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sábado, 16 de noviembre de 2024

No le perdonan la ingratitud al pueblo. Por: Enrique Meléndez


 FOTO: Imagen REFERENCIAL, donde la GNB detiene a un manifestante en Caracas, 

por cortesía de Foro Penal  


No le perdonan la ingratitud al pueblo

Enrique Meléndez

          Se cuenta que a Volteaire lo persiguió mucho la noticia de la muerte en la hoguera de un señor, a quien se le acusaba de practicar hechicería: la última quema de brujas, que se produce en la historia. A los venezolanos nos persigue en el día a día los dos mil presos políticos, que están detenidos  entre Tocorón y Tocuyito; muchos de ellos en condiciones infrahumanas; como otros enfermos; hacinados como animales. Pero lo más grave de todo es que en esa población penal hay unas trescientas mujeres, que sufren toda clase de abusos, y a quienes se les oye, pidiendo auxilio, a propósito de los videos que llegan por las redes sociales; además de setenta adolescentes. Durante el régimen de Juan Vicente Gómez se conoció una cárcel muy tenebrosa, donde murió el poeta Pío Tamayo, llamada La Rotunda, ubicada en el sur de Caracas, y que se caracterizaba porque allí no había respeto por ningún derecho humano, lo que regía era la crueldad, y de aquí que nace todo un género literario en la década de 1920, que versa sobre el tema carcelario, donde sobresale la novela Memorias de un Venezolano de la Decadencia de José Rafael Pocaterra.

          ¿Decadencia? A eso se había llegado, al último grado de la barbarie, como lo pronosticaba el Libertador, en términos de la utilización del terror de Estado, como garantía de la permanencia en el poder. Es aquí donde se calibra el despotismo; la exclusión; el otorgarle perdón al prójimo por el hecho de existir; cuando no, al desconocimiento vil de su condición humana. ¿De qué muere el poeta Tamayo? De un cáncer en la nariz, que le produce el hecho de no poder curarse una herida, que ha recibido allí; tomando en cuenta que Gómez no permite su liberación, para ser conducido a un hospital; cuando, más bien, lo que dice es que no le hablen más de este señor, salvo para anunciarle que se ha muerto. ¿He hablado de que entre los dos mil presos políticos hay enfermos? En especial, voy a referirme al caso de una señora de Carora, a quien detuvieron, a raíz de la muerte de su esposo. Esta señora se encontraba en su casa, al momento en que le llegan con la noticia, de que su esposo ha resultado herido, con motivo de unos disparos, que han salido de la casa del PSUV en dicha localidad, estando cercada dicha sede por una poblada que le ha caído encima, descontenta la gente con el resultado de las elecciones del 28 de julio, que considera fraudulento. La señora acude a asistir a su esposo, a quien tienen que trasladar para Barquisimeto, ya que no hay cupo en ningún centro asistencial de Carora. Allá le dan una lista, para que compre los insumos médicos y fármacos, que necesita su esposo, para ser intervenido. Se trata de una señora, que se gana la vida haciendo servicios de limpieza, mientras su esposo es un mototaxista. Va a Carora, logra colectar unos dólares en el barrio, donde vive, y cuando se dispone a entrar al hospital, dos agentes vestidos de negro la detienen, se la llevan para un centro de reclusión, le roban el dinero. La conducen, primero, para la cárcel de Uribana, luego, para Pata e Palo, ambos recintos ubicados en la capital larense y, últimamente, se ha sabido que ha sido trasladada a Las Crisálidas de Los Teques; acusada de terrorismo, por lo que le impusieron una pena de treinta años y resulta que la señora sufre de un cáncer, está en un tratamiento de quimioterapia, y que no lo ha podido seguir, porque no la dejan salir. Otra cosa: la señora se vino a enterar, de que su esposo se había muerto de peritonitis, al momento de ser intervenido, porque la jueza se lo dijo. Lo que demuestra que los regímenes totalitarios castigan duro a los pueblos que les son ingratos.

          Fue célebre la muerte de Alberto Carnevalli, secretario general de AD en la clandestinidad, en las mazmorras de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez de un cáncer linfático, que le avanzó allí sin asistencia médica, y para que se observe como son los giros del destino; Laureano Vallenilla-Lanz, su verdugo, entonces ministro del Interior de aquel régimen; residenciado en Mónaco en una villa, que había comprado, a propósito de una enorme riqueza que había acumulado, que no viene al caso decir como lo hizo; luego de haber huido del país poco antes del 23 de enero de 1958, en el año de 1973 intentó infiltrarse al territorio, solicitando clemencia al entonces gobierno de Rafael Caldera, para que se le permitiera venir a morirse aquí de un cáncer linfático, que padecía. Se le detuvo por unos días al que había sido el operador político del régimen perezjimenizta; tras de una orden de captura; al final, se le terminó deportando. Es decir, no se le dejó morir en las mazmorras, como él sí a Carnevalli.

          Por cierto, al respecto de que yo decía que Stalin había sido el primero en establecer los campos de concentración, un amigo me dijo que Solyenitsin sostenía que el Gulag había comenzado con Lenin; aunque otro amigo, comunista recalcitrante, considera que el verdadero creador es Trotsky, y quien se ocupó de aplastar la famosa contrarevolución, que intentaron tenderle "las fuerzas imperiales capitalistas", al gobierno bolchevique, al frente del llamado Ejército Rojo; segundo de a bordo después de Lenin en aquella revolución, y quien terminó siendo víctima de sus propios métodos, a propósito de su asesinato en México, ordenado por Stalin. ¿La revolución devora a sus hijos?

          Por supuesto, este pesar que lo persigue a uno, con motivo de la situación de dicha población penal, se acrecienta, cuando uno oye decir a Tarek William Saab que, en efecto, hay adolescentes presos, pero que no hay sino de 17 años; cuando hay denuncias de chamos de 15 y 16 años; cinismo mayor el de Saab, cuando alega que los israelíes han detenido hasta niños de doce años, y que están presos, porque intentaron promover una guerra civil; por supuesto, incitados por María Corina Machado y Edmundo González Urrutia. He allí el mundo del absurdo, un concepto que el psiquiatra Rodríguez utiliza muy a menudo: por reducción al absurdo.

@emelendezo



De: Enrique Melendez O. melendezo.enrique@yahoo.com
Date: sáb, 16 nov 2024 a la(s) 8:58 p.m.
Subject: artículo 
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