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viernes, 13 de mayo de 2011

Candidatos a la calle // Por: Fernando Ochoa Antich



Candidatos a la calle

Fernando Ochoa Antich.

         Llegó el momento esperado por todos. La oposición democrática escogerá el candidato que enfrentará a  Hugo Chávez mediante unas elecciones primarias a realizarse el 12 de febrero de 2012. Algunos aspirantes ya han mostrado claramente sus aspiraciones; otros esperan por una situación más favorable para decidir si van o no a la contienda. Este enfrentamiento por la candidatura presidencial debe transformarse en la primera gran diferencia entre los métodos totalitarios del chavismo y aquellos utilizados por los partidos democráticos al transformarse de unas organizaciones cerradas, con el poder concentrado en un pequeño grupo de dirigentes, en unos partidos democráticos, cuyas decisiones fundamentales son consultadas a sus bases.

          La campaña preelectoral debe ser un ejemplo de civismo y de respeto entre nuestros diferentes candidatos que permita a los venezolanos comparar los métodos totalitarios de un chafarote, que se dedica a descalificar a sus adversarios y a ofender a los ciudadanos, y un grupo de candidatos que buscarán el respaldo popular, en unas elecciones primarias, mediante la presentación de sus programas de gobierno en medio de un elevado debate que permita señalar los grandes problemas nacionales y sus diferentes soluciones. La Mesa Democrática debe establecer un programa mínimo que muestre a los venezolanos la orientación fundamental del próximo gobierno. Los candidatos, comprometidos en cumplirlo, deben plantear su propia visión de  la Venezuela del futuro.

         Ese programa mínimo debe enfocar, a mi criterio, tres líneas estratégicas fundamentales: la política, la económica y la social. La línea política debe plantear la constitución de un gobierno de unidad nacional, que permita superar los odios y la carga de violencia creada por el chavismo; el reconocimiento pleno de lo que debe ser un Estado federal; y la reconstrucción institucional de la Nación mediante la reorganización a fondo de todos los poderes públicos. La línea económica debe buscar el  restablecimiento de la confianza mediante el fortalecimiento de una sociedad de mercado que no olvide la presencia supervisora del Estado. La línea social, debe ofrecer una política incluyente que combata con eficiencia la pobreza y la desigualdad existente actualmente en Venezuela.
         Plantear la necesidad de crear un gobierno de unidad nacional parece fácil, pero en realidad exige del próximo presidente de la República un elevado sentido de la realidad política y una indiscutible autoridad moral. No es fácil plantear, en medio de los odios existentes, la necesidad de invitar a los sectores democráticos del chavismo a negociar con el  objeto de lograr algunos puntos de coincidencias que garanticen la estabilidad democrática. De no lograrse esa apertura, el nuevo gobierno tendría que enfrentar a un amplio sector social que de inmediato radicalizaría las acciones de oposición al ser capitalizados por los factores más extremistas de esa tendencia política. Nos encontraríamos a las puertas de un proceso de insurgencia armada.

         Otro aspecto muy complejo que tendrá que enfrentar el próximo gobierno es la reorganización de la Fuerza Armada Nacional. Han sido doce años de adoctrinamiento  político  y de ruptura de sus valores fundamentales. Se requiere iniciar de inmediato un proceso de reconceptualización militar. Este concepto supera ampliamente las medidas puntuales que será necesario tomar de inmediato para controlar sus mandos, corregir los graves daños realizados en sus valores institucionales,  en su organización, y operatividad. Se requiere valorar, con objetividad y detenimiento, las posibles amenazas en contra de nuestra soberanía para establecer una nueva y moderna visión de cómo debe ser una Fuerza Armada para un país de las características de Venezuela.

         Estas medidas, a tomar de inmediato, no deben hacerle perder al nuevo gobierno su sentido de trascendencia histórica. Es necesario sanear y transformar profundamente el tejido social de Venezuela. Eso sólo es posible mediante una verdadera revolución educativa que fortalezca nuestros valores tradicionales y modifique profundamente aquellos que no son cónsonos con la sociedad desarrollada que todos aspiramos. Uno de los problemas más delicados que actualmente enfrenta nuestro país es la disolución familiar, que no permite formar a sus hijos en un ambiente realmente favorable. Sin una política de largo alcance que conduzca a su fortalecimiento es imposible transformar a Venezuela. Definitivamente, un inmenso reto para un venezolano de excepción.

Caracas, 10 de mayo de 2011