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lunes, 14 de octubre de 2019

SER MILITAR… ES MÁS QUE UNA VOCACIÓN. Por: Lic Danuel Chalbaud Lange. Opinión. Venezuela PARTE I.


SER  MILITAR… ES MÁS QUE UNA VOCACIÓN

PARTE I. SER MILITAR.
Ser militar impone a los hombres y mujeres que pretenden ser parte orgánica de la institución militar, una serie de limitaciones, las cuales aceptan o las reemplazan con la fuerza de un espíritu que hace de ése, su mundo militar, un apostolado para cumplir con la misión que le indican las leyes, la ética militar, su institución y su conciencia de buen ciudadano.  Esas limitaciones, algunas veces superiores a su fuerza física o intelectual, deben ser superadas, y están obligados a cumplirlas, siempre con la conciencia en la  frase  que: “cuando el clarín de la patria llama, hasta el llanto de la madre calla”.

 Ser militar exige condiciones, que  lo asemejan a otras profesiones, pero hay una característica que lo distingue de la mayoría y que más bien lo asemejan a la del sacerdocio: el desprendimiento obligado de muchas cosas.
La sociedad obligatoriamente impone límites y restricciones comunes al ser humano para que, siendo como somos, diferentes, tratemos de lograr un grado de armonía que nos permita convivir en libertad de acción y de conciencia, respetando la acción y la conciencia de los demás. Esa libertad de acción y de conciencia, muy discutida y defendida por los que en la sociedad constituimos “el mundo civil”, está muy limitada en ése otro mundo que denominamos “mundo militar”.

  Los ejemplos son la mejor explicación y comprensión a esas limitaciones. Pensemos en ése joven, que con inclinación por la carrera de las armas, es seleccionado para ingresar como aspirante en la Escuela Básica. Desde el primer día comienza un cambio radical en su vida: durante varios meses dejará de llamarse Pedro Jiménez, Raúl Ramírez u Otoniel Rincón, para comenzar a ser llamado “nuevo”, “recluta”, caimán”, “lacio  y otros apelativos que lo identificarán al igual que a todos los que ingresaron con el;  desde el primer día tendrá que vestirse con un uniforme igual a los demás;  al igual que los demás, a las cinco de la mañana, al oír la diana, tendrá  obligatoriamente que al levantarse, arreglar en minutos la cama, vestirse con el uniforme de ejercicio, llegar puntualmente a la formación, cumplir hasta el cansancio con los ejercicios corporales estipulados, regresar corriendo a la ducha, ir al dormitorio a ponerse el uniforme militar que con el tiempo, a los que queden por aguante, llega a formar parte de su propia piel.... Y así, sigue la diaria dinámica con las obligaciones de ir a clases, formación, ejercicios, guardias nocturnas, misas, sanciones, arrestos, negación de salidas sabatinas,  etc.

  Por su propio esfuerzo y aguante a las vicisitudes y amarguras en su nueva vida militar, va formando parte de la sangre nueva de la institución  y, comenzará, por su constancia y voluntad, a escalar posiciones y jerarquías, a recibir reconocimientos, placas y condecoraciones; acreencias  que lo llevarán a cambiar los apelativos de “nuevo” o de “lacio”  por el de brigadier, alférez, subteniente, teniente, capitán, mayor, teniente coronel, coronel, capitán de navío o,  general o almirante y, a ocupar también, en forma ascendente, los cargos de comandante de escuadra, de pelotón, de compañía, de batallón, de  una brigada o de una división o el equivalente en otra fuerza componente de la F.A.N.  Su voluntad y méritos competitivos pueden también llevarlo a Comandante de su Fuerza,  máxima aspiración de aquel joven que hace 26 o 27 años atrás, ingresó  a la institución, con el orgullo  de ser militar.
Además, habría que destacar que la profesión militar es una “carrera de obstáculos” para optar a nuevos y obligados años de estudios y lograr grados y jerarquías.

  Allí no terminan las limitaciones.  Ese coronel, o general, no puede salir de vacaciones al exterior con su familia, si no tiene permiso de la superioridad.  Debe mantenerse callado y guardar compostura cuando un borracho indeseable le choca el carro y lo insulta en la vía pública. No tiene el humano derecho a demostrar miedo ante los enemigos de la patria, debiendo dar ejemplo de valor y sacrificio, aun a costa de su propia vida.  Está limitado hasta en su propia voluntad de dejar la profesión sin la autorización respectiva.

  Ser militar, lamentablemente para la mayoría, es ser visto y calificado como corresponsable de las arbitrariedades y abusos, que algunos malos e indignos militares hayan cometido.
Por ello, es muy importante  “no meter a todos en el mismo saco”. Muchísimos más son los dignos que los indignos.

  Una última reflexión sobre las condiciones físicas, morales y espirituales que conlleva a “ser militar”, me obliga a preguntarme si verdaderamente existe la inclinación, llamada vocación, de un ser humano, terrenal, para pasar los mejores momento de su vida, sujeto a infinidad de restricciones a su condición humana.  Pareciera entonces que no puede haber vocación por algo que limite el goce de la  libertad terrenal que el hombre aspira.  Vocación tienen lo sacerdotes, las monjas, quienes oyendo el llamado de la voz de Dios, se alejan de casi todo lo material para consagrarse a una misión netamente espiritual, cuya recompensa, más pronto o más lejana, está en otro mundo. Es la repuesta al llamado de la voz de Dios.

No existe en nuestro idioma castellano una palabra que resuma la inclinación de un ser humano, que vive y quiere disfrutar de la mayor parte de las bondades de este mundo, en especial el período de su juventud,  pero, por un no se qué, acepta y se adapta a las limitaciones de la vida militar.

  Definitivamente,  Ser Militar es mucho más que una vocación: es la respuesta al llamado de la voz de la Patria.


LIC. DANIEL E. CHALBAUD LANGE                                    
Valencia, octubre 2019