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domingo, 26 de febrero de 2017

Golpes buenos, golpes malos. Por: Fernando Ochoa Antich. @FOchoaAntich


Golpes buenos, golpes malos

Fernando Ochoa Antich.

Venezuela padece una verdadera catástrofe en todos los órdenes del devenir nacional. El caos en que vivimos lo genera un régimen ilegítimo, ilegal, antidemocrático, totalitario, militarista, ineficiente, profundamente corrupto, influido ideológicamente por Cuba y el Foro de Sao Paulo y decidido a mantenerse en el poder a toda costa; y una oposición democrática que, después de haber logrado un inmenso triunfo en las elecciones parlamentarias de diciembre de 2016, el cual le permitió obtener una mayoría calificada, no ha sido capaz de presentar un coherente programa de acciones concretas que permita enfrentar, con posibilidades de éxito, a la neo dictadura  que nos gobierna. Esta compleja realidad política ha creado en los venezolanos un grado tal de desorientación y desmotivación que ha limitado significativamente su voluntad de lucha, para el logro del ansiado e impostergable cambio político. Esa lamentable situación ha colocado el problema militar, una vez más, en el constante y permanente tema de conversación de los venezolanos.

         Esta realidad condujo al padre Luis Ugalde a desarrollar en un Foro organizado por la Fundación Espacio Abierto el pasado 12 de diciembre de 2016 un interesante escenario que tituló “Larrazábal II”. Fue tal el realismo que quiso darle a su planteamiento, con el fin de demostrar la importancia del tema militar, que llegó a redactar el mensaje que un hipotético gobierno militar debería dirigir a los venezolanos. En consonancia con ese planteamiento, los venezolanos discuten permanentemente, en su desesperación por encontrarle una salida a esta asfixiante crisis, sobre la naturaleza y resultados de los golpes de Estado a través de nuestra historia. Ahora bien, conviene en este punto citar la definición de  golpe de Estado: “Un golpe de Estado es la toma del poder político, de un modo repentino de forma violenta, por parte de un grupo de poder, vulnerando la legitimidad institucional establecida en un Estado, es decir, las normas legales de sucesión en el poder vigente con anterioridad nacidas del sufragio universal y propias de un estado de derecho. ¿Existen golpes buenos y malos? Por definición, todos los golpes de Estado son malos. Su ejecución constituye un acto de traición de los militares que lo ejecutan y un irrespeto a su juramento de soldado.

Las asonadas militares que derrocaron los gobiernos de Rómulo Gallegos e Isaías Medina Angarita, constituyeron golpes de Estado, contra gobiernos legítimos. Igualmente lo fueron las asonadas que intentaron derrocar el gobierno de Carlos Andrés Pérez.   ¿Fue un golpe de Estado lo que provocó la ida al exterior del general Marcos Pérez Jiménez? A este respecto, hay que aclarar que el General Pérez Jiménez nunca presidió un gobierno legítimo, por el contrario, fue un usurpador y violador de derechos humanos. En 1952, desconoció el resultado de las elecciones para Asamblea Nacional Constituyente. En 1957, violó su propia constitución al convocar un plebiscito en vez de unas elecciones presidenciales. Esos abusos, al ser rechazados por la mayoría de los venezolanos, condujeron a la insurrección militar del 1° de enero de 1958 y al derrocamiento de su gobierno el 23 de enero de ese año. En consecuencia, no ocurrió un golpe de Estado.

         La pregunta que debemos hacernos en medio de esta debacle generalizada es la siguiente: ¿Es ilegítimo el gobierno de Nicolás Maduro? No tengo la menor duda. Violó la Constitución Nacional al participar en la elección presidencial, ocupando el cargo de vicepresidente, encargado del poder Ejecutivo Además,  ha ejercido, durante estos tres años, la presidencia de la República  de manera ilegal al violar, de manera permanente y flagrante, la Carta Magna. En este caso, sólo voy a referirme a algunas violaciones realizadas en sus funciones de comandante en jefe de la Fuerza Armada Nacional: propiciar el incumplimiento de los deberes constitucionales de la Institución Armada al instigar el respaldo político de los militares al PSUV y al socialismo del Siglo XXI en lugar de “estar al servicio exclusivo de la Nación”; reconocer la existencia y funcionamiento de la Milicia Bolivariana, organización no establecida  en la estructura constitucional de la Fuerza Armada; promover ascensos de grado, contraviniendo el ordenamiento jurídico; permitir que miembros activos de la Fuerza Armada Nacional “participen en actos de propaganda o proselitismo político” violando el artículo 330 constitucional. Estas violaciones a la Carta Magna comprometen principios fundamentales de nuestra Constitución, entre ellos el pluralismo político, base fundamental de nuestro sistema democrático, como lo establece el artículo 6 constitucional. Ante tantos atropellos, cabe destacar el contenido del artículo 35 de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, de la Revolución Francesa: “Artículo 35. Cuando el gobierno viola los derechos del pueblo, la insurrección es, para el pueblo y para cada una de sus porciones, el más sagrado de los derechos y el más indispensable de los deberes”. Propicio es también recordar el contenido del artículo 333 constitucional: “Esta Constitución no perderá su vigencia si dejare de observarse por acto de fuerza o porque fuere derogada por cualquier otro medio distinto al previsto en ella. En tal eventualidad, todo ciudadano investido o ciudadana investida o no de autoridad, tendrá el deber de colaborar en el restablecimiento de su efectiva vigencia. Por lo tanto, una acción militar destinada a tal fin, no podría considerarse un golpe de Estado.

En virtud del planteamiento del padre Ugalde, es necesario saber que una insurrección militar contra un gobierno, sea éste legítimo o ilegítimo, es una decisión fundamentalmente política, en la cual influyen un sinnúmero de factores que determinarán su éxito o fracaso. Toda rebelión militar presenta un sin número de interrogantes, según las circunstancias históricas del momento, que deben ser respondidas plenamente antes de tomar una decisión que puede comprometer el destino nacional. Dado el natural secreto que rodea a una conspiración, es imposible conocer, su orientación ideológica, determinar las ambiciones que impulsan las luchas internas en una logia conspirativa y mucho menos conocer con certeza las políticas que se aplicarían en caso de tomar el poder. He querido resaltar algunos de estos complejos problemas con la finalidad de que mis lectores puedan percibir las naturales tensiones que se manifiestan, casi de inmediato, entre el sector civil y el grupo militar de una conspiración. Esas tensiones ocurrieron después del 18 de octubre de 1945 y del 23 de enero de 1958. Afortunadamente, las condiciones éticas, morales y profesionales del vicealmirante Wolfgang Larrazábal facilitaron la transición a la democracia, sin mayores contratiempos. De todas maneras, es necesario aceptar que, en medio del caos que vive Venezuela, tienen que existir amplios sectores dentro de la Fuerza Armada Nacional descontentos, al igual que la gran mayoría de los venezolanos, por sus pésimas condiciones económicas, personales y profesionales y al mismo tiempo, angustiados ante la tragedia nacional.

 El presidente Maduro y su gobierno están obligados a entender que no pueden continuar violando la Constitución Nacional y mucho menos seguir infligiendo tanto daño  a  nuestro país y a los venezolanos, con el único fin de mantenerse en el poder “como sea”, sin que eso tenga una violenta reacción en los venezolanos y en la Fuerza Armada Nacional. Si Nicolás Maduro tuviera un mínimo de sensatez, sería suficiente para dar paso a un gobierno de transición que permita superar la actual tragedia nacional. De no hacerlo, pensando que es posible mantener posiciones inconstitucionales y arbitrarias como la que se atrevió a señalar públicamente: “no habrán elecciones mientras no estemos seguros de que el PSUV pueda ganarlas”, estaría provocando una reacción en todos los estamentos de nuestra sociedad que se verían obligados a utilizar  la fuerza para restablecer la vigencia de la Constitución Nacional. Ese desafío que usted, presidente Maduro, está haciendo a los venezolanos, fue el mismo que hizo el general Marcos Pérez Jiménez cuando decidió  imponer un plebiscito en lugar de las elecciones que establecía la Constitución de 1953. El bombardeo de Miraflores en la madrugada del 1° de Enero lo hizo regresar a la realidad. 23 días más tarde, ante la exigencia de las Fuerzas Armadas de que entregara el poder, tuvo que viajar hacia Santo Domingo en la “Vaca Sagrada”, atendiendo el inteligente  consejo que le dio su íntimo amigo  el General Luis Felipe Llóvera Páez, al decirle: “Vamonos Marcos, que pescuezo no retoña”. Reflexione, presidente Maduro. No  conduzca a Venezuela a la violencia. La sangre que pueda derramarse caerá sobre su conciencia. Piense en la historia.

Caracas, 26 de febrero de 2017.
fochoaantich@gmail.com.
@FOchoaAntich