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jueves, 27 de mayo de 2010

Conspiración Castrista // Por: Luis Marín


Fidel Castro en su primera visita a Venezuela tras el triunfo de la Revolución Cubana

Por: Luis Marín // 27/5/2010
 El hecho más importante de la política venezolana actual es la inusual emergencia de la intervención cubana, que siempre había estado larvada desde el inicio de la revolución el 1º de enero de 1959. Apenas 15 días después de su entrada en La Habana, Castro entró triunfalmente en Caracas, para celebrar el primer aniversario de la caída de la dictadura de Pérez Jiménez, imagen paralela del cubano Fulgencio Batista.
El 23 de enero de 1959, más emocionado que en Cuba, lanzó esta consigna en la Plaza O’Leary de El Silencio, ante un público delirante: “Si la unidad de nuestros pueblos ha sido fructífera, ¿por qué no ha de serlo más la unidad de las naciones?” Y agregó: “¡Ojalá que el destino de nuestros pueblos sea un solo destino!”
Un breve vistazo a los hechos muestra cuándo comenzó la cubanización, si ya en julio de 1958 los conspiradores cubanos habían lanzado desde aquí el “Pacto de Caracas”, en el que toda la oposición cubana se comprometía a seguir la que será una línea indeclinable de Castro: “La lucha armada”.
Se organizaron campañas a favor de la lucha insurreccional en Cuba, la más famosa de las cuales y nada casual, vista en retrospectiva, llamada: “Un Bolívar para la Sierra Maestra”. Para devolver los favores recibidos Castro proclamó: “Ese es el pensamiento bolivariano: Venezuela debe ser líder de la unidad de los pueblos de América”.
Por razones que sería arduo detallar, Rómulo Betancourt nunca se tragó el anzuelo. Desde el principio engarzó una disputa personal por el liderazgo al punto que la juventud de AD se fue con Castro, creó el MIR y acompañó al PCV en la lucha armada.
Cuenta Héctor Pérez Marcano, líder de la juventud de AD y del MIR, que paseando por las calles de La Habana, fue sorprendido por el despliegue en la Plaza de la Revolución de una gran pancarta con la foto de Douglas Bravo, para entonces líder de una facción rival a la suya, con lo que constató en carne propia que Castro era capaz de jugar en varios tableros a la vez, sin que un grupo supiera qué era lo que se negociaba con otro.
No obstante consiguieron que, en el memorable Mensaje a la Tricontinental de 1967 en el que el Che Guevara proclamó su guerra total contra el imperialismo norteamericano, se les incluyera en términos muy cuidadosos: “Pero la movilización activa del pueblo crea sus nuevos líderes: Cesar Montes y Yon Sosa levantan la bandera en Guatemala; Fabio Vázquez y Marulanda lo hacen en Colombia; Douglas Bravo en el occidente del país y Américo Martín en El Bachiller dirigen sus respectivos frentes en Venezuela.”
¿Quién puede dudar que las manos de Castro estén metidas en todos los alzamientos guerrilleros en Latinoamérica, si ellos mismos lo proclaman? ¿Cómo no advertir que nunca abandonaron el empeño por conquistar a este país si han ensayado invasiones, golpes de estado, elecciones amañadas y ahora tenemos cubanos hasta en las arepas?
BIENVENIDO, FIDEL. Pero la verdad sea dicha, esa calle es de dos vías. Hay mucho venezolano metido en esas invasiones, golpes de estado y elecciones. Todavía hay gente que agradece ingenuamente la presencia de cubanos, dejando de lado que para ejercer funciones públicas en el país hay que ser venezolano y para los altos cargos, por nacimiento.
Las penas que padecemos son exacta retribución a la insensibilidad ante el martirio del pueblo cubano. Nunca se mostró compasión por los fusilados, encarcelados y exiliados cubanos; en cambio, se ha exagerado la admiración por las vesanias Castro, el aplauso por sus tropelías contra derechos humanos, el embeleso por su discurso comunista y antiamericano.
No solo es la visita de 1959, en los albores de la revolución; en 1989, para la coronación de CAP II, una pléyade de intelectuales venezolanos publicó aquel celebérrimo manifiesto “bienvenido, Fidel” en que no cupieron las firmas, ni las alabanzas. Sería ilustrativo desempolvarlo para ver si alguno de aquellos firmantes se arrepintió; pero sería injusto con ellos olvidar que la exultación fue general.
Políticos, empresarios, comunicadores, ciudadanos de a pie, ¿quién no pagaba por una foto con Castro, como si fuera una estrella pop? ¿Qué será de la vida de aquella niñita que se hizo famosa por estar horas y horas, mañana, tarde y noche paradita frente al entonces Hotel Caracas Hilton esperando paciente por un autógrafo, un gesto, no se sabe qué del comandante? Toda esa devoción tiene que tener una raíz muy profunda, de padres a hijos, algo como llamarse Ernesto, Vladimir, Ilich, ¡Stalin!
Otra visita emblemática para otra coronación en 1999, fue ya como amo y señor. El país fue conquistado de adentro, desde la mente y el corazón, de manera que Castro es gobierno y oposición. Luego de invitado por Carlos Andrés Pérez y haber condenado los golpes de estado contra él, no tuvo empacho en recibir al golpista, en 1994, con honores de jefe de Estado. También al presidente Caldera, vale recordarlo, a quien  paseó manejando el jeep por La Habana, lo que para algunos es más apetecible que pasear en el carruaje de la Reina Isabel II por las calles de Londres.
Los Castro siempre, como comprobó temprano Héctor Pérez Marcano, han sabido jugar en varios tableros a la vez, sin que cada jugador sepa la evolución del juego del otro. Así, el 11 de abril de 2002 llamaron “presidente” a Carmona y Castro hizo diligencias personales para que el gobierno de España recibiera a un Chávez defenestrado, porque no estaba dispuesto a pagar el precio de tenerlo en La Habana.
Pero luego, con un golpe de timón, movilizó todas sus fuerzas para mantenerlo en el poder a cualquier precio: “La suerte de la revolución cubana depende de la suerte de la revolución bolivariana”, dijo. El hecho duro e incontrovertible es que el despliegue de ejércitos expedicionarios cubanos en Venezuela es la jugada político militar más audaz de Castro desde sus aventuras en África.
Entonces era heraldo de la Unión Soviética, proveedor de carne de cañón; ahora, utiliza su experiencia jugando a la política de gran potencia, convirtiendo en gobierno títere al de Venezuela, peón de su geopolítica neo comunista mundial.
NUEVA PERSPECTIVA. La historia se ve muy distinta teniendo a los invasores cubanos como telón de fondo y al régimen como gobierno títere. Qué diferente es advertir que la aparentemente inexplicable, por antinacional, expulsión de 23.000 petroleros, la élite de la industria, para copar PDVSA, fue ejecutada, no por Alí Rodríguez Araque, sino por su alter ego, el comandante Fausto, dirigido por Ramiro Valdez, no de ahora, para lidiar un problema eléctrico, sino desde aquellos años 60.
El 11 de abril se ve tan distinto. Basta recordar los francotiradores apostados en la Alcaldía de Caracas, donde hubo más muertos y heridos; en el Hotel Edén, en el Ministerio de Educación. Ahora descubre el general Antonio Rivero que los cubanos están entrenando francotiradores venezolanos, ¿con fusiles rusos Dragunov? Pero bueno, si para aquel entonces no había fusiles de esos en Venezuela, ni quien los manejara, ¿no cobran nuevo cariz los testimonios sobre francotiradores cubanos?
La denuncia de los pisos de la CANTV copados por agentes cubanos, no se sabe si solo con fines electorales u otros más interventores; la toma de notarías y registros; el asalto a Planta Centro, con el  pretexto de la crisis eléctrica y la declaración de “saboteadores” contra los venezolanos.
Lo que el gobierno pregona de supuestos médicos y  entrenadores deportivos, que luego desertan en manada a Colombia y EEUU. Cuidado: Las supuestas deserciones siempre han sido el mecanismo más expedito que han tenido para infiltrar sus agentes en EEUU y en el seno de la comunidad exiliada.
Los Castro siempre han mantenido la doctrina de guerra contra EEUU y se comportan en consecuencia. Interpretan las expediciones al África como parte de esa guerra global contra el imperialismo, que abarca Asia y América Latina, lo que proclaman sin lugar a equívocos en el Mensaje a la Tricontinental.
El único aporte del castrismo a la teoría y práctica de la revolución es el “foquismo”, una táctica guerrillera que consiste en crear pequeñas unidades de combatientes de gran movilidad, que puedan lanzar ataques puntuales y luego confundirse rápidamente en la población civil, contando con su ignorancia o complicidad.
La táctica es simple: las represalias deben recaer sobre la población estimulando su resentimiento y atizada por la propaganda convertirse en odio que, para el Che Guevara, es el detonante psicológico de la lucha de clases. El quid es borrar la frontera clásica entre combatientes y no combatientes.
El foquismo tiene otro componente: La creencia invencible en la virtud persuasiva de la intimidación (personal, directa). Teóricamente se dice que hay que llevar la guerra a todas partes, a la casa, al club, de manera que el otro no se sienta seguro en ningún lado. En la práctica, es la constatación de que nadie es fuerte cuando es atacado aisladamente.
En esto los hermanos Castro son maestros de larga data. Sus orígenes violentos vienen de los “grupos” de la Universidad de La Habana, que en los años 50 no eran más que pandillas juveniles que imponían su ley mediante lo que los ingleses llamarían bullying, el apabullamiento del grupo contra uno. Esta práctica ha sido elevada en Cuba a política de Estado, con agresividad inconcebible.
Pero he aquí que la han exportado: por todas partes vemos elementos provocadores que se infiltran en las reuniones de la oposición en actitud desafiante, que llaman a las radios y programas de opinión, siempre con el mismo lenguaje pendenciero, que no dan paz ni tregua, siempre señalando y amenazando a personas, dando nombre y apellido, cuando no dirección, nexos familiares, creando la sensación de estar expuesto, vulnerable y solo frente a la amenaza. Es el gangsterismo oficial.
No es solo la retórica belicista, el despliegue efectivo de tropas, que a veces se dice que son sesenta mil, otras noventa mil; es también el armamento de milicias, paramilitares, alistamiento de niños y ancianos para una supuesta guerra popular prolongada, que nada tienen que ver con la realidad venezolana, hasta que los cubanos se apoderaron del país.
La utilización de niños y ancianos no es por su efectividad militar, que tienen muy poca, sino con el fin de desmoralizar a las fuerzas profesionales con la perspectiva de tener que matar niños, ancianos y mujeres inermes.
Estas acciones configuran delitos de conspiración, crímenes contra la paz, de guerra y de lesa humanidad, según la jurisprudencia de Núremberg. Falta identificar indiciados que aparecerán en la medida que emerja en toda su magnitud la ocupación cubana, que no sólo es inconstitucional e ilegal, sino contraria a la legislación internacional.
Nombres para la historia universal de la infamia, que deben incorporarse a los procesos que cursan en el Tribunal Penal Internacional de La Haya.