Chávez
entre la inopia y la risa
Enrique
Prieto Silva
Martes
8 de junio de 2010
En la
medida que la curva le baja a Chávez, le sube la adrenalina y
con ella aumenta su inopia, su habilidad para el ridículo y la desgracia
para
los que tenemos que asumir la vergüenza con pena ajena, que demostramos
con una
espontánea y lerda sonrisa por tenerlo como presidente de la República,.
En
realidad, es una real demostración
ya innegable de la equivocación de un pueblo humilde, y la más sórdida
viveza de
un grupo de “empresarios” y otros vividores, que con una estigmática
neutralidad
(ni ni), han sumado con sus votos y su aporte económico el tiempo del
desastre
traumático de un presidente que no ha podido vender su personalidad con
seriedad
y cultura. No nos queda la menor duda de su diáfana estupidez, ni más
remedio
que el conformismo democrático, en la espera del siempre próximo proceso
electoral. A Dios rogando.
Chávez
no deja de ser el mediocre militar. El “lacio” faramallero de
los que abundan en los cursos militares, que se creen el cuento de que
el hábito
hace al monje y que todo se puede si otro lo hace. Esos genios
comandantes, a
quienes les estorba el intelecto y el mérito de otros, porque su maraña
cerebral
no les permite la comunicación sin ínfulas de “superior”. Por ello pasa
horas y
horas balbuceando filigranas y supuestas ideas con una sarta de “bla bla
bla”
engalanada con química, física e historia, cumpliendo el rol del
personaje
asignado por Oliver Stone. Es realmente una fantasía que le trasmuta
frente al
circo de focas que le secunda y le aplaude sin inmutarse.
Indiscutiblemente, ¡Da
risa¡ Desgraciadamente, para los espectadores encadenados, si no
apagamos,
tenemos estoicamente que sufrir el trauma de atolondrarnos, al ver y oír
como la
bajeza se alinea con una babosa realidad: “tener que aceptar el ciclo
político iniciado en 1988, que a la fecha nos ha conducido a la
incertidumbre
que está entrando en el anunciado cataclismo, donde se clarifica la
verdad que
dejo de ser impredecible”.
Sabíamos
lo de la inopia y también de la conducta que sumiría Chávez
como ser pensante, quien sin formación política ni social, actúa siempre
como en
un juego, cuyo ideal es siempre ganar, sin
importar el costo para lograrlo. Nuestra sorpresa admitida con
una
sonrisa, no es más que el aceptar lo equivocado que han estado muchos
venezolanos, que han creído en la posibilidad de lograr un cambio de
actitud en
este personaje.
Hemos
llegado a la cumbre de la realidad del pomposo “proceso”,
que como hemos dicho,
no es más que una idea socavada de la vieja y fracasada tendencia
marxista, que
a la fecha solo impera en Corea del Norte y Cuba. Pero
para alegrarnos, estamos viendo cómo
van cayendo del pináculo la legión de seguidores, muchos compañeros de
su
frustrado intento de golpe de Estado en 1992, y el profuso grupo de
pancistas,
que con un interés económico o de respingo en su incapacidad
profesional, se
vinieron nutriendo de este falso ideal bolivariano. Ninguna otra cosa
podíamos
esperar de un “militarismo ignaro y belicoso”, que creó un clima de
intolerancia
y divisionismo vengativo contra quien no profesara o se uniera a esta
distorsionada idea socialista, que, con el calificativo de “roja rojita”
logró
profundizar la división partidista a la que se refirió el Libertador en
su
proclama de Santa Marta. Afortunadamente, la MDU no cayó en la
trampa.