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jueves, 17 de noviembre de 2016

No a la política visceral. Por: José Vicente Carrasquero A. Opinión. Venezuela.



No a la política visceral
José Vicente Carrasquero A.
Los resultados de las conversaciones que sostuvieron el gobierno y la oposición han generado reacciones adversas en las filas de ambos polos. Las críticas que se hacen son de todo calibre. Algunos se atreven a declarar la muerte de la MUD y su sustitución por quién sabe Dios que otro grupo de personas.
Lo cierto es que la política venezolana sufre de primitivismo crónico. El modo de hacer las cosas de Chávez retrotrajo al país a la época de las montoneras, al sometimiento de unos a los deseos de los otros sin que medie posibilidad alguna de chistar. Pareciera estar establecida la idea que el triunfo del uno sobre el otro pasa necesariamente por la aniquilación del contrario.
Lo cierto es que mientras más primitiva es la política, más compleja la peripecia de navegar en ella. En el caso venezolano se está tratando con una clase política gobernante que asume que llego al poder después de bajar de Sierra Maestra y que por eso puede tratar a los venezolanos en general como si fuese un pueblo invadido sometido a los deseos y usos de un poder extranjero.
La receta cubana se fue aplicando metódicamente. Todavía recuerdo a mucha gente celebrar enardecida el que se aprobara no financiar los partidos políticos de oposición con recursos del estado. Craso error. Es evidente que el partido de gobierno se beneficiaría, como efectivamente lo hizo, de todos los recursos oficiales para ponerlos al servicio del proyecto político. Se cuentan por miles las fotos en las redes que dan fe de camiones de la estatal petrolera, de autobuses de las alcaldías, vehículos de las gobernaciones y demás empresas del estado acarreando gente a los mítines y reuniones del PSUV. Mientras tanto, los partidos de oposición tuvieron que funcionar con donaciones y diversos mecanismos de recaudación y colaboración que estuviesen a su alcance.
Es así como nos encontramos en una confrontación política desigual en la que el gobierno cuenta con grandes aparatos de propaganda para promover sus escasas obras. Tiene los recursos del tesoro público a su disposición para intentar comprar voluntades a través de mecanismos clientelares propios de republiquetas bananeras. Además cuenta con el aparato de la violencia el cual usa indiscriminadamente contra los venezolanos que osen oponerse a las políticas más nefastas que le haya tocado a vivir a nuestro pueblo en la historia reciente.
Aún así, la oposición ha logrado contener el afán destructivo de un régimen que cuenta con un arma que todavía no ha sido lo suficientemente sopesada por quienes nos dedicamos a esto del análisis político: una ausencia absoluta de escrúpulos que permite cometer crímenes, plantar evidencias, encarcelar venezolanos cuya única culpa ha sido expresar su rechazo a la dictadura que nos ha tocado sufrir.
Aunque a veces no he estado de acuerdo con decisiones tomadas por dirigentes de la oposición, nunca he perdido el respeto que merecen personas que se enfrentan en una situación totalmente desigual con un ogro que ha convertido su permanencia en el poder en la única posibilidad de no enfrentar la justicia por todos los desmanes cometidos desde antes que llegaran al gobierno.
Siempre dije a mis estudiantes que la práctica política requería mucho de cerebro y muy poco de vísceras. Ponía como ejemplo al médico neurocirujano especializado en un determinado procedimiento quirúrgico al que un día le toca aplicárselo a su propia madre. Uno espera de ese galeno que sepa anteponer su frialdad y profesionalismo al amor que siente por su progenitora.
Lo mismo se espera de la práctica política en estos aciagos momentos que vive la patria. Unos políticos que sepan dirimir los conflictos dejando de lado sus apetencias personales y grupales. Que conozcan las prioridades de un pueblo que clama por libertad, pero que también desea la solución de esos problemas que han convertido su calidad de vida en la peor del continente.
La lectura del documento acordado por las partes y facilitado por agentes externos causó un revuelo entre la oposición. Destacados analistas, políticos y comentaristas se apresuraron a criticar desde la forma en que estaba escrito el documento hasta los acuerdos que se enunciaban.
Triste ver como se arremete contra personas que han dedicado su vida a esta lucha en la que no existen reglas. En la que se expone desde la libertad hasta la vida. Muy lejos de mi pensamiento censurar a quienes se expresan de forma despectiva del liderazgo opositor. Pero, por la misma razón de ser líderes de opinión, están obligados a hacer que el cerebro se imponga sobre las vísceras. Caso contrario, con sus críticas, se convierten en aliados del gobierno al contribuir al desánimo de la base opositora.
Dedicarse al oficio de consultor político requiere la capacidad de separarse de la problemática que se está viviendo. Verla como un tercero para evaluar con la mayor frialdad posible los pasos a tomar.
Las explicaciones del Secretario General de la MUD y de otros voceros de la oposición han traído el agua nuevamente a su cauce. Quienes ayer eran solo críticas aderezadas de descalificaciones aparecen hoy más sosegados y dispuestos a entender las jugadas implicadas en todo este proceso.
Venezuela vive el momento político, económico y social más complejo de toda su historia contemporánea. Nos enfrentamos a una clase política que carece de parámetros éticos. Sus actuaciones y alocuciones diarias así lo demuestran. La llegada a Miraflores, por ejemplo, no es una excursión de fin de semana. Todo el mundo sabe que el gobierno usará sus hordas armadas para arremeter violentamente contra los manifestantes. Una marcha así planteada dejará muchas bajas y no necesariamente logrará su objetivo. ¿Qué hay que hacer? Sentarse a pensar las acciones a tomar para derrotar a un gobierno al que no le costaría un pestañeo ordenar la muerte de miles de venezolanos.
Es el momento de la inteligencia política y la cabeza fría. En eso, todos estamos llamados a cooperar.