 23”, haciendo alusión al barrio 23 de enero, mismo donde está erigido el busto a Manuel Marulanda alias Tiro Fijo, donde operan los colectivos La Piedrita, Tupamaros, Alexis Vive y otros. Que él sabía que ellos (los funcionarios, de clase media) los llamaban “monos”. Pues bien, de ahora y para siempre “este será el Tribunal de los Monos”. Él iba a designar a los jueces de este país (los mismos que gritan: ¡Uh, Ah, Chávez no se va!).
Más que íntimo de Fuenmayor, según los mismos abogados de la contraparte, tuvo mucho que ver con su segundo divorcio, del que se queja Fuenmayor que ha demorado diez años en resolverse. Como tuvo que ver en su primer divorcio otro enigmático personaje, Jasmin Jaimes, por sus largas reuniones terapéuticas o de trabajo (no se sabe muy bien) en el salón de rectores.
Dicen las malas lenguas de la UCV, que son muchas, que JJ repetía estos ejercicios terapéuticos (o de trabajo) con el mismo Chávez en Yare, motivo por el cual es una de sus fichas en el Consejo Nacional Electoral (CNE), el mismo que va a garantizar los votos de la oposición en cualquier elección, primaria, secundaria o superior, con o sin Fuenmayor.
Fuenmayor no pasó ni un solo día en prisión después que le asignaron como lugar de reclusión un internado judicial en los Teques, sino que de inmediato le dieron el beneficio de casa por cárcel. Desde allí y al contrario de lo que ocurre con los presos políticos, que les prohíben hablar de su caso y cualquier comunicación con el exterior, puede declarar y reunirse con quien quiera y cuando quiera.
Por esto le hemos oído decir telefónicamente que está seguro de que: “Chávez no sabe nada de su caso; la Fiscal no sabe nada de su caso y esto no tiene nada que ver con el alto gobierno; ningún ministro está sacando partido político de su caso”. Traducido del idioma de un comunista encubierto a lenguaje no totalitario, debe entenderse: todo lo contrario.
En conclusión, esto está en vías de negociación política, como debe ser entre camaradas, y puede esperarse un happy end.
LA MORAL COMUNISTA
Las comparaciones siempre son odiosas y tanto más cuando se les añade el ingrediente de la inutilidad, por lo que vamos a ahorrarnos hacer alusión a los secuestrados políticos, exiliados, lo que se observa con los comisarios y policías metropolitanos, militares institucionales, la Juez Afiuni, Alejandro Peña Esclusa y ahora Oswaldo Alvarez Paz.
Fijémonos en personajes como Elio Gómez Grillo, que compromete su autoridad académica pero también el poder real que ejerce desde la comisión de reforma del poder judicial, interviniendo como abogado defensor de Edmundo Chirinos; mientras hace malabarismos para presentar un libro sobre el derecho de la mujer a una vida libre de violencia sin la menor alusión al caso de la juez Afiuni, sin que le remuerda la conciencia por Roxana Vargas, Ana Teresa Quintero o las mujeres de Fuenmayor.
Los medios de comunicación oficialistas, que usaron el hecho de ser Roxana Vargas pasante del canal RCTV para decir que se estaba creando una matriz de opinión contra Chirinos y para desacreditar al gobierno; pero una vez que se pone en evidencia algo del mar de fondo de este crimen, que ni siquiera se sospechaba, ¡no dicen nada! No hay ni una sola aclaratoria, rectificación, nada.
El PCV y la izquierda unida, que llevaron a Chirinos y a Fuenmayor al rectorado y que ahora son gobierno con Chávez, ¿no sabían quiénes eran estos personajes? Esto denotaría cierta irresponsabilidad. Si lo sabían, ¿aún así fueron capaces de llevarlos al rectorado y en el caso de Chirinos, proponerlo como presidente de la República? Esto al menos implicaría cierta responsabilidad política o moral.
Los comunistas, tan dados a sentar posición por trivialidades o por asuntos que no les conciernen, como conflictos al otro lado del mundo, ¿no deberían fijar posición sobre los casos de Chirinos, Fuenmayor? Si se equivocaron con ellos, ¿no se equivocarían con Chávez?
Los comunistas solían despreciar los principios morales como prejuicios pequeñoburgueses pero no pudieron evitar la obligación de ensayar una suerte de “moral revolucionaria”, que supuestamente serviría de sustento a su lucha que, aquí y en China, necesita inspiración. Al menos con eso pretendían justificar la beatitud ante la figura del Che Guevara.
Los comunistas encubiertos, como Chirinos, Fuenmayor, pero también Chávez, se habitúan a la mentira como medio de vida; utilizan el materialismo para librarse de las cargas de conciencia; cosifican a los seres humanos y los reducen a meros instrumentos para satisfacer sus apetencias, sexuales o de poder; se fabrican un mundo ficticio a la medida de su insania moral.
Chirinos es un mitómano, pero nunca se podrá saber qué había de verdad en sus exageraciones. Dice que Bertrand Russell fue su paciente en Cambridge. Será mentira; pero sí estuvo allí y casualmente hizo el mismo curso de farmacología que Luis Fuenmayor, conocimientos que ambos utilizaron para sus propios fines.
Dice que fue Chávez quien le presentó a su esposa, María Isabel, que después se convertiría en su paciente (no se sabe si hay fotos o películas de ella, en consulta); asimismo le exigió que la acompañara en la fórmula para la constituyente, que ganaron los dos; dice que él solo redactó toda la parte de la constitución referente a educación, ciencia y tecnología.
Es lícito preguntarse si el caso Fuenmayor dará para otro libro como “Sangre en el diván” que la periodista Ibéyise Pacheco le dedicó al extraordinario caso del doctor Chirinos. La respuesta de los abogados acusadores de Fuenmayor es categórica: “Son íntimos amigos. Kiko Bautista, esposo de Ibéyise, es de la Plancha 80”.
Un caballero de la mesa redonda.
Luis Marín
27-03-11