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jueves, 14 de mayo de 2015

Bobocracia. Por: José Vicente Carrasquero A. Opinión. Venezuela.


Bobocracia

José Vicente Carrasquero A.

Venezuela se mantiene en un estado de atraso y miseria que le impide entrar, como el resto de las naciones de la región, a enfrentar los retos que impone el siglo XXI. Y no puede ser de otra manera cuando la mayor riqueza de la historia fue dilapidada de forma escandalosa sin que se puedan dar pruebas fehacientes de que los gastos incurridos fueron de beneficio para el país.

Como protagonistas de esta vergonzosa historia tenemos a un grupo de personas que se han hecho llamar revolucionarios y que con Chávez a la cabeza, contribuyeron al saqueo del tesoro nacional creyendo que estaban promoviendo la consolidación de una potencia. Estas personas se caracterizan por su poco entendimiento de lo que significa un país y por su poca capacidad para dirigirlo. Según el diccionario, a estos individuos se les conoce como bobos.

En una expresión de ingenuidad y candor nos dicen que Venezuela será una potencia. El desconocimiento del término se hace evidente en la medida que van argumentando. No se puede decir que los dirigentes del país tengan el conocimiento necesario para sacarnos de la miseria y llevarnos por la senda del desarrollo.

Los últimos dieciséis años están llenos de ejemplos. Solo hay que revisar el triste estado de abandono en que se encuentra la infraestructura del país. No se puede hacer una potencia en un país en el que el racionamiento eléctrico se usa para justificar la incapacidad de los administradores del sistema y el robo o mal uso de los  recursos que se han destinado al sistema de generación de energía.

El asunto de los trenes ha terminado siendo un gran cementerio de obras inconclusas y fortunas mal habidas. Basta circular por la Regional del Centro para ver kilómetros de esa obra de ferrocarriles inconclusa que supuestamente comunicaría distintas localidades del país. Y ese es un nimio ejemplo cuando se hace un inventario de puentes no concluidos como el tercer puente sobre el Orinoco o no comenzando como el segundo sobre el lago de Maracaibo.

Los bobócratas hablan de potencia mientras los venezolanos se ven asediados por enfermedades que ya habían sido erradicadas en los sesenta del siglo pasado. Los que padecen de cáncer mueren de mengua esperando una atención que nunca llega. Los bobos no entienden que cuando mantienes medicinas a precios irrisorios están abriendo todo un mercado paralelo que se aprovecha de esos subsidios.

La bobocracia, después de más de tres quinquenios malbaratando el dinero de los venezolanos, viene con la brillante idea del racionamiento de alimentos, medicinas y demás elementos necesarios a través de un sistema interconectado de capta huellas. Hay que ser verdaderamente ignorante para pensar que así se construye una potencia.

Los bobos que nos gobiernan se siguen empeñando en imponer más controles sobre una economía que languidece al borde del colapso. Es más que claro que el gobierno no cuenta con un solo economista que entienda la realidad de lo que está pasando.  Es de bobos esperar que puedan entonces producir una solución para los problemas que aquejan a los venezolanos.

En el colmo de la bobería encontramos esto de combatir el hampa por las buenas. Llegando a la desfachatez de llamar buenandros a quienes asesinan y roban a cientos de venezolanos todos los días. El hampa desbordada nos ha escamoteado entre otras cosas esa soberanía que según la constitución reside en el pueblo. ¿Quién se puede sentir soberano auto arrestado en su casa para evitar ser víctima del hampa?

Hay que ser verdaderamente bobo para creer que el control de cambios sirve para impedir la fuga de divisas. Por el contrario, la promueve. Nadie en su  sano juicio mantiene posiciones en monedas que no son libremente canjeables en el mercado internacional. El control de cambio ha terminado siendo un nido de alimañas que se enriquecen todos los días haciendo trampas a unos bobos que de verdad creen que pueden controlar. Por cierto, solamente unos bobos pueden hacer una rueda de prensa para denunciar que una página web y unas casas de cambio en Cúcuta pueden fijar a placer el precio de la moneda.

Como respuesta al asalto cometido contra el tesoro público por la boli-burguesía, la fiscal anuncia haber dictado pena contra unos individuos que en medio del festín resultaron ser los que se robaron las sobras que dejaron los nuevos magnates que disfrutan de sus fortunas mal habidas con total impunidad fuera del país. Todo eso para que unos bobos piensen que se están tomando medidas contra los delitos cambiarios. Los verdaderos ladrones están a salvo. Los bobócratas son sus cómplices.
Solamente un bobócrata puede argumentar que Venezuela es víctima de una guerra económica que ellos, los bobos, no han sido capaces de evitar. ¿A cuenta de qué habría una guerra económica contra el país? ¿Por el petróleo? Bobo-argumento. Si fuese por eso, Brasil, Colombia y Ecuador debían también ser blancos de esos ataques. Lo cierto es que el argumento de la guerra económica es una expresión de la desesperación del bobo que no sabe qué hacer en la situación que vive el país.

Un error de dimensiones universales de la bobocracia lo constituye la demanda a medios de comunicación nacionales por difundir una noticia que sale publicada en medios internacionales y que además forma parte de un libro de amplia difusión. Los bobócratas han subestimado el impacto negativo que esta acción ha tenido en la ya degradada imagen del gobierno venezolano. Pareciera una burda imitación de las medidas que el capo Pablo Escobar tomaba contra los medios que denunciaban su participación en el narcotráfico.

La bobocracia arruinó el país. No tienen la capacidad para resolver nuestros problemas. No saben cómo hacerlo. Peor aún, no los entienden. Venezuela tiene que decirle no a los bobos. Los venezolanos estamos obligados a comenzar a imponerles la agenda a los políticos en general. No podemos seguir siendo víctima de un manejo atolondrado de nuestras riquezas.


Venezuela debe tomar la senda del desarrollo antes de que se haga realidad la terrible profecía del Doctor Francisco Herrera Luque en su libro póstumo 1998