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miércoles, 9 de septiembre de 2009

SIN INSTITUCIONALIDAD MILITAR / Por: Gral de Div. (Ej) Fernando Ochoa Antich

Mi padre fue oficial de las Fuerzas Armadas. Se graduó en la Escuela Militar en 1926. Tuvo una importante figuración, en el campo militar, durante los gobiernos de Eleazar López Conteras e Isaías Medina Angarita. Pasó al retiro el 18 de octubre por defender el gobierno constitucional. Después ocupó importantes cargos políticos y diplomáticos. Digo esto para demostrar la vinculación de mi familia al proceso de formación de las Fuerzas Armadas que ocurrió en Venezuela durante el siglo XX. Estuvimos vinculados a ese proceso por más de ochenta años. Uno de los mitos venezolanos, que ha tenido más difusión en nuestra historia, es aquel que sostiene que las Fuerzas Armadas venezolanas tuvieron su origen en el ejército Libertador. Eso es falso. Después de 1830, el ejército Libertador desapareció totalmente. Se estableció el sistema de milicias. Los soldados eran los peones de las haciendas, primero de los héroes de la independencia, después de los caudillos de la Guerra Federal. Ese sistema estuvo vigente hasta el triunfo de la Revolución Liberal Restauradora. Los generales Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez impulsaron la creación de un ejército regional para poder enfrentarse a los caudillos liberales. Lo lograron en la batalla de La Victoria, al derrotar la Revolución Libertadora.

A partir de ese momento, empezó un largo y accidentado proceso, de muchos años, para lograr la modernización, la profesionalización y la institucionalización de las Fuerzas Armadas. De un ejército pretoriano, al servicio de la dictadura gomecista, se fue progresivamente transformando: primero, en una organización profesional; después, en una institución al servicio del Estado. No hubo un solo gobierno, que no aportara su esfuerzo particular para lograr alcanzar esa trascendente transformación. Los generales Eleazar López Contreras e Isaías Medina Angarita iniciaron el proceso de profesionalización de las Fuerzas Armadas. Justamente, El Nacional acaba de publicar la biografía de Tulio Chiossone. Allí se reconocen sus extraordinarias condiciones de abogado y de estadista. En su desempeño como auditor de guerra, durante el inicio del gobierno del presidente López, creó toda la estructura legal que ha regido, hasta hoy, a las Fuerzas Armadas. La dictadura de Marcos Pérez Jiménez le dio un importante impulso a la modernización de las Fuerzas Armadas. Se crearon los cursos de especialización y de Estado Mayor y se estructuró un sistema de meritocracia que fortaleció la eficiencia de las Fuerzas Armadas. Su efectividad en la lucha contra de guerrilla fidelista demostró sus firmes bases profesionales.

Los principales hechos históricos del siglo XX venezolano, para bien o para mal, tuvieron como actor fundamental a las Fuerzas Armadas. Alrededor de su unidad y fortaleza, se edificó el proceso que condujo al país de la dictadura de Juan Vicente Gómez a la democracia representativa. Sin duda, hubo grandes dificultades. La derrota de los caudillos y el establecimiento de la paz; la compleja transición democrática de los presidentes López y Medina, la Revolución de Octubre, el derrocamiento del presidente Gallegos, la dictadura militar, el fraude electoral de 1952, el derrocamiento de Marcos Pérez Jiménez, la lucha contra la guerrilla fidelista, el 4 de Febrero y el triunfo electoral de Hugo Chávez. Esa larga actuación, nos enseñó a los militares de ese tiempo, una gran lección: las Fuerzas Armadas no deben, por ningún motivo, vincularse a los éxitos o fracasos de un gobierno determinado. Hacerlo, destruye el natural equilibrio interno, compromete el profesionalismo y la meritocracia militar y, lo más grave, genera en el pueblo sentimientos de simpatía y de odio que, a la larga, debilita la confianza que debe tener la sociedad en sus Fuerzas Armadas.

Esa lección parece que ha sido olvidada por las nuevas generaciones militares. Escuchar la polémica arenga del coronel Antonio Benavides Torres y la manera de hablar del general Juan Francisco Romero muestra, a simple vista, un proceso de destrucción institucional que no tendrá un buen final. Eso le ocurrió a las Fuerzas Armadas durante la dictadura pérezjimenista. Su respaldo incondicional a ese régimen, comprometió su prestigio social. Recuperarlo costó mucho esfuerzo. Lamentablemente, la historia se repite. Respaldar, fuera del límite legal, al régimen chavista tendrá delicadas consecuencias en el destino de las Fuerzas Armadas. Un buen ejemplo de cómo se han debilitado los valores fundamentales de las Fuerzas Armadas, es la forma cómo los oficiales activos tratan a los retirados. Las pensiones se deterioran, los servicios sociales no son eficientes y pare usted de contar. Nadie se preocupa. Pareciera que los oficiales activos no van a pasar al retiro. Lo más doloroso es observar la falta de camaradería para defender las actuaciones históricas de algunos compañeros de armas. "Con la vara que midas serás medido".

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