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miércoles, 28 de octubre de 2009
DOÑA LUISA CACERES DE ARISMENDI/Mujeres valiosas de Venezuela/ Por: Yayitta Rainiero
En el ámbito de cualquier actividad de todas las naciones, siempre han existido las valiosas mujeres que, como dice el dicho: “Detrás de un hombre, siempre hay una gran mujer”, y Venezuela no podía quedarse atrás; la gama de mujeres valiosas que ofrendaron y ofrendan sus vidas en aras de la libertad de nuestro país, es incomparable. Comenzando este recuerdo, ofrecemos un pequeño homenaje a ellas, en este caso, nos vamos a referir a:
DOÑA LUISA CACERES DE ARISMENDI.
Dueña de una férrea voluntad, esta Dama caraqueña, nacida el 25 de septiembre de 1799, hija de Don Domingo Cáceres y Doña Carmen Díaz, pertenecientes a la alta sociedad de nuestro país, tuvo una vida preñada de acontecimientos inverosímiles, dolorosas vicisitudes, sufriendo toda clase de atropellos, pero dignificando su condición de mujer noble, orgullosa de su estirpe; mujer que en sus primeros años, hubo de enfrentar persecuciones, confiscación de bienes, muerte de sus familiares, cautiverio, destierro e infinidad de contratiempos.
En torno a la vida de nuestra ilustrísima heroína, se sucedieron hechos tan importantes como injustos, sufrió muchas penurias que sólo podía combatir con la verticalidad de su pensamiento, su fe y la creencia ciega en las ideas libertarias que soñaba para su país. En tan corta edad –sin infancia-, vivió tristezas, amarguras, alegrías, desencanto, dolor, emociones éstas que ayudaron a fortalecer su espíritu combativo, convirtiéndola en una audaz, valiente y altanera dama que supo defender con honor, los valores de la mujer venezolana, para demostrar sin ambages la reciedumbre y fortaleza del ser humano ante la adversidad.
Cuenta la historia que el 6 de marzo de 1814, comienza el calvario de Luisa Cáceres Díaz, quien disfrutaba junto a sus familiares de una invitación que les formulara el comandante Juan José Toro, en Ocumare de la Costa, cuando las tropas realistas al mando de Francisco Rosete, los asaltan y asesinan degollando a don Domingo Cáceres, padre de Luisa, en vista de este lamentable asalto, llegan los patriotas al mando de Juan Bautista Urdaneta, en auxilio de los sitiados y justamente en el componente militar estaba Félix Cáceres, hermano de Luisa; las tropas patriotas son derrotadas y Félix es hecho prisionero y ejecutado en la horca el día 16 de marzo de 1814. A escasos seis meses de esa tragedia, el 7 de julio del mismo año y en la travesía hacia Oriente, ante las tropas del infame José Antonio Boves, mueren cuatro de sus tías, quedando vivos ella y un hermano menor. Luego de estos tristes acontecimientos, llegan a la ciudad de Barcelona, Luisa, acompañada de su madre doña Carmen y su hermano menor.
Al motivarse la derrota de la batalla de Aragua de Barcelona, Simón Bolívar ordena la evacuación de su gente hacia Cumaná, pasando por Pozuelos y Santa Fe, donde después del cansancio ocasionado por el fatigoso tránsito, logran llegar a su destino pero a la voz del arribo de los enemigos, han de continuar su periplo hasta llegar a Cariaco, donde son dirigidos por José Félix Rivas.
Pasados varios meses de la pena por la pérdida de sus seres queridos, a mediados de octubre llegan a la ciudad de Margarita donde los espera el entonces Coronel Juan Bautista Arismendi, con quien contrae nupcias, el 4 de diciembre de 1814. Tratando de encontrar un poco de felicidad en su vida de casada, la fatalidad la acomete nuevamente y el 24 de septiembre de 1815 las autoridades españolas ordenan la captura de Arismendi, quien logra escaparse hacia el cerro Copey.
El ejército de Tomás Morillo estaba fondeado en Puerto Santo y por ordenes del jefe militar designado por Francisco Tomás Morales en Margarita, Luisa, que estaba en estado de gravidez, es tomada como rehén para doblegar al esposo a rendirse, siendo encerrada en la casa de la familia Amnés y luego confinada a los calabozos de la Fortaleza de Santa Rosa ese fatídico 24 de septiembre. Por su parte Arismendi no cesa en sus funciones de militar y logra tomar como prisioneros a varios españoles entre ellos a Cobián de la Fortaleza de Santa Rosa, motivo por el cual el jefe realista Joaquín Urreiztieta enfrenta a los esposos, le propone a Arismendi canjear a Luisa por prisioneros y ella dice que no con la cabeza, a lo que Arismendi responde: “sin Patria no quiero esposa”.
En vista de esa negativa, Luisa es encerrada es un inhóspito cuartucho, allí permanece sola y mantenida a pan y agua; maltratada, vejada y humillada por las tropas realistas, permanecía en silencio, día y noche siempre sentada y casi sin respirar para no llamar la atención de los celadores; en esa mísera prisión el 26 de enero de 1816, da a luz a una niña que no sobrevivió por las condiciones infrahumanas que afrontaba Luisa en el calabozo y así, enferma y con un gran dolor en el alma, tiene que botar a su hija por no poder enterrarla. Una noche escuchó un rumor de asaltos, pensó que podrían ser los patriotas pero al día siguiente, su dolor llegó al climax al escuchar los lamentos y gritos de los soldados heridos en la batalla de la noche y comprobar que eran los patriotas los vencidos. Los desalmados guardias la sacaron del calabozo y la hicieron pasar por encima de los cuerpos de los soldados muertos y heridos y obligada a tomar agua putrefacta del pozo que servía de aljibe en la prisión y donde caía la sangre de los cadáveres. Nuevamente y pasados algunos días, es llevada al Fortín de Pampatar, donde pasa algunos días por orden de los brigadieres Juan Bautista Pardo y Salvador Moxó, la llevan a la prisión de La Guaira y de allí va prisionera al Convento de la Inmaculada Concepción de Caracas, el 22 de marzo de 1816., donde la mantienen incomunicada.
Los triunfos de Arismendi en Margarita y los de José Antonio Páez en Apure obligan a Moxó a llevar a Luisa de nuevo a La Guaira el 24 de noviembre de 1816, y su suerte se decide el 3 de diciembre de 1816, cuando es enviada a Cádiz, pero el barco donde iba es asaltado y sus pasajeros abandonados en la isla Santa María de los Azores, lugar donde ella es tomada como botín; finalmente y sin posibilidad de regresar a Venezuela logra llegar a Cádiz en calidad de confinada, el 17 de enero de 1817.
Es presentada a las autoridades, las cuales le otorgan una pensión de 10 monedas diarios y confían su cuidado al médico José María Morón y a su esposa doña Concepción Pepet, quienes pagan una fianza y se comprometen a presentarla mensualmente ante los jueces. El gobierno le exige firmar un documento donde manifestaba su lealtad al Rey de España y renegar de la filiación de su esposo y su respuesta categórica fue:”que el deber de su esposo era servir a la Patria y luchar por libertarla”. Se evidencia con estas palabras, el gran amor y compenetración existente en la pareja, que a pesar de la separación, existía un acuerdo tácito, profundo e inquebrantable de sus ideas de Libertad para la Patria.
Fueron largos días de destierro y desolación sin recibir noticias de sus familiares ni de su esposo, realizando toda clase de labores incluyendo el de costurera; pero en marzo de 1818 y compadecidos por el sufrimiento de esta joven cautiva, el teniente Francisco Carabaño y míster Tottem, deciden ayudarla a escapar de Cadiz hacia América; se prepara todo para la fuga, se despide de sus benefactores, ofrece que su esposo pagará todos los gastos que ocasione cuando llegue a Margarita y embarca en una fragata con bandera norteamericana y el 3 de mayo de 1818, llega a Filadelfia; donde conoce a la familia del general Lino de Clemente, .ya emigrados, quienes le brindan protección, amistad y apoyo.
Arismendi comisiona al Coronel Luis Rieux para visitar a Luisa y encargarle su traslado hacia Margarita a donde desembarca el 26 de julio de 1818. Finalmente el 19 de septiembre de 1819 el Consejo de Indias dicta una resolución que le concede absoluta libertad y le faculta para fijar su residencia donde desee. Al recobrar su libertad, eligió a la ciudad de Caracas, próspera ciudad donde al fin, pudo encontrar su felicidad y vivió una vida silenciosa al lado de su esposo el General Juan Bautista Arismendi;,formando una familia numerosa compuesta por doce hijos, tres varones y nueve hembras: Juana Bautista (la niña nacida en el calabozo de Santa Rosa), Juan Bautista, Aurora, Miguel, María, Carmen, Amalia, Ana Teresa, Abelardo, Dolores, Adela y Luisa. Vivió disfrutando su vida hasta el día de su muerte el día 2 de junio de 1866.
Como insigne mujer, Heroína de la Independencia de Venezuela, a la hora de su muerte le correspondieron los honores de una personalidad importante para el País, siendo la primera mujer que sus restos reposan en el recinto del Panteón Nacional de Venezuela, desde el 24 de agosto de 1876.