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jueves, 23 de septiembre de 2021

¡No a la democracia, sí a la República! Por: Alberto Franceschi. Opinión. Política. Ciudadanía. Exilio. Venezuela. Mundo.




¡No a la democracia, sí a la República!

Por: Alberto Franceschi

@AFranceschiG

            La vieja discusión sobre el mejor sistema de gobierno sigue vigente. Muchos apuestan por la democracia como la garantía de pluralidad y respeto por los derechos. Sin embargo, los regímenes democráticos han degenerado hacia el caos.

Tenemos muchos ejemplos comprobados de que un sistema democrático a ultranza es la dictadura de la plebe, la dictadura de la mayoría que, por definición, es el caos; la demagogia, como decía Aristóteles.

Entonces, volvemos a la antigua discusión: Un gobierno de una oligarquía lleva implícito, por supuesto, una aristocracia, unas élites de poder; la monarquía conduce a la tiranía. Por su parte, la degeneración de la democracia es la demagogia. Un gobierno de todos es demagogia.

            Por ende, los Repúblicos no creemos en la democracia, sino que defendemos la República. ¿Qué significa esto? Pues simplemente que aspiramos a construir un régimen político de separación de poderes basado en los ciudadanos con libertad irrestricta, acceso masivo a la propiedad privada (que debe ser respetada y promovida), pertenecientes a un estado que adopte la más absoluta libertad de comercio y la más fluida participación de los ciudadanos en la administración pública de la sociedad.

De esta manera, estamos convencidos de que el mejor sistema está en una sociedad adscrita a los presupuestos minarquistas. Es decir, poco Estado, pero el suficiente para garantizar a los ciudadanos el acceso a la igualdad de justicia, a la educación para todos y al respeto de las personas como ente y proyecto fundamental de la sociedad.  Todo ello solamente se puede desarrollar plenamente en un sistema de libertades.

 En este sentido, hablo de República y no de democracia, porque al hablar de democracia se altera el concepto básico de lo que es la libertad colectiva, que es la que fundó por ejemplo la democracia norteamericana; que no era democracia, sino república.

La República de Venezuela: ¿A qué aspiramos los Repúblicos venezolanos?

Los Repúblicos somos una corriente política que aspira a ser una organización. No se trata de un partido político como se entiende tradicionalmente a los partidos. Somos una corriente, lo cual implica diversidad de opiniones que confluyen en un eje. Ese eje constituye entonces para los Repúblicos venezolanos construir en Venezuela una sociedad de libertades.

La República de Venezuela se supone que es una mixtura; una adquisición del siglo XIX que se corresponde con el pensamiento liberal español europeo, el cual era heredero de las ideas republicanas de la burguesía liberal. Es decir, la contraria a los dictados de los antiguos regímenes, como la monarquía.

Posteriormente, esa conformación evolucionó a una coexistencia de instituciones de separación de poderes, con una monarquía que conservó unos valores absolutamente restringidos a la representación de toda la nación y a la presidencia o jefatura de Estado.

En consecuencia, somos herederos de la tradición republicana, pero no de la española, sino de la norteamericana. Ciertamente, éramos parte del reino de España, y al independizarnos de España, nos convertimos en república, pero de acuerdo a la propuesta norteamericana.

¡No a la democracia, sí a la república!

Como hemos dicho, no es una democracia a la que defendemos los Repúblicos. Nosotros nos adscribimos a la República, basados en la propuesta norteamericana que distingue el hecho de que en una república debe haber separación de poderes.

Tal como decía el escritor y pensador español Antonio García-Trevijano, la gran conquista de Norteamérica es la libertad política colectiva, conocerse todos individualmente; o como dirían los seguidores de Gustavo Bueno, como personas, en un colectivo político que reconozca como central la lucha por la libertad.

La república es, por definición, el régimen que adoptamos los ciudadanos para ser libres, para adquirir, acceder y permanecer en un régimen de propiedad privada que rechaza y condena toda privación de la libertad y todo constreñimiento de esa libertad individual.

Eso supone que los Repúblicos somos un enemigo jurado de toda oligarquía, de toda aristocracia, de toda tiranía.

Contra la tiranía chavista

De esta forma, los Repúblicos venezolanos nos declaramos contra la oligarquía política que ha fundado la llamada democracia venezolana y el chavismo en Venezuela, que son dos etapas de la democracia basada en los partidos políticos.

Es un Estado de partidos en realidad lo que ha ocurrido en Venezuela. Antes era de un pluripartidismo, con la izquierda bastante ilegal; y ahora es una dictadura de la izquierda, con la figura de una democracia bastante restringida a partidos izquierdistas, y con la ilegalidad o proscripción de los partidos de centro y de derecha.

Nosotros, en cambio, abogamos por un régimen político de amplias libertades para todas las organizaciones, todas las corrientes políticas y corrientes de pensamiento.

Construir la República de Venezuela

Construir el cambio en Venezuela es un quehacer permanente, que se puede lograr con la voluntad educada de la inmensa mayoría de la población, que impida la degeneración del régimen de división de poderes y del respeto a los derechos de los ciudadanos.

En este respecto, podemos decir que somos de la parentela del liberalismo. Pero no del norteamericano, porque el liberalismo norteamericano es progre, es de izquierda; con toda la cháchara del feminismo radical y la ideología de género.

Claro que nos inclinamos por el derecho de todos a unirse libremente, pero bajo un régimen jurídico que les dé derechos legales, y no uno que instituya el caos. Lo que buscamos es una República, restablecer el orden y fundar las bases de un Estado sólido, independiente, mínimo y eficiente, que promueva el capitalismo moderno y apoye el desarrollo nacional sostenido en todos los sectores.

Repúblicos propone la República como sistema político. Un sistema de equilibrio de poderes independientes, con contrapesos de poder, que permitan al ciudadano ejercer con libertad el papel que le corresponde en el desarrollo de toda la nación. 


REMISIÓN: 
Humberto González Briceño