LA SOBERBIA
La Soberbia (del latín
superbia y orgullo del francés orgueil), son palabras a las cuales coloquialmente se les atribuyen condiciones que entre ellas se diferencian, a
saber: la soberbia está ligada a la vanidad, altivez y arrogancia mientras que
al orgullo lo ligan la sencillez, la modestia y la humildad. Habida cuenta de
esta diferencia, la soberbia es despreciable por ese deseo de engrandecer su yo
personal, el orgullo es admirado por su nobleza y virtudes. Por ejemplo: un
soberbio no sería capaz de pedir perdón mientras que el noble no dudaría en
reconocer sus errores.
La soberbia manifiesta en
una persona es creer que tiene más méritos de los que podría tener por su falta
de humildad y de lucidez. La soberbia está catalogada como uno de los siete
pecados capitales y significa el deseo
insatisfecho de magnificar su ego y por supuesto arrastra como consecuencia
muchos males de conducta por esa insaciable necesidad de adorarse a si mismo,
con el fin de estar por encima de los demás y se vale de la jactancia, la
presunción, la prepotencia y la vanagloria; a ello se une la vanidad (del latín
vanitas-tatis) que significa una personalidad hueca, sin solidez o falto de
sustancia con un fondo falso en el cual se posesionan los elogios, la adulación
y el halago.
Esta situación fantasiosa de
la personalidad del soberbio, existe en grado superlativo en todos los ámbitos
de nuestra sociedad, da tristeza ver como las personas que deberían ser los que
presenten los ejemplos de cordura ante los espectadores de sus fanfarronadas,
se den a la tarea de hacer creer a los menos, que las pseudos verdades que
preconizan, lejos de sembrar armonía, condescendencia, amor y credibilidad en
el pueblo que lamentablemente han de escucharles, lo que hacen es darse golpes
de pecho para hacer ver que son los
dueños de las “verdades”, aun a sabiendas lo equivocados que están. Esos
ejemplos los podemos ver en las instituciones, asambleas publicas o reuniones
privadas de algún orden; siempre hay alguien que quiere demostrar que sabe
mucho y más del caso a tratar, sin percatarse que con esa actitud lo que sucede
es que pierden el respeto de los interlocutores, intentan elevar los tonos de
voz para tratar de tapar las respuestas o debatir responsablemente lo expuesto.
Estas consideraciones las
hago con la finalidad de crear en el espíritu de los poseedores de tan
antipático sentimiento como es la soberbia, analizar los pro y los contra de cada exposición de
casos del cualquier índole, para tratar de mantener la cordura necesaria para
llevar a buen final el problema propuesto.
DIOS BENDICE A VENEZUELA
Yayitta55@hotmail.comr
NOTA:
LA IMAGEN SUPERIOR CORRESPONDE AL ARTICULO
LA IMAGEN SUPERIOR CORRESPONDE AL ARTICULO
SIETE PECADOS CAPITALES
Y ESTE NOS APORTA LA SIGUIENTE
INFORMACIÓN ADICIONAL:
Pecados
Capitales
La
Soberbia.
(Orgullo, Arrogancia, Ser el Mejor, Menospreciar a los
Demás)
Es
el principal de los pecados capitales. Es la cabeza de “todos” los
restantes pecados. Recordemos que por esta falta, según la teología
cristiana, el hombre fue expulsado del jardín del paraíso. Es una ofensa
directa contra Dios, en cuanto el pecador cree tener más poder y
autoridad que Dios. En general es definida como “amor desordenado de sí
mismo”. Según Santo Tomás la soberbia es
“un apetito desordenado de la propia excelencia”. Se considera
pecado mortal cuando es perfecta, es decir, cuando se apetece tanto la
propia exaltación que se rehúsa obedecer a Dios, a los superiores y a
las leyes. Se trata de renunciar a Dios en cuanto es Verdad y sentido
conductor de la existencia e instalarse a sí mismo como Verdad suprema e
infalible y como fundamento de la acción humana. De la misma manera, y
guardando las distancias, se aplica al respeto y a la consideración que
los subordinados le deben a las autoridades legítimamente constituidas. De la soberbia se desprenden las siguientes faltas menores:
La vanagloria: es
la complacencia que uno siente de sí mismo a causa de las ventajas que
uno tiene y se jacta de poseer por sobre los demás. Así mismo, consiste
en la elaborada ostentación de todo lo que pueda conquistarnos el aprecio y la
consideración de los demás.
·
La Jactancia: falta
de los que se esmeran en alabarse a sí mismos para hacer valer
vistosamente su superioridad y sus buenas obras. Sin embargo, no es
pecado cuando tiene por fin desacreditar una calumnia o teniendo en
miras la educación de los otros.
·
El Fausto: consiste
en querer elevarse por sobre los demás en dignidad exagerando, para
ello, el lujo en los vestidos y en los bienes personales; llegando más
allá de lo que permiten sus posibilidades económicas.
·
La altanería: Se
manifiesta por el modo imperioso con el que se trata al prójimo,
hablándole con orgullo, con terquedad, con tono despreciativo y
mirándolo con aire desdeñoso.
·
La
ambición: Deseo desordenado de elevarse en honores y
dignidades como cargos o título, sólo considerando los beneficios que
les son anexos, como la fama y el reconocimiento
·
La hipocresía:
simulación de la virtud y la honradez con el fin de ocultar los vicios
propios o aparentar virtudes que no se tienen.
·
La presunción:
consiste en confiar demasiado en sí mismo, en sus propias luces, en
persuadirse a uno mismo que es capaz de efectuar mejor que cualquier
otro ciertas funciones, ciertos empleos que sobrepasan sus fuerzas o sus
capacidades. Esta falta es muy común porque son rarísimos los que no se
dejan engañar por su amor propio, los que se esfuerzan en conocerse a sí
mismos para formar un recto juicio sobre sus capacidades y aptitudes.
·
La desobediencia:
es la infracción del precepto del superior. Es pecado mortal cuando esta
infracción nace del formal desprecio del superior, pues tal desprecio es
injurioso al mismo Dios. Pero cuando la violación del precepto no nace
del desprecio sino de otra causa y considerando la materia y las
circunstancias del caso, puede ser considerada una falta menor.
·
La pertinacia:
consiste en mantenerse adherido al propio juicio, no obstante el
conocimiento de la verdad o mayor probabilidad de las observaciones de
los que no piensan como el sujeto en cuestión.
El
remedio radical contra la soberbia es la humildad. Según el
cristianismo, “Dios abate a los soberbios y eleva a los humildes (Luc.
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FUENTE: