PAGINAS Y RECORTES

viernes, 20 de abril de 2012

Constitución fallida. Por: José Vicente Carrasquero A.



Constitución fallida
José Vicente Carrasquero A.
El miércoles 18 en la noche muchos venezolanos se sentaron frente al televisor para presenciar como un ex miembro del TSJ se disponía a ratificarnos los que la mayoría ya sabíamos.
Con un desparpajo impresionante, el magistrado Eladio Aponte Aponte nos confirmó a los venezolanos que en nuestro país se practica una suerte de justicia que se moldea según los gustos y necesidades del proceso político revolucionario. Y, que en ese sentido, el proyecto se encuentra por encima de la constitución y las leyes de la república.
Se aclararon muchas cosas. Ya se sabe la razón por la cual la Defensoría del Pueblo no toma acciones contra, por ejemplo, Corpoelec por la pésima calidad de servicio que presta a los venezolanos. La razón por la cual la fiscalía actúa con celeridad en unos casos mientras se desentiende de otros. La razón por la cual la justicia venezolana puede ser catalogada de cualquier cosa menos de justicia.
Aponte Aponte le gritaba al mundo el fracaso de ese proceso político que se inició en Venezuela con la victoria electoras, que no golpista, de Hugo Chávez. Mucha gente inocente tuvo fe que el país se enrumbaba hacia la superación de los vicios del pasado. El discurso del presidente contra esas rémoras de los gobiernos anteriores así lo presagiaba.
Sin embargo, muchos acontecimientos posteriores nos fueron haciendo sospechar que en realidad el país se conducía hacia otros pantanos mucho más espesos y putrefactos. El ex magistrado nos ayuda a rememorar algunos de ellos. Y es ahí cuando se entiende como llegan unos muchachos disfrazados de militares a los bosques de El Hatillo. Nunca se supo quiénes eran los responsables. Como muchos sospechábamos, no fue más que un burdo montaje para hacer ver al mundo que la oposición tenía intenciones de impulsar movimientos violentos en el país. Lo peor, es de las alturas del poder de donde viene la orden para manejar la situación de la forma que mejor conviniera al gobierno. Esa fue la triste historia del célebre caso de los para-cachitos.
Corrieron estos pobres muchachos la misma suerte que aquellos soldados que engañados fueron traídos en la madrugada del 4 de febrero de 1992 a dar una pelea que no era de ellos. Era la de unos malvados que se aprovecharon del sacrificio de sus vidas y que querían hacerse del poder a como diera lugar y sin que mediaran razones.
Nos cuenta el ex magistrado como se le ordenó condenar a alguien que no tenía nada que ver con los soldados quemados en un calabozo de una instalación militar. No se castigó a los culpables de la quema sino a quien trato de explicar a la opinión pública venezolana lo que pudo haber pasado, ya que el gobierno nunca dio una versión oficial. La vida de un General del ejército y la de su familia fue vilmente trastocada por la justicia revolucionaria que le dio más importancia a sus patrañas que a la verdad.
Los escándalos no cesaban. Y es como vemos estupefactos que nuestras sospechas se vuelven a confirmar en el caso del diputado Mazuco. Otro vil montaje de una justicia que no es tal, de unos señores que han puesto sus intereses políticos por encima de los valores supremos garantizados en la Constitución Nacional.
La guinda del aperitivo: en Venezuela hay presos políticos. Eso se acuerda a altos niveles de la nomenclatura. La jueza Afiuni es una. Paga la furia de Chávez por haber librado libreta de excarcelación contra un enemigo personal. Imperdonable según el caudillo. No había pasado un rato y ya la jueza era rea de esta justicia revolucionaria que hasta el momento no le ha podido probar nada. Pero sigue presa. Por una decisión política. Es decir, una presa política.
Toda esta nauseabunda descripción del ex magistrado vino aderezada con la razón por la cual habló. Y es que le querían aplicar la misma que él aplicó a otros. Y para que no le recordaran aquello de que verdugo no pide clemencia, pegó la carrera para nada más y nada menos que el imperio. Para que lo defiendan. Porque ya no tiene carro blindado, ni guardaespaldas, ni todo el boato que viene con la alta envestidura de la cual fue despojado. Porque no que quería que lo midieran con la misma vara.
Y uno se pregunta: ¿cuáles son los valores de este ex magistrado? ¿En qué cree? ¿Fue que pensó que tenía una especie de fuero especial? ¿Que podía cometer todas esas tropelías e iba a salir liso? ¿Cuál nombre pretende lavar? No pierda su tiempo, su nombre quedó lleno de inmundicia para toda la eternidad.
Da tristeza ver a los balbuceantes voceros gubernamentales tratando de culpar nuevamente al imperio. El ministro de interior confesando que el ex magistrado se le fugó y aún así no hace ni la finta de poner el cargo a la orden. Maduro no atina a decir nada coherente. Incluso sugiere que el ex juez es vocero de la oposición. Se vieron desnudos, desarticulados. Peor aún, se vieron sin vergüenza.
Pero, hay una víctima mortal en todo este entramado. Nos referimos a la Constitución de 1999. Una que quedó para los muchachos. Joven pero violada y mancillada a la saciedad por sus propios progenitores. Queda como un libro de adorno al cual algunos apelan para hacer vacías declaraciones y vanas promesas. Habrá de hacerse un gran trabajo para recuperar su imperio y que más nunca vuelva a ser vulnerada.
Junto a la maltratada constitución aparece la figura difusa de un hombre. Uno que juró perseguir la corrupción, acabar con las tribus judiciales, impedir las decisiones tomadas a espaldas del pueblo. Todo un discurso que lo llevó al poder tiene hoy más vigencia que nunca.
Pero con un agravante. Es Hugo Chávez el protagonista de toda esta desventura que vive el país. Nos llevó a un estado de podredumbre mucho peor que el que encontró en 1999. Aponte Aponte lo denuncia, lo desnuda. Es bajo la mirada complaciente de este presidente que Venezuela es hoy un estado fallido. Con una constitución que solo sirve para adornar la fachada democrática que se quiere presentar el mundo.
Chávez y solo él es el responsable de lo bajo que ha caído Venezuela en lo social, lo económico y lo político. Las evidencias están ahí presidente. Usted mismo las puede ver. Solo hace falta que abra los ojos y vea.
Y con seguridad, sus seguidores se estarán preguntando en este momento si para todo esto fue que lo apoyaron. Y muy probablemente muchos sentirán vergüenza de ponerse nuevamente una franela roja.