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sábado, 8 de mayo de 2010

¿Qué hace un cura Gringo en Venezuela?// Locución Libre

 ¿Qué hace un cura Gringo en Venezuela?

Por los intersticios de la conmoción causada por el asesinato del Padre Esteban Woods – envío mi sentido pesar a su feligresía - se coló una infamia que devela las consecuencias del discurso depravado de Chávez: Un humaniforme – sujeto que renuncia a su condición humana para asumir la criminalidad o justificarla - llama a una estación de radio y se pregunta, ante la consternación que expresa el locutor por el horrendo homicidio: “¿Qué hace un cura gringo en Venezuela?”.

Que se justifique un crimen, de ésta o cualquier otra naturaleza, con argumentos xenófobos es el colmo de la banalización de la vida por el odio.

Un odio hacia lo inalcanzable por la propia minusvalía, por la certeza de no poder crecer o construir para emular se apela a la destrucción. Pero este ser inservible no tiene la menor culpa de su odio ni lo ha generado por reacción propia, le ha sido cuidadosamente inculcado: La prensa nacional reseña en estos días las prácticas de combate que ejecuta un grupo de milicianos a cielo abierto y, mientras vacía la carga de su ametralladora, una anciana es incentivada por su comandante con el grito: ¡Mata a esos gringos! – “mata a esa gente indefensa porque es de otra nacionalidad” - y la tembleque mujer disparaba con el rostro deformado de odio feroz… contra la nada. Que otra cosa sería con gringo al frente.

El instructor no le ha explicado que la víctima puede defenderse y que ella también muere, puesto que no es invulnerable como Chávez les hace creer en sus arengas. Pero sobre todo, que para matar hay que ser asesino.

Hay que ver la falta absoluta de humanidad que se necesita para asesinar a sangre fría a un ser indefenso. ¿Tendrá esta anciana la suficiente animalidad para quitarle la vida otro ser humano solamente porque es gringo o judío o catire u opositor? Sostengo que quien carece de piedad no es un ser humano.

La hipocresía revolucionaria

En un doble discurso, que además de inmoral es hipócrita, pues sigue vendiéndoles petróleo a los gringos – cuyos dólares lo enloquecen - y pagándoles religiosamente la deuda y entregándoles la Faja del Orinoco previa lamida de botas en Washington, a la Exxon Mobil y la Chevron Texaco de la familia Bush, Chávez le hace creer al pueblo fanatizado que los gringos son enemigos a los que hay que eliminar.

Y los bolsas creen que porque Chávez lo dice, es posible destruir a la nación militarmente más poderosa de la tierra a punta de deseos y famélicos milicianos asmáticos, porque el ejército “Forjador de Libertad” ha quedado destruido junto a la electricidad y las carreteras y la calidad de vida y el “bolívar fuerte” y la entidad republicana.

Los Estados Unidos no fueron derrotados en Viet Nam, los derrotó la opinión pública dentro de sus fronteras. He escrito infinidad de veces que un líder debe decirle al pueblo lo que debe hacer, jamás lo que puede hacer, hasta por el más elemental sentido común. Pero, Chávez en la creación de incondicionales no vacila en engañar a sus fanáticos con la falsa premisa de la impunidad para que atenten contra derechos fundamentales, como la inviolabilidad de la vida y de la propiedad.

Como los pistoleros de Puente Llaguno disputándose puesto en el Panteón con los criminales de la Plaza Altamira o con los invasores de fincas productivas. Todos responderán ante la justicia cuando el momento llegue, pues aunque hayan sido inducidos a la comisión de actos tipificados como delitos en la legislación universal, no pueden obviar su libre albedrío y menos en una era como ésta en la que los medios de comunicación masiva están a disposición de todos. Su torpeza mental puede ser un atenuante, pero no un eximente.

La patria encarnada

Sembrar en la débil mente de un hombre inculto la idea de patria relacionada con un líder, suele desembocar en la destrucción de la patria. Como en Alemania. Como en Cuba.

Indudablemente que la intención de Chávez no es invadir a los Estados Unidos – ni defenderse de una negada invasión - con este ejército de ancianos reumáticos, sino introyectar en esa masa amorfa de humilde condición y poca información, que la oposición a su gobierno es “pitiyanqui”, por lo tanto ese grito ¡mata a esos gringos! traduce en realidad “mata a tus compatriotas que no están con Chávez”. Eso es fascismo puro. Fijar un enemigo externo y relacionar a la oposición al gobierno con esa amenaza, es práctica fascista.

Lo primero que hizo Chávez en ese sentido fue despojar a los adversarios de su condición humana, al llamarnos “escuálidos” - (DRAE: Flaco, macilento. Sucio, asqueroso) - para que – como he escrito - sus débiles mentales puedan asesinarnos sin cargos de conciencia.

Pues, no están quitándole la vida a un ciudadano, sino a una cosa, a un no-persona, en el sentido equivalente al “gusano” que el despreciable guiñapo moral y físico Fidel Castro aplica a los disidentes y adversarios, que en las cárceles y el destierro portan el estandarte de la dignidad de Cuba.

Por ello decía a mis oyentes que respondieran con contundencia venezolana a quien les dijera escuálidos. Hoy, ya viejos y andrajosos, los jóvenes fidelistas histéricos que, aguijoneados por el discurso violento de Fidel, pateaban opositores en las calles de La Habana, no les alcanza el tiempo para arrepentirse de las vilezas que cometieron contra sus hermanos, cuya lucidez se atrevía a señalarles el miserable destino que les aguardaba.

La división de la población venezolana ejecutada por Chávez con conocimiento de causa – lo que constituye crimen de lesa patria – no se dio horizontalmente como sucedió en Cuba, sino verticalmente, por lo que de cada lado hay de todo. Eso paró la guerra civil que Chávez buscaba desesperadamente. Seguro estoy que la madre del humaniforme señalado en este texto, es de oposición.

La xenofobia revolucionaria

Así que, para esta mentalidad sociopática, el homicidio del padre Esteban fue una ejecución. Fue ejecutado por ser gringo.

Escribí en los inicios de esta revolución – porque albores nunca ha tenido – que todo indicaba su carácter racista, excluyente y xenofóbico. Y no me equivoqué ni un milímetro, sencillamente porque lo que parece tiende a ser y esa ha sido la impronta del militarismo en el planeta, de allí la importancia de la historia: Evita repetir errores que conducen a lesiones a la humanidad.

La declaración pública de este fanático chavista demuestra el peligroso carácter de este proceso empobrecedor – tanto en lo material como en lo espiritual – que predica el odio como artículo de fe para sustituir la razón por el eslogan y estimular el resentimiento contra todo quien destaque sobre la masa ignara, cuya oquedad mental considera prueba patriótica atentar contra el extranjero, mientras el mundo se mueve hacia la integración económica fortaleciendo la globalización, demoliendo fronteras – el Grupo de los 8 ahora es el de los 20 - y desechando patéticas ideologías de huella siniestra, como la que Chávez pretende inocularles a los venezolanos.

Así que estigmatizar la diferencia con el estereotipo revolucionario y atacar a nuestros compatriotas por decisión – sean gringos o colombianos - es considerado blasón de pureza chavista y recibirá el aplauso vil de los intereses creados con el poder como fin, que lo único que le interesa del pueblo que lo sigue en ciega patología, es su ignorancia.

El pecado del padre Esteban

Desde el poder no he escuchado una sola palabra de condena contra este abominable crimen contra un hombre de Dios. Un hombre ingenuo que amaba a su prójimo más que a sí mismo y a cualquier hora abría las puertas de su casa para dar de comer al hambriento.

Fariseos que casan a sus hijas en pomposas ceremonias eclesiásticas, guardan ominoso silencio ante este hecho que enluta a la población venezolana, mayoritariamente católica. Porque tener conciencia está reñido con la revolución. Y está en su doctrina celebrar la muerte de un semejante siempre que éste no sea Tirofijo.

El pecado del padre Esteban, para merecer el silencio de los poderosos groseramente enriquecidos y envilecidos por el poder omnímodo, fue ser gringo… y, como confesara en su mínima biografía, querer profundamente y para siempre al pueblo venezolano. 
Enviado por: Arsenio González
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Pbro. Esteban Roberto Wood White
Quien Soy?
Nací en la ciudad de Vancouver, en el Estado de Washington, el 15 de noviembre de 1941, hijo de Delmer y Marta Wood, el quinto de nueve hijos. Estudié primaria en Oregon y California, con los grados finales en la Academia Santa Catalina en Benicia, California. Todo mi secundaria cursé en el Colegio San Vicente Ferrer en Vallejo, California, donde salí bachiller en 1958.
Desde segundo de primaria sentí la llamada de ser sacerdote católico, y desde el cuarto de ser misionero en el extranjero. Inmediatamente después del bachillerato, entré en seminarios misionales para mi formación. El obispo de Sacramento me ordenó presbítero en Vallejo, el 3 de Junio de 1967.
Veintitres años - la mayoría de mi vida misionera - se ha desarrollado en Venezuela, de 1968-1986, de 1995-1998, y de nuevo comenzando en mayo de 2003. Quiero profundamente y para siempre al pueblo venezolano. He trabajado en la pastoral juvenil, parroquial, matrimonial, educativa y familiar. Trabajé en Caracas como vicario de la parroquia de la Santa Cruz (Brisas de Pro Patria) y párroco de La Ascensión del Señor (Cumbres de Curumo). Ayudé iniciar los Encuentros Conyugales y los Encuentros de Hijos e Hijas en Venezuela. Durante siete años maravillosos servía como capellán del Instituto Pedagógico de Caracas. Fui director de la pastoral familiar en la diócesis llanera venezolana de San Fernando de Apure. Ahora pertenezco al clero diocesano de Ciudad Guayana, en el oriente del país.
Dos veces me tocó prestar servicio sacerdotal varios años en la iglesia de mi país de origen, en las dos costas de la nación, California y Nueva York. También trabajé feliz e intensamente con educadores en México de 1991-1994. Tomé posesión como párroco de la comunidad cristiana de Sagrada Familia en el sector Unare II de Puerto Ordaz, Ciudad Guayana, el 29 de Febrero de 2004.
 Fuente Complementaria: Parroquia Sagrada Familia