PAGINAS Y RECORTES

lunes, 21 de febrero de 2011

LA SOBERBIA // Por: Yayitta Rainiero



LA SOBERBIA

La Soberbia (del latín superbia y orgullo del francés orgueil), son palabras a las cuales  coloquialmente se les atribuyen  condiciones que entre ellas se diferencian, a saber: la soberbia está ligada a la vanidad, altivez y arrogancia mientras que al orgullo lo ligan la sencillez, la modestia y la humildad. Habida cuenta de esta diferencia, la soberbia es despreciable por ese deseo de engrandecer su yo personal, el orgullo es admirado por su nobleza y virtudes. Por ejemplo: un soberbio no sería capaz de pedir perdón mientras que el noble no dudaría en reconocer sus errores.
La soberbia manifiesta en una persona es creer que tiene más méritos de los que podría tener por su falta de humildad y de lucidez. La soberbia está catalogada como uno de los siete pecados capitales y significa  el deseo insatisfecho de magnificar su ego y por supuesto arrastra como consecuencia muchos males de conducta por esa insaciable necesidad de adorarse a si mismo, con el fin de estar por encima de los demás y se vale de la jactancia, la presunción, la prepotencia y la vanagloria; a ello se une la vanidad (del latín vanitas-tatis) que significa una personalidad hueca, sin solidez o falto de sustancia con un fondo falso en el cual se posesionan los elogios, la adulación y el halago.
Esta situación fantasiosa de la personalidad del soberbio, existe en grado superlativo en todos los ámbitos de nuestra sociedad, da tristeza ver como las personas que deberían ser los que presenten los ejemplos de cordura ante los espectadores de sus fanfarronadas, se den a la tarea de hacer creer a los menos, que las pseudos verdades que preconizan, lejos de sembrar armonía, condescendencia, amor y credibilidad en el pueblo que lamentablemente han de escucharles, lo que hacen es darse golpes de pecho para hacer ver que  son los dueños de las “verdades”, aun a sabiendas lo equivocados que están. Esos ejemplos los podemos ver en las instituciones, asambleas publicas o reuniones privadas de algún orden; siempre hay alguien que quiere demostrar que sabe mucho y más del caso a tratar, sin percatarse que con esa actitud lo que sucede es que pierden el respeto de los interlocutores, intentan elevar los tonos de voz para tratar de tapar las respuestas o debatir responsablemente  lo expuesto.
Estas consideraciones las hago con la finalidad de crear en el espíritu de los poseedores de tan antipático sentimiento como es la soberbia, analizar  los pro y los contra de cada exposición de casos del cualquier índole, para tratar de mantener la cordura necesaria para llevar a buen final el problema propuesto.

DIOS BENDICE A VENEZUELA
Yayitta55@hotmail.comr



NOTA:
LA IMAGEN SUPERIOR CORRESPONDE AL 
ARTICULO 
SIETE PECADOS CAPITALES 
Y ESTE NOS APORTA LA SIGUIENTE
INFORMACIÓN ADICIONAL:

Pecados Capitales
  La Soberbia. (Orgullo, Arrogancia, Ser el Mejor, Menospreciar a los Demás)
 Es el principal de los pecados capitales. Es la cabeza de “todos” los restantes pecados. Recordemos que por esta falta, según la teología cristiana, el hombre fue expulsado del jardín del paraíso. Es una ofensa directa contra Dios, en cuanto el pecador cree tener más poder y autoridad que Dios. En general es definida como “amor desordenado de sí mismo”. Según Santo Tomás la soberbia es  “un apetito desordenado de la propia excelencia”. Se considera pecado mortal cuando es perfecta, es decir, cuando se apetece tanto la propia exaltación que se rehúsa obedecer a Dios, a los superiores y a las leyes. Se trata de renunciar a Dios en cuanto es Verdad y sentido conductor de la existencia e instalarse a sí mismo como Verdad suprema e infalible y como fundamento de la acción humana. De la misma manera, y guardando las distancias, se aplica al respeto y a la consideración que los subordinados le deben a las autoridades legítimamente constituidas. De la soberbia se desprenden las siguientes faltas menores:
   
La vanagloria: es la complacencia que uno siente de sí mismo a causa de las ventajas que uno tiene y se jacta de poseer por sobre los demás. Así mismo, consiste en la elaborada ostentación  de todo lo que pueda conquistarnos el aprecio y la consideración de los demás.
·          La Jactancia: falta de los que se esmeran en alabarse a sí mismos para hacer valer vistosamente su superioridad y sus buenas obras. Sin embargo, no es pecado cuando tiene por fin desacreditar una calumnia o teniendo en miras la educación de los otros.
·          El Fausto: consiste en querer elevarse por sobre los demás en dignidad exagerando, para ello, el lujo en los vestidos y en los bienes personales; llegando más allá de lo que permiten sus posibilidades económicas.
·          La altanería: Se manifiesta por el modo imperioso con el que se trata al prójimo, hablándole con orgullo, con terquedad, con tono despreciativo y mirándolo con aire desdeñoso.
·           La ambición: Deseo desordenado de elevarse en honores y dignidades como cargos o título, sólo considerando los beneficios que les son anexos, como la fama y el reconocimiento
·          La hipocresía: simulación de la virtud y la honradez con el fin de ocultar los vicios propios o aparentar virtudes que no se tienen.
·          La presunción: consiste en confiar demasiado en sí mismo, en sus propias luces, en persuadirse a uno mismo que es capaz de efectuar mejor que cualquier otro ciertas funciones, ciertos empleos que sobrepasan sus fuerzas o sus capacidades. Esta falta es muy común porque son rarísimos los que no se dejan engañar por su amor propio, los que se esfuerzan en conocerse a sí mismos para formar un recto juicio sobre sus capacidades y aptitudes.
·          La desobediencia: es la infracción del precepto del superior. Es pecado mortal cuando esta infracción nace del formal desprecio del superior, pues tal desprecio es injurioso al mismo Dios. Pero cuando la violación del precepto no nace del desprecio sino de otra causa y considerando la materia y las circunstancias del caso, puede ser considerada una falta menor.
·          La pertinacia: consiste en mantenerse adherido al propio juicio, no obstante el conocimiento de la verdad o mayor probabilidad de las observaciones de los que no piensan como el sujeto en cuestión. 
El remedio radical contra la soberbia es la humildad. Según el cristianismo, “Dios abate a los soberbios y eleva a los humildes (Luc. 14)
FUENTE: