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lunes, 3 de octubre de 2016

Una vergüenza llamada Chavismo (y III) José Vicente Carrasquero A. Opinión. Venezuela.


Una vergüenza llamada Chavismo (y III)
José Vicente Carrasquero A.

Esta es la última entrega de este tema. No porque se haya agotado sino porque hay muchos otros asuntos que merecen nuestra atención. Además, la vigencia del aspecto que estamos tratando se evidencia cada día con mayor dolor y tristeza.
El gobierno de Maduro, que llega al poder después de haber escondido la verdadera situación de salud de Hugo Chávez y habiendo mentido descaradamente sobre reuniones, instrucciones y hasta nombramientos, hace caso omiso de todos los indicadores económicos y sociales que anunciaban hace más de cuatro años el cataclismo que nos esperaba si no se tomaban correctivos para enfrentar la época de las vacas flacas.
La historia reciente de Venezuela demuestra que el chavismo nunca tuvo un compromiso real con la democracia. Usaron las elecciones para implantar el modelo autoritario e interventor de las libertades ciudadanas que pensaron imponer en los tiempos de los fallidos golpes de estado de 1992. El fracaso de esas bufas operaciones militares fueron para mí suficiente indicador de la pésima gestión que tendríamos que sufrir los venezolanos con estos individuos en el poder.
La vergüenza es máxima cuando vemos como aquel espejismo que juraba vengar a los excluidos y convertir Venezuela en un país desarrollado ha devenido en una vulgar dictadura de república bananera propia de mediados de la segunda mitad del siglo veinte.
Es así como en Venezuela se persigue a venezolanos por expresarse en las redes sociales. Un gobierno en cuyo discurrir se han sucedido tantos asesinatos que compite con las víctimas del conflicto armado de Colombia, se permite hablar de promoción de terrorismo por medio del uso de las herramientas de internet. Persecución absurda dirigida por aquel genio que pidió que le creyeran que gracias a su modelo cuantitativo-cualitativo la criminalidad estaba disminuyendo.
Una vergonzosa dictadura que crea casos para poner opositores tras las rejas. Le siembran drogas a unos y armas a otros. Hay quien es acusado de legitimación de capitales porque se le encontró un dinero que nunca fue mostrado a la prensa. Miserable gobierno que para mantenerse aferrado al poder hacer sufrir madres, padres, esposas e hijos inocentes que tienen que ver a sus parientes padecer en las cárceles.
Esta vergüenza llamada Chavismo cuenta con un montón de seguidores que se quejaban de la tortura de los antiguos cuerpos policiales pero no abren la boca en contra de lo que la policía política del régimen hace contra líderes políticos y otras muchas personas inocentes que languidecen en las mazmorras porque al dictador de turno así lo desea.
Oprobiosa dictadura que se convierte en el verdadero legado de un histrión que tiró al basurero de la historia la más brillante oportunidad de desarrollo sustentado por una riqueza petrolera de tal magnitud, que nos hubiese permitido instaurar un modelo económico que nos hiciese invulnerables a los vaivenes de los precios de las materias primas. En todo caso, era mucho pedir para un militar de deficiente formación y con muy limitada capacidad para entender las complejidades de manejar un estado moderno.
Esta vergüenza llamada Chavismo hace que proyectemos ante el mundo una imagen de menesterosos empobrecidos en los límites de la ruina. Un reciente artículo del New York Times sobre enfermos mentales en Venezuela desgarra el corazón y obliga a preguntar por el papel que juega el defensor del pueblo (en minúsculas) y todo ese aparataje de derechos que creo la Constitución de 1999 para al final no ser tomados en cuenta por la dictadura bananera.
Clama ante los ojos de Dios la situación de los niños enfermos de cáncer, los que mueren por desnutrición, los que fallecen víctima de enfermedades ya erradicadas en el pasado como la difteria, ancianos que padecen hambre y no tienen acceso a las medicinas para tratar las enfermedades propias de la edad. Un gobierno democrático y preocupado estaría tomando medidas para subsanar la situación. La vergonzante dictadura chavista hace caso omiso, ni siquiera, para hacer creer, cambia a la ministra de la salud y peor aún, cierra las puertas a la ayuda humanitaria ofrecida desde el extranjero.
La vergüenza llamada Chavismo omite la verdad sobre el peor manejo de la economía de todos los tiempos. Aristóbulo confesó que el sistema cambiario se mantiene como mecanismo de control político. Y agregamos, como medio de enriquecimiento de todos aquellos que se aprovecharon de su cercanía al poder para hacerse de riquezas que a empresarios honrados les tomaría varías vidas poder acumular. La única guerra económica que existe en Venezuela es la auto infligida por la ignorancia de quienes no se atreven a acabar con el entramado de controles que beneficia y enriquece a los cercanos al poder mientras que condena al hambre y a la miseria a millones de venezolanos.
No deja de llamar la atención el imponente aparato represivo que muestra la dictadura chavista cuando la oposición anuncia una manifestación. Nuevamente una pregunta: ¿por qué si contamos con tantos policías y armamento, el hampa controla casi la totalidad del país? ¿Le conviene a la vergüenza llamada Chavismo tener a la ciudadanía sometida a los designios de la delincuencia?
El legado de Chávez no tardó en manifestarse en esta vergüenza que sufrimos los venezolanos día a día. El venezolano está entre los ciudadanos más pobres del hemisferio. Entre los que menos libertades sociales, políticas y económicas disfruta. La distancia entre el sueño expresado en la Constitución y la realidad que padecemos se mide en años luz.
La historia no tendrá compasión con una persona que sembró el odio entre los venezolanos como mecanismo de dominación. Con quien dilapido la mayor riqueza recibida en cualquier período de la historia. Quien dejó en el poder a una cúpula putrefacta y corrupta que deja en pañales a cualquier actor político criticable de nuestro pasado.
La responsabilidad histórica de lo que nos acontece es de Hugo Rafael Chávez Frías y la historia sabrá ponerlo en el lugar que se merece.