GOBIERNOS DE IZQUIERDA
Por: Pedro Lastra
Allí vino a dar la izquierda latinoamericana del siglo XXI:
al callejón sin salida de Hugo Chávez, de Daniel Ortega, de Evo Morales, de
Rafael Correa. Imposible mayor descalabro. Era lógico, si incapaz de
modernizarse y asumir la realidad de la globalización lanzando por la borda
todo el lastre del marxismo leninismo decidió atar su suerte a los Castro. Y
para mayor INRI calzarse las botas de plomo de la revolución bolivariana.
Ninguna sorpresa que esa izquierda castrista y bolivariana
esté tan desnortada, que en lugar de solidarizarse con el pueblo libio y sus anhelos
democráticos – comportamiento lógico de la izquierda si es fiel a sus
principios - cierre filas junto al tirano que lo oprime desde hace cuarenta y
dos años. ¿Por qué no habría de hacerlo, si considera no sólo normal sino
altamente recomendable seguir el ejemplo de Fidel Castro, que lleva más de
medio siglo gobernando la desgraciada isla convertida en feudo de su propiedad?
¿Por qué no habría de ser fiel a su propia tradición, la de Stalin, Mao, Ho Chi
Minh y Kim Il. Sunga, que gobernaron hasta que se los llevó la parca? ¿Por qué
no habría de solidarse con un caudillo medieval, si en lugar de seguir el ejemplo
de demócratas ejemplares que se recortan sus propios mandatos – como Ricardo
Lagos o Michelle Bachelet - sigue el ejemplo del doctor Francia?
Esa izquierda, es
obvio, no es la que gobernó el Chile de la Concertación Democrática junto al
Partido Demócrata Cristiano. Tampoco es la que acompaña a Dilma Roussef. Ni es
la que en nuestro país forma parte de la oposición democrática, dramáticamente
desencajada de su filiación totalitaria, la que le da su mascarada ideológica a
la autocracia. Cabe incluso la pregunta fundamental: esa izquierda castro chavista
¿es de izquierda?
En realidad la pregunta es extemporánea. Desde luego, si nos
apegamos a las viejas categorías analíticas, esa izquierda es profundamente de derechas.
Si la derecha fuera el epítome de la reacción, el conservadurismo, la
intolerancia. Si esa derecha fuera la defensora de regímenes autocráticos,
dictatoriales. Una derecha muy sui generis, que hace del populismo y la
aparente defensa de los pobres su leit motiv. Lo que a juzgar por los efectos
que causan sus gobiernos – más pobreza, más miseria, más inseguridad, más
corrupción, más abandono –tampoco es cierto.
Hablemos claro: si esos gobiernos son de izquierda, la
izquierda está muerta. Que sus sobrevivientes entierren a sus muertos.
ILUSTRACIÓN: Alberto Rodríguez