Un avaro vendió todo lo que tenía de más y compró una pieza de oro, la cual enterró en la tierra a la orilla de una vieja pared y todos los días iba a mirar el sitio.
Uno de sus vecinos observó sus frecuentes visitas al lugar y decidió averiguar que pasaba. Pronto descubrió lo del tesoro escondido, y cavando, tomó la pieza de oro, robándosela.
El avaro, a su siguiente visita encontró el hueco vacío y jalándose sus cabellos se lamentaba amargamente. Entonces otro vecino, enterándose del motivo de su queja, lo consoló diciéndole:
Maestro: valora las cosas por lo que sirven, no por lo que aparentan.
Twitter: @aragonzal
Cumaná, 08-10-2020