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sábado, 9 de enero de 2010

El último viernes negro // Por: Antonio Sánchez García

Naufragan sin remedio. Repiten viejas taras, enseñan su insólita cortedad de ideas y demuestran la patética levedad de su seriedad política. Son unos payasos. En donde quiera se les vea. Despierta Venezuela. Estás al borde del abismo. Llegó la hora de sacar fuerzas de flaqueza.

Antonio Sánchez-García
ND Enero 8, 2010
El último viernes negro

Luis Herrera Campins se estará revolcando en su tumba: a un cuarto de siglo de distancia del primer gran acto de la tragedia económico política venezolana, que terminara con mucho más de medio siglo de estabilidad cambiaria y fortaleza financiera, le pusiera fin a la democracia subvencionada por decenios de 4.30, abriera consiguientemente el ciclo de la inestabilidad política y despertara las ambiciones cuarteleras vuelven los Idus de Marzo de la debacle cambiaria. Se abre así el último capítulo de la inestabilidad política que amenaza con derrumbar estrepitosamente las pretensiones vitalicias del teniente coronel. En este 2010, año crucial que se anuncia con sonoras trompetas de Jericó. Provoca gritarle, para que él, los suyos y quienes le eligieran entiendan de una buena vez que un cantinero analfabeta y fabulador no puede regir un Estado de tomo y lomo: ¡la economía, estúpido!

Venezuela asiste al acto final del derrumbe estrepitoso de otro ciclo más de bonanza petrolera, estupidez fiscal y amargo despertar. Creyéndose en la Rusia Soviética de 1917, pero atiborrada de dólares, nuestro Lenin tropical decidió soliviantar con su trasnocho a todos los chulos de la región.

Hoy, por culpa exclusivamente suya en la inexorable carraplana, ninguno de ellos vendrá en auxilio de una nación desgarrada por la ignorancia de sus gobernantes. Quien menos, Lula da Silva, el que más ha profitado de nuestra riqueza ilusoria. Novecientos cincuenta mil millones de dólares administrados por unos zarrapastrosos, ladrones y muertos de hambre. Medio legitimados por un profesorzuelo de economía con ideas legañosas y una visión de la economía digna de un graduado de la Universidad Lumumba.

Chávez terminó siendo no sólo más de lo mismo - borrachera irresponsable y dispendio escandaloso de recursos para terminar comiéndose a dentelladas la gallina de los huevos de oro - sino una versión en tecnicolor y tercera dimensión, ampliada en su voracidad corruptora hasta la saciedad y la angustia, del primer Carlos Andrés Pérez. Un auténtico santo varón en comparación con quien pretendiera asesinarlo. Y obtuviera el Poder en recompensa. Dios castiga, pero no a palos.

Vaya la mentira por delante. “Nosotros jamás devaluaremos”. ¿Cuántas veces se lo oímos al capitán Acab de nuestras finanzas, don Jorge Giordani? ¿Cuántas veces se pavoneó el cantinero mayor ante sus focas vestidas de rojo en sus patéticos dominicales señalando que “la Venezuela bolivariana está blindada ante la crisis”?

¿Blindada?
Pero la verdad tiene su hora. Esta colosal devaluación, neo liberal hasta los tuétanos y de la peor especie, cuyos efectos terminarán liquidando los ahorros de los venezolanos y abriéndole las fauces al dinosaurio de la inflación, haciendo trizas los bolsillos de millones y millones de venezolanos, demuestra que la sentina está llenándose hasta los bordes de materia fecal. Chávez y su patética revolución bolivariana están con esa agua al cuello. Naufragan sin remedio. Repiten viejas taras, enseñan su insólita cortedad de ideas y demuestran la patética levedad de su seriedad política. Son unos payasos. En donde quiera se les vea.


¿Alguien creyó que con un tontón como Carlos Escarrá o una ignara como Cilia Flores, con unos impresentables como Darío Vivas o el diputado Dugarte, la Venezuela de Bolívar y Sucre, de Páez y José María Vargas, de Soublette y Andrés Bello, de Rómulo y Uslar Pietri sería algo más que este sangriento sainete de mala muerte?

Despierta Venezuela. Estás al borde del abismo. Llegó la hora de sacar fuerzas de flaqueza.




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Alberto Rodríguez Barrera