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jueves, 19 de mayo de 2022

LA POLITICA ANDA SURFEANDO. Por: Stanislaw E. Dubis Castillo. Opinión. Ciuadadaníuas. Politica. Exilio. Venezuela. Mundo.


LA POLITICA ANDA SURFEANDO. 

Stanislaw E. Dubis Castillo

Quizás suene poco común el título que doy a esta disertación, pero luego en el esbozo de las ideas que presentare espero que entiendan por qué digo que la política anda surfeando.

El surfista se mueve sobre la energía que posee la ola; se aprovecha de ella para desplazarse, hacer piruetas y evitar ser arrollado por la inmensa masa de agua que “lo persigue ̈. Generalmente el surfista experimentado alcanza su objetivo final sin contratiempos y culmina su acto cuando ya la ola ha perdido fuerza. Llegar al final sin ser absorbido por la fuerza de la ola es un éxito. Cuando pierde el equilibrio y cae dentro de la enorme masa de agua, es revolcado sin piedad y solo su experticia y experiencia les salvan de morir ahogado. El surfista, puede decirse en este caso, fracasó.

Hace algún tiempo venimos observando fenómenos sociopolíticos que reciben muchas explicaciones; sin embargo, en mi criterio, muy pocas veces se tocan a fondo las verdaderas causas que dan origen a esos hechos. Enfocaremos nuestras consideraciones tomando como ejemplo los eventos políticos más recientemente acaecidos en países como Perú, Chile, Argentina, México, con lo que acontece en España en la actualidad o con lo ya arraigado hace veintitrés años en Venezuela.

Si miramos la evolución de la sociedad moderna, encontraremos que hay infinidad de aspectos que sobrepasan y doblegan el concepto político tradicional del Estado-Nación que hasta ahora conocemos, por ejemplo: el surgimiento de la banca virtual, las criptomonedas, las Redes sociales, el comercio “on line” y muchas otras actividades que ya están arraigadas en la sociedad y el mundo. Fundamentalmente el Estado-Nación y sus herramientas administrativas se quedan rezagados ante la absorbente y dinámica globalización económica.

En mi criterio, el modelo político establecido hace algo más de tres siglos y quese origina en Europa ha dejado de ser eficiente, ya no funciona, está prescribiendo al igual que los modelos o conceptos administrativos que le antecedieron, la monarquía o el feudalismo, por ejemplo. 

Los políticos, que resultan ser “los administradores” del Estado- Nación siguen aferrados a sus principios tradicionales y mantienen conceptos que cada vez se alejan más de lograr satisfacer las expectativas de las masas, solo por nombrar las más básicas: educación, salud y seguridad, las que integradas en conjunto generan esa sensación de “bienestar social”. Paralelamente esos “administradores públicos” son actores de escándalos de diversa naturaleza tales como: malversación de fondos públicos, corrupción, componendas y arreglos políticos en su propio beneficio, y muchas más. Lo que hacen, lo realizan ignorando por completo el impacto y la decepción que sus actos originan en quienes los eligieron. 

Algunos autores como Argemir Barbaresco, en su análisis de “La Crisis del Estado-Nación” lo ha planteado como “El choque de conceptos entre lo que podemos denominar la Soberanía Moderna y la Soberanía Posmoderna”, lo que no es más que una referencia a la globalización o el surgimiento del imperio mundial, término que ha sido manipulado recientemente en diversas direcciones. 

Los colectivos nacionales, los ciudadanos, son esa ola que mencionábamos al principio, son la verdadera fuerza la que mueve las direcciones políticas en cualquier nación. La mayor parte de la sociedad está cansada y frustrada de ver insatisfechas sus expectativas y muestra su rechazo hacia esa forma política que comienza a esfumarse y que ha entrado en un proceso de transición pésimamente manejada por los políticos haciéndonos “víctimas” de esa realidad.

La venganza del colectivo para expresar su rechazo a lo que lo está afectando es canalizada a través del voto, por eso muchas veces se menciona el “voto castigo” para definir fenómenos políticos inesperados. Pienso que resulta redundante explicar que la mayoría de votantes, esa fuerza que pone y quita presidentes, está en manos de los ciudadanos más afectados por la administración política, los más vulnerables, los de la más baja escala social: los más pobres.

Por eso es que vemos el surgimiento de la fuerza dinámica de la ola,arrastrando y ahogando al surfista, es decir, al político tradicional, al representante del modelo caduco o en vías de desaparecer. Esa realidad es manipulada por la izquierda en cualquiera de sus versiones y conceptos. La izquierda utiliza el populismo para aprovecharse de la frustración del ciudadano y para ello le vende lo único que el pobre puede adquirir y por lo que no paga: esperanza de ver un cambio en sus vidas.

Lo que ocurre con la izquierda cuando asume el poder no es necesario  explicarlo, pues todos los conocemos; sin embargo, aún hay miles de personas a quienes les cuesta entender la terrible crisis política Española, o por qué gana Boric en Chile, Pedro Castillo en Perú, López Obrador en México, por qué Petro amenaza con erigirse presidente de Colombia y; sin ir más lejos, por qué la oposición venezolana ha resultado un fiasco en el manejo de la crisis nacional. 

Los políticos tradicionales están surfeando sus realidades sociales y cada vez más se alejan de quien tiene la verdadera fuerza y poder: la ola representada por ciudadanos frustrados y con expectativas de cambios. Ese vacío es aprovechado y explotado por la izquierda, o por redes de delincuentes, narcotraficantes y narco criminales para hacerse de poder político, conculcar la institucionalidad y operar a sus anchas.

El concepto administrativo del Estado Nación tiene que ser redefinido con urgencia, así como el estilo del manejo político y la administración que llevan a cabo sus responsables, o nos veremos inmersos en un fracaso descomunal que nos arrastrará, tal vez nos ahogará en la ola de confusión y descontento social, y de lo cual será verdaderamente difícil recuperarnos.

ANEXO: LA POLITICA ANDA SURFEANDO.pdf

IMAGEN SUPERIOR: Foto extraída de: Try not laughs, publicada en EL GUACHIMÁN: Guaidó el surfista