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martes, 17 de enero de 2017

El Problema Militar III. Fernando Ochoa Antich. @FOchoaAntich

El Problema Militar
III
 Fernando Ochoa Antich.

Mi artículo anterior sobre este tema culminó con la solicitud que le presentó el general Peñaloza al presidente de la República de someter a Consejo de Investigación al grupo de mayores que habían sido detenidos por planificar una presunta insurrección militar en la guarnición de Caracas. El presidente Pérez no lo autorizó. Su percepción sobre esa presunta conspiración era distinta a la que tenía el general Carlos Julio Peñaloza, comandante del Ejército, quien mantenía que dicho intento conspirativo era protagonizado por un grupo de oficiales  captados por la izquierda radical. En cambio, el presidente Pérez estaba convencido que ese problema había surgido como consecuencia de la tradicional lucha entre los Altos Mandos por naturales ambiciones profesionales. Al leer el reciente libro del general Peñaloza, “El discípulo de Fidel”, pude conocer que él tenía una importante información sobre lo que estaba ocurriendo en el seno del Ejército. Ignoro las causas por las cuales no logró convencer al presidente Pérez para que se tomaran las medidas pertinentes. En ese libro, entre otras sorprendentes informaciones, mantiene: A mediados de los años setenta, Douglas Bravo logró infiltrar de nuevo la Dirección de Personal del Ejercito al captar a través del teniente coronel Ramón Santeliz Ruiz a un empleado civil apodado “Guerrita”. Su cargo era crucial. Su labor oficial se limitaba a cumplir órdenes del Jefe del Departamento de Personal Militar, pero en la práctica, dado el gran número de oficiales, podía hacer sus propios nombramientos. Esta realidad la entendió Douglas Bravo, quien le ordenó a Santeliz captarlo para el trabajo de penetración que estaban realizando”.

Si eso fue así, no hay duda de que esa grave irregularidad fue lo que permitió la designación de algunos capitanes y tenientes  como oficiales de planta de la Academia Militar por un tiempo de permanencia en esos cargos superior al de dos años, como era lo normal. Así ocurrió con los tenientes Hugo Chávez Frías, Francisco Arias Cárdenas, Miguel Ortiz Contreras, David López Rivas, Jesús Urdaneta Hernández, Yoel Acosta Chirinos, Gustavo Pérez Issa, Raúl Isaías Baduel y Wilfredo Ramón Silva quienes al corresponderles realizar el curso integral, de obligatorio cumplimiento para ascender a capitán, regresaron a la Academia Militar. De esa manera, pudieron permanecer en dicho Instituto desde 1978 a 1982, logrando captar a numerosos cadetes para la conspiración que se estaba gestando. Así ocurrió también con los futuros capitanes: Ronald Blanco La Cruz, Edgar Hernández Behrens, Carlos Guyón Celis, Gerardo Márquez, Miguel Rodríguez Torres, Gimón Álvarez, Luis Valderrama Rosales, Darío Arteaga Paz, Antonio Rojas Suárez y pare usted de contar. Por supuesto, es justo reconocer que, en general, hubo serias fallas en los organismos de inteligencia y selección de personal y en particular de los diferentes niveles de comando del cuerpo de cadetes. Para colmo, los alféreces captados para la conspiración, ya con el grado de teniente, regresaron a la Academia Militar como oficiales de planta, a continuar su labor de captación.

En 1984, el general Carlos Julio Peñaloza fue designado director de la Academia Militar. Después del acto protocolar hubo un brindis en el casino de oficiales. En la recepción fungió como maestro de ceremonia el capitán Hugo Chávez Frías, quien utilizando el micrófono le dio la bienvenida al acto. Su manera histriónica de actuar impactó negativamente al nuevo director. A los pocos días, en la primera visita de los familiares de los cadetes recién admitidos, un viejo compañero de estudios del general Peñaloza le informó que su hijo estaba siendo adoctrinado, con intenciones subversivas, por el capitán Hugo Chávez. A partir de ese momento, el general Peñaloza trató de averiguar lo que estaba ocurriendo en la Academia Militar, llegando a la conclusión de que el capitán Chávez discutía de política con los cadetes. Ante esta realidad, decidió transferirlo del Instituto, enviándolo al comando del Ejército, con el correspondiente informe de su actuación. Nunca he entendido las razones por las cuales no lo sancionó disciplinariamente, estando convencido como estaba que el capitán Chávez había cometido una gravísima falta al tratar de adoctrinar políticamente a un grupo de cadetes. Para colmo, el informe que envió el general Peñaloza a la dirección de Personal desapareció de su expediente. Sorprendentemente, en lugar de ser sancionado, fue enviado a comandar una unidad de nivel compañía aislada de carros blindados  en Elorza, cargo este reservado como un reconocimiento para oficiales en el grado de capitán, que se han distinguido por sus excelentes cualidades profesionales. Al ascender a mayor ocupó el primer puesto de su promoción, sin que se hubiese presentado ninguna objeción.

En 1990, los aspirantes a ocupar el ministerio de la Defensa eran el vicealmirante Héctor Jurado Toro y el general de división Carlos Julio Peñaloza. El presidente Pérez decidió designar al vicealmirante Jurado y el general Peñaloza fue ratificado como comandante del Ejército. Yo fui designado Inspector General del Ejército. El general Manuel Heinz Azpúrua fue nombrado Jefe del Estado Mayor Conjunto. El general Carlos Santiago Ramírez, director de Gabinete del ministerio de la Defensa. Entre este último y el general Peñaloza, quienes eran íntimos amigos, había surgido un serio distanciamiento, como consecuencia a la detención de los mayores en 1989. En ese año ocurrieron hechos muy importantes que complicaron aún más las tensiones internas: la apertura de una averiguación sumarial en el caso del fraude al Ejército por la empresa de la señora Gardenia Martínez en medio de un gran escándalo público; el enfrentamiento entre los generales Herminio Fuenmayor, director de Inteligencia de las Fuerzas Armadas y el general Carlos Julio Peñaloza. El general Peñaloza detectó que el general Fuenmayor estaba investigando, sin autorización del presidente Pérez, el uso que se daba en el Ejército a los fondos sobrantes de alimentación de personal. Este enfrentamiento llegó a tal nivel que el general Peñaloza le solicitó al presidente Pérez enjuiciar al general Fuenmayor por insubordinación. Esta situación, que se prolongó por varios meses, produjo una permanente tensión en el Ejército y un ineficiente desempeño de la Dirección de Inteligencia de las Fuerzas Armadas.

Esta inconveniente disputa, produjo un significativo enfriamiento en la relación personal entre el presidente Pérez y el general Peñaloza. En esos días, la Comisión de Política Interior del Congreso Nacional citó al general Peñaloza para que explicara los casos de corrupción que habían sido detectados en el Ejército. El general Peñaloza solicitó al ministro Jurado el correspondiente permiso. En la mañana, recibí una llamada urgente del vicealmirante Jurado, quien me ordenó localizar al general Peñaloza para informarle que el presidente Pérez no había autorizado su presentación ante la Comisión de Política Interior. Traté por todos los medios de hacerlo, pero el general Peñaloza no había ido al Comando del Ejército ni tampoco se encontraba en su casa. A las 10:00 a.m., el general Peñaloza se presentó al Congreso Nacional. Fue interceptado por el diputado Henry Ramos Allup, quien le informó que el presidente Pérez le ordenaba no asistir a la interpelación. La respuesta del general Peñaloza fue terminante. “Tengo la obligación constitucional de asistir a las interpelaciones del Congreso Nacional. El presidente Pérez no me puede ordenar incumplir esa obligación”. La interpelación del general Peñaloza incrementó aún más el escándalo de las adquisiciones militares.

 El 10 de junio llegué al Círculo Militar cerca de las 6 p.m. Al entrar al hotel, me conseguí casualmente con el general Peñaloza. Me dijo que tenía que hablar conmigo sobre un asunto delicado. Me explicó que tenía una información muy bien confirmada sobre una posible conspiración que estaba organizando un grupo de oficiales del Ejército. Al terminar le pregunté: “¿Carlos Julio, le informaste al presidente Pérez?” Me respondió que no, demostrando cierta molestia. Al darme cuenta de su actitud, traté de convencerlo: “Carlos Julio, me colocas en un verdadero problema. Hazme el favor de acompañarme a hablar con el presidente Pérez”. Se quedó pensativo varios minutos. Al rato me respondió:” Bueno, te acompaño, pero pide tú la audiencia”. Llamé por teléfono a Laura Robles, secretaria privada del presidente Pérez, para solicitar la audiencia. A los quince minutos me llamó fijando la hora. A las 8:15 p.m. el presidente Pérez nos recibió. El general Peñaloza le explicó que el mayor Orlando Madrid Benítez, quien había logrado penetrar el grupo conspirativo, le había informado que los mismos oficiales superiores que hacía dos años habían sido detenidos, estaban preparando los detalles finales de una insurrección militar. El presidente Pérez se quedó pensativo unos minutos. Su respuesta no tuvo nada que ver con lo expuesto por el general Peñaloza. “General, he decidido que entregue el Comando del Ejército pasado mañana. El general Fuenmayor será reemplazado en la Dirección de Inteligencia Militar mañana mismo”. Peñaloza y yo quedamos sorprendidos. Sin decir una palabra más, dio por terminada la audiencia.

Caracas, 15 de enero de 2017.
fochoaantich@gmail.com