PAGINAS Y RECORTES

domingo, 29 de agosto de 2021

EL CORONEL XX. Por: FERNANDO FALCON VELOZ



EL CORONEL XX - FERNANDO FALCÓN VELOZ.

Lo vi en la playa de estacionamiento del IPSFA, arrastrando los pies, caminando hacia una incómoda mesita a saborear un café. Mi coronel XX era  el retrato vivo del héroe cansado. 
Los ojos claros y absortos que miraban como sólo miran los que han combatido, más allá de la vida y de la muerte. Era  la imagen  encarnada de todos esos hombres abnegados, arrogantes, valientes hasta la temeridad,  que sostuvieron con su  fusil, su sudor y  su sangre una democracia tambaleante mantenida a punta de petróleo y de dinero fácil y luego, la gran mayoría de ellos terminaron  olvidados por políticos imbéciles y  corruptos y por una patria ingrata y miserable.
Cincuenta  años después de aquella gesta, de haber derrotado a bala limpia al comunismo internacional encarnado en las tropas cubanas que por cuatro veces hollaron la soberanía nacional, allí están en el IPSFA, o la Previsión como le llamábamos cuando de verdad cumplía su misión, esperando unas medicinas que nunca llegan, un reembolso que se les escatima o una plaza en el Hospital Militar para poder morir entre los suyos, como corresponde y como se les niega.
Algunos están como perros callejeros, abandonados de todos, ya sea sepultados en cualquier ancianato de provincia o cumpliendo penas de cárcel domiciliaria por órdenes de una justicia venal y corrupta administrada hoy por quienes eran lacayos de los invasores, pagando con creces el delito de haber honrado un juramento y proteger la Patria hasta perder la vida. Otros, a salto de mata y en la bondad y amor de sus hijos, vegetan en el exterior y allí se consumen haciendo suya la frase de Escipión, el Africano: " Patria ingrata, no poseerás mis huesos"
Hasta su recuerdo borraron de los edificios militares, en tanto cualquier traidorecete a su Patria y a sus Instituciones erige un monumento a la memoria de los viles invasores cubiches en Machurucuto y humilla al Ejército haciendo desfilar nuestras tropas delante de ese mamotreto, en un ejercicio de desvergüenza e ignominia que no se veía desde los tiempos del Marqués de Casa León.
Y viéndolo allí, frente a un cigarrillo y un marroncito, con la mirada perdida y rememorando mejores tiempos, comprendí que la Nación jamás podrá pagarles a esos hombres la deuda que contrajeron con ellos durante esa larga y compleja lucha que hasta ahora termina en derrota momentánea. Se dio cuenta que lo miraba, lo saludé con mucho respeto y mirándome a los ojos me dijo: "Se en lo que andas, escribe sobre nosotros, cuenta quienes fuimos y lo que hicimos"
En eso estoy.

REMISIÓN: Eduardo Caldera y Moises Bunstein