PAGINAS Y RECORTES

miércoles, 10 de diciembre de 2014

LOS DERECHOS HUMANOS EN VENEZUELA. Por: Robert Gilles Redondo.



LOS DERECHOS HUMANOS EN VENEZUELA

La Asamblea General de las Naciones Unidad, “considerando que el desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad”, aprobó el 10 de diciembre de 1948 la Declaración Universal de los Derechos Humanos. A continuación les hago una analogía de este documento con referencia a Venezuela.

Venezuela es un país donde sus ciudadanos han perdido sistemáticamente su libertad, su dignidad y los derechos. El régimen que nos gobierna ilegítimamente ha discriminado al pueblo por su condición política y ha criminalizado a todo aquel que disiente de su modelo comunista.

En Venezuela la vida no tiene valor. Desde 1999 más doscientas mil personas han perdido la vida en manos de la delincuencia, y centenares han sido asesinados por grupos paramilitares que son financiados y amparados por el Estado venezolano. Hace mucho tiempo que los venezolanos  no sabemos lo que es seguridad.

Durante el 2014, solamente, más de cinco mil personas, incluyendo autoridades electas popularmente, han sido sometidas a torturas, a penas  y tratos crueles, inhumanos y degradantes, por el solo hecho de manifestar pacíficamente su oposición al régimen. Además, los venezolanos ya no somos iguales ante la ley; el Estado garantiza la impunidad de los delitos cometidos por aquellos que militan en el oficialismo.

Desde febrero de este año 2014  más de tres mil personas fueron detenidas arbitrariamente, y más de cien continúan presos, por motivos exclusivamente políticos. Cientos de venezolanos han sido forzados al exilio. Nada garantiza el debido proceso, el Poder Judicial no es libre ni independiente, es un apéndice cancerígeno del fallido Estado venezolano.

Los venezolanos no tienen derecho a que las autoridades presuman su inocencia, mientras se comprueba o no su culpabilidad. Cualquier organismo de seguridad puede desaparecerte forzosamente o asesinarte en público.

En Venezuela, la mayoría de ciudadanos es víctima de  injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio y su correspondencia, y es blanco de ataques a su honra y a su reputación. La ley no nos protege contra tales injerencias o ataques. Nada más y nada menos, el presidente de la Asamblea Nacional, es el jefe de injerencias arbitrarias.

Los venezolanos que viven en la frontera con Colombia no tienen ya el derecho a circular libremente, si lo hacen es a riesgo de que cualquier efectivo militar lo considere paramilitar o contrabandista y por ende sea asesinado, previa organización de un falso positivo. En general, los venezolanos no podemos circular libremente, nos hemos impuesto un toque de queda que desola a las calles apenas anochece. Y quien sale del país no sabe si podrá volver un día.

La propiedad privada ya no existe en Venezuela. Las confiscaciones o las expropiaciones son una política permanente del régimen de Nicolás Maduro, tal como lo estableció su difunto antecesor. Esto ha traído como consecuencia el desmantelamiento absoluto del aparato productivo del país que sobrevive gracias a la importación de  al menos el 90% de lo que necesita.

En Venezuela se ha criminalizado la libertad de pensamiento y de conciencia, de expresión y de opinión, las cuales no se pueden expresar públicamente pues el régimen (todo los Poderes) pueden considerarla como un acto de traición a la patria. El Estado controla en su totalidad a todos los medios de comunicación y a los que no controla, los asfixia por otras vías.

Cualquier reunión o asociación, disidente al régimen, significa para el Estado venezolano es un ataque contrarrevolucionario. Además hace tiempo perdimos el derecho de participar directamente en el Gobierno. En Venezuela la voluntad del pueblo no es la base de la autoridad del  poder público; no tenemos desde hace quince años elecciones auténticas.

Y ¿qué hablar de los derechos económicos sociales y culturales? Hace tiempo los venezolanos no sabemos qué son.

La educación está ideologizada. La cultura ha sido politizada. El progreso científico es para unos pocos. La salud es algo que ya no se ve. Las medicinas las consigues gracias a las redes sociales. Y la comida sólo se consigue, racionada, tras largas horas de espera en los supermercados. El salario mínimo de los venezolanos es de aproximadamente veintiocho dólares americanos, aunque eso se devalúa diariamente, porque la economía realmente se rige por el dólar del mercado negro, el único que a duras penas se consigue.

Me pregunto, ¿Qué más se debe decir para que despertemos? No es esta la Venezuela que nuestros padres nos legaron ni la que nosotros podemos entregarle mañana a nuestros hijos.

Robert Gilles Redondo