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sábado, 16 de julio de 2011

Bolívar y la religión católica. Por: Eumenes Fuguet Borregales. Historia y Tradición



Historia y Tradición

Bolívar y la religión católica

Eumenes Fuguet Borregales (*)

El Libertador en muchos de sus escritos, discursos y conversaciones, exterioriza su acendrada formación cristiana y manifestación de fe; nos ha legado aparte de la independencia, sus estimulantes mensajes de esperanzas, de moral y del permanente culto al Dios Todopoderoso. Su nombre lleva incluido el de “la Santísima Trinidad”, devoción de la familia a la augusta Trinidad, a la cual “El Padre de la patria” procuró conservar, exaltar y venerar. Santísima Trinidad es el nombre del panteón familiar que se encuentra en la Catedral de Caracas, y de la iglesia convertida en el Panteón Nacional, construida con importantes aportes de la familia Bolívar. Entre tantas aseveraciones relacionadas con el tema, seleccionamos algunas: en el discurso enviado al Congreso de Bolivia preparado en Lima el 25 de mayo de 1826 expone: “La religión gobierna al hombre en la casa, en el gabinete, dentro de sí mismo; sólo ella tiene derecho de examinar su conciencia íntima”, igualmente: “Los padres de familia no pueden descuidar el deber religioso hacia sus hijos”; de ese mensaje son sus sabias palabras: “El destino del ejército es guarnecer la frontera. ¡Dios nos preserve de que vuelva sus armas contra los ciudadanos!”. El 19 de septiembre de 1812 desterrado en Curazao, le escribe al español Francisco Iturbe, quien le consiguió el pasaporte para salir de Venezuela: “Los beneficios que se hacen hoy, se reciben mañana, porque Dios premia la virtud en este mundo mismo”. Ante la Asamblea Popular realizada en la iglesia de Francisco en Caracas el 2 de enero de 1814 expresa: “La Providencia y no mi heroísmo, ha operado los prodigios que admiráis”. En momentos difíciles en Carúpano el 7 de septiembre de 1814, culmina su famoso Manifiesto: “Dios concede la victoria a la constancia”. En la conocida Carta de Jamaica escrita el 6 de septiembre de 1815: “Siempre las almas generosas se interesan en la suerte de un pueblo que se esmera por recobrar los derechos con que el creador del universo los han dotado”. Movilizándose hacia Ocaña el 23 de enero de 1815: “Persuadamos a los pueblos que el cielo nos ha dado la libertad para la conservación de la virtud y la obtención de la patria de los justos”. El 17 de febrero de 1818 en un discurso a los llaneros dijo: “Bendecid pues a la Providencia que os ha procurado un gobierno, el más conforme a la dicha del género humano”. Le escribe al general chileno Bernardo O Higgins desde Huaraz-Perú el 14 de junio de 1824: “Dios guía los pasos de los hombres”. En Chancay-Perú, el 10 de noviembre de 1824, le escribe a monseñor Rafael Lasso de La Vega, Obispo de Mérida: “Casi todo el Perú es nuestro; porque el cielo es prodigioso con los que combaten por la justicia, y severo con los opresores”. Desde Potosí le escribe a su hermana María Antonia el 27 de octubre de 1825: “protegeré la religión hasta que muera”. El 6 de diciembre de 1830 llega a la hacienda-ingenio San Pedro Alejandrino en Santa Marta, al día siguiente en la biblioteca de la casona le dice al ilustre español Don Joaquín de Mier y Benítez el dueño de la residencia: “Jesucristo, Don Quijote y yo, hemos sido los grandes majaderos de la humanidad”. El 10 de diciembre de 1830, al dictar su Última Proclama y Testamento indica: “En el nombre de Dios Todopoderoso. Amen…Yo…firmemente creo y confieso el alto y soberano misterio de la Beatísima y Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas distintas y un solo Dios verdadero y en todos los demás misterios que cree, predica y enseña nuestra santa madre iglesia católica, apostólica y romana, bajo cuya fe y creencia he vivido y protesto vivir hasta la muerte como católico y fiel cristiano”. En un momento de lucidez antes de fallecer le diría a sus leales amigos que lo acompañaban: “Me siento morir, mi plazo se cumple. Dios me llama; tengo que prepararme a darle cuenta, y una cuenta terrible ha sido la agitación de mi vida; y quiero exhalar mi último suspiro en los brazos de mis antiguos compañeros, rodeado de sacerdotes cristianos de mi país y con el crucifijo en las manos”. Bolívar tiene un templo en el corazón de los hombres de buena voluntad.

(*) Gral. de Bgda. eumenes7@gmail.com