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viernes, 24 de mayo de 2024

Llegar a 2050. Por: Andrés Hoyos. El Espectador. Colombia.

 

Llegar a 2050


Andrés Hoyos
22 de mayo de 2024 - 05:05 a. m.

Voy a ponerme optimista y decir que viviré hasta los 90 años, incluso alguito más. De los cinco miembros de mi familia materna , tres pasaron de esa cifra. Dado mi estado de salud, no es imposible. Claro, también podría firmar la planilla pasado mañana, pero la fantasía fantasía es. Según todo esto, a mí lo que de veras me incumbe es lo que sucederá de aquí a 2050. Los pronósticos, claro, nunca paran ahí. Antes por el contrario, es después de esa fecha cuando se ponen inquietantes de verdad, ya que a partir de ahí se espera lo crucial. Dicen los cálculos actuariales que un niño que nazca hoy y pase los riesgos de la primera infancia vivirá hasta pasado el año 2100. O sea que son ellos quienes deberán lidiar con las consecuencias de los yerros del presente, para no hablar de sus hijos y nietos. Ahora bien, si algo va quedando claro es que para solucionar lo que el planeta les encargue tendrán una educación en promedio muy superior a la actual. Dicho de otra forma, verán problemas graves y estarán capacitados para afrontarlos.

El recurso natural más importante de todos, la inteligencia humana, ha sido muy mal explotado en el pasado, con claras y notables excepciones. Tiene que quedar claro que su cultivo debe empezar en la infancia y adolescencia. “Reiniciar” la mente de una persona de 40 o 50 años, por así decirlo, no tiene resultados muy prometedores, a menos que desde antes se haya “programado” para los reinicios constantes, o sea, para aprender de forma constante.

Uno lee por ahí crónicas de infantes prodigio que lo siguieron siendo; otros no. Sin embargo, para el futuro de la especie importa sobre todo la creatividad promedio de millones y millones de habitantes, claro, sin despreciar los aportes de los grandes inventores y descubridores, que por lo que se ve siguen surgiendo a buen ritmo. Dos casos de éxito vienen a la mente. El primero es la preservación de la capa de ozono, condenada a desaparecer hace un cuarto de siglo, con el riesgo de un aumento catastrófico del cáncer en la piel de millones de personas. Pues bien, se hizo lo que había que hacer y hoy esta capa está casi reparada del todo. El otro ejemplo fue el COVID-19, una amenaza de millones que hoy está cerca de haberse controlado en el mundo por la vía de las vacunas. O sea que cuando los riesgos colectivos muestran de forma clara e incuestionable una amenaza, la inteligencia humana se pone en raudo movimiento y produce resultados muy favorables muy rápido. Antes de la fecha del título muchas cosas se van a ensayar. Una que tendrá gran protagonismo, les guste o no a los puristas, es la geoingeniería, o sea, la decisión consciente y meditada de usar la ciencia y la ingeniería para afectar el medioambiente en una dirección virtuosa, por ejemplo, devolviendo una parte de la luz solar al espacio exterior o intensificando el consumo de CO2 mediante un aumento artificial de la fotosíntesis de los organismos en la superficie del mar.

Algo me dice que el desperdicio de jóvenes en las guerras va a disminuir, simplemente porque cada vez habrá menos en casi todo el mundo, con la excepción temporal de África. Según esto, Putin y Netanyahu son bichos del pasado. Uno espera que la gente no deje llegar al mando a personas así.

Cada día tienen más importancia los viejos, un grupo poblacional creciente, sus ocupaciones, su cuidado, su rendimiento. Muchos son depósitos de sabiduría que, con independencia de las aptitudes digitales, tienen que seguir haciendo su aporte.

andreshoyos@elmalpensante.com

FUENTE:  https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/andres-hoyos/llegar-a-2050/