PAGINAS Y RECORTES

martes, 24 de septiembre de 2019

COLGADO DEL AVIÓN. Por: Coronel ® (FAV) Sammy Landaeta Millán. Anécdota FAV.


COLGADO DEL  AVIÓN. 
Por: Coronel ® (FAV) Sammy Landaeta Millán. 
Anécdota FAV.

Un vez que egresé de la Escuela de Aviación Militar (EAM) de la Fuerza Aérea Venezolana (FAV) en  el año 1975, fui designado al Grupo Aerotransportado Aragua (GATAR), unidad de Paracaidistas asignada a la FAV, acantonada en la Base Aérea El Libertador (BAEL) en Palo Negro, Estado Aragua, donde en mis inicios, como oficial Paracaidista, tuve un accidente en un salto de rutina,  y de allí, el título de éste relato: COLGADO DEL AVIÓN.
Había llegado al GATAR en los primeros dias de Septiembre de 1975. Disfrutar de la bienvenida en la unidad por parte de su Comandante el Tcnel. (Ej.) Régulo Ismael Farías Gamboa,  me llamó poderosamente la atención, porque del total de profesionales y tropas técnicas asignados al Grupo, el que no tenía un vendaje o un cabestrillo, tenía un férula o un yeso, o en su defecto, un bastón o una muleta, que quizás era el precio de servir a la Nación en una unidad táctica, que lleva por  lema: PARACADÍSTAS POR VENEZUELA.
Cuatro oficiales que egresamos de la promoción EAM-75, Stte (Av.) Armando Ramón Cuicas Vargas, Stte (Av.) Rafael Agustín Bandres, Stte. (Av.) José Catalino Sotillo y mi persona Stte (Av.) Sammy Landaeta Millán, fuimos asignados al GATAR bajo un proyecto piloto de cumplir con el comando de tropas, al inicio de la carrera. Pero creo estar seguro, que la superioridad NO conocía, que la tropa paracaidista no se le paraban firme a quienes NO eran paracaidistas, razón por la cual había que hacer el curso respectivo, también recuerdo que al momento de reconocimiento como comandante del 3er pelotón de la 2da compañía de paracaidistas, mi teniente (Ej.) Eddy Márquez Luzardo, hizo la acotación frente a la tropa, indicándole que yo era Piloto Aviador Militar y así pasaba a ser un  integrante más del Batallón de Paracaidistas, José Leonardo Chirinos, a quien debían obedecer y respetar.
En esos tiempos, en los Paracaidistas, se comandaban Hombres, ya formados con criterio propio y con una madurez incuestionable. Yo por mi parte había cumplido 25 años, por mi ingreso tardío a la EAM, venia de trabajar con personal en la Comandancia de Policía de El Tigrito. Estado Anzoátegui  y había estado inscrito en el Curso básico de Medicina, Odontología, Dietética y Bioanalisis, que NO terminé por los conflictos políticos en Venezuela.  Recibí la inducción y el apoyo de muchos oficiales y suboficiales profesionales de carrera (SOPC) que integraban el cuerpo de planta del GATAR, donde destacan el  Tte. (Ej.) Luis Zambrano Vargas quien comandaba el 1er pelotón del la segunda  compañía. Allí también conseguí a Tte. (Ej.) Pedro Asunción Manzano Márquez, recientemente fallecido como teniente coronel,  quien prestaba servicios en el Batallón de Paracaidistas José María España y era de El Tigrito, pero casualmente también conseguí al cura párroco de  la población de San Francisco de Asís: Juan Antoñon, a quien conocí también en El Tigrito, en mis inicios en la Iglesia católica, quien fungía como párroco de la unidad, donde NO era fácil comandar el patio de 1200 hombres en formación, porque cuando caían  a discreción  el eco del piso, retumbaba en la vecina población de Palo Negro. 
En una fecha no precisada, se cumplía una aniversario más de una unidad de la Brigada Blindada de Valencia. Estado Carabobo.  A la segunda compañía le correspondió  la misión y fui designado con mi pelotón para saltar en un área del Fuerte Paramacay en Naguanagua, en horas diurnas. En el avión, me toco estar como de número 5 o 6 detrás de los oficiales que encabezaban la salida por la puerta izquierda del avión C-123 operado por el Grupo de Transporte No 6 de  BAEL. El primero que saltaría sería el G/B (Ej.) Luis Enrique Rangel Bourgoin, comandante de dicha brigada, quien tiempo después, desempeño la cartera Ministro de la Defensa; sus Oficiales de  Estado Mayor,  y luego, veníamos la compañía de paracaidistas.  
Por imprecisiones del momento, la maniobra tuvo un ligero retardo en la puerta, y cuando me tocó salir vi que las cintas estáticas, de apertura de los paracaídas, estaban muy cerca de la puerta del C-123, como que si hubiesen regresado. Lance mi cinta, y sentí el sonido que pegó con las otras y salté. Un vez en el aire, vi que dicha cinta, la tenía a nivel de la mano izquierda, y trate de quitármela, pero ya era tarde, se me hizo una especie de nudo que me dejó sin acción en los dos brazos, uno porque era sostenido por la cinta y otro porque la mano derecha también quedo aprisionada. De inmediato me sentí golpeando el fuselaje del avión, con el casco, que posteriormente,  cuando me lo quitaron, NO me lo mostraron, por las abolladuras, que tenía. Estaba  si poder llevar mis manos a la cabeza, para indicarle al maestro de salto que estaba consciente. Mi mano izquierda amarrada y la derecha semi aprisionada por la cinta,  y además utilizaba el codo derecho, para presionar el gancho de apertura del paracaidas de reserva, que lo veía levantado, mientras seguía golpeando el avión con la cabeza, protegida por el casco.
Total, esa condición de emergencia, de pánico,  y cara de terror, como la que vieron los profesionales desde el avión, quizás NO se olvidan, y así se pierda la noción de algunos procedimientos, la mente sigue activa, y siempre he dicho, que vi hasta una especie de película, de un cortejo fúnebre, que se desplazaba en la calle primero de mayo de El Tigrito, donde pude ver familiares y amigos, que estaban en lo que yo consideré, se dirigían a mi inhumación.  Pero con el tiempo entendí, que no era mi entierro, porque cuando en 1990, falleció mi mama, Graciana Millán de Landaeta (GACHA)  yo llevaba  su féretro sobre uno de mis hombros, y se acercó alguien para darme el pésame y en ese momento -pasados 15 años- retorno a mi mente, la imagen de estar COLGADO DEL AVIÓN.  
Pero volviendo al caso, de los que estaban a bordo del avión, el maestro de salto y los paracaidistas acrobáticos de la FAV, decidieron subirme a la aeronave, y allí comenzó una odisea donde yo veía las cabezas de los militares, salir por encima de mi torso porque hacían esfuerzos para quitarme el paracaídas de reserva, cosa que lograron hacer y luchaban por salvarme, sin escatimar, esfuerzo alguno.  En esas labores recuerdo claramente al Tcnel (Ej.) Elmer Lanz Odreman, al Tte. (Ej.)  Gustavo García Ordoñez, al MT2 (Av.) Salvador Torres Ocanto y al MT1 (Av.) Carlos Rodriguez Galindez,   quienes entre otros oficiales y SOPC, del equipo de Paracaidismo Acrobático Los Halcones, me subieron al avión, y tuvieron gran preocupación por los posibles daños en mi columna vertebral, me acostaron en el piso, no dejaron que me viera el brazo, y me dieron una goma de chicles, para que masticara.
Pienso que el avión comenzó el proceso de ascenso para lanzar a los acrobáticos, sin percatarse que yo estaba colgado. Mi hermano Juvenal Freites, unos primos y otros estudiantes de la Universidad de Carabobo, vieron desde la azotea de una residencia, ubicada en la calle Cedeño, la persona que estaba colgando, sin tener conocimiento que se trataba de su propio hermano. Lanzados los Acrobáticos, el avión se dirigió a la Base Escuela Mariscal Sucre (BASUCRE) donde aterrizó. Allí me montaron en una camilla y con un soldado paramédico me llevaron al hospital militar en la avenida Bolívar, donde en ese  trayecto llamaba a GACHA y lloraba mi brazo izquierdo, ahora inmovilizado.
Al llegar, me estabilizaron, me tomaron placas y me hospitalizaron, luego mandé al Soldado Vigo Hernández, a avisarle a mi hermano en Valencia y el ST2 (Av.) Guerra Ramírez, se encargó de telefonear a mis famulares maternos, en Caracas. Pase 48 horas en el área de hospitalización y el lunes en la mañana se presentó el Tcnel (Ej.) Pedro Pablo Montenegro Alonso, comandante del Batallón de Paracaidistas José Leonardo Chirinos, quien con una referencia del Hospital Girardot, me llevó en su vehículo particular, directamente al Servicio de Traumatología del Hospital Militar Carlos Arvelo en Caracas, donde  después de haberme evaluado y tomarme placas de columna, recomendaron tratamiento oral, reposo domiciliario y una vez que se redujera la hinchazón, iniciara un proceso de terapia.
El brazo izquierdo se me inflamó de tal manera que no podía ponerme una camisa, y la lesión similar al color de un berenjena, se extendía desde el hombro, hasta los dedos. Me dieron de alta, y decidí viajar a Margarita en un avión de Aeropostal a reunirme con GACHA y en el asiento de al lado una señora me preguntó, que si había tenido una accidente de moto y yo le conteste, que me había quedado colgado de una avión, por mal procedimiento en la salida en un salto de paracaidismo. Ella me dijo: Que hace usted aquí en éste avión, Señor? porque si es a mí que me pasa eso, yo no me monto más en un bicho de estos.  Con el tratamiento de medicinas, antiinflamatorios, remedios caseros, terapias y personas que se dedican en sobar huesos, volví a la normalidad, entre Margarita y El Tigrito. Recuerdo que ya el 17 de diciembre de 1975 estaba integrado a las labores del GATAR, donde me sentía restablecido completamente. Volví a mis eventuales labores de salto, compartidas con mis actividades de vuelo en el Grupo 10, y realice un curso de maestro de salto en aviones y helicopteros de la FAV, aunado a otras labores cotidianas de patrullaje en la Guarnición de Maracay, que me proporcionaron la experiencia primaria, de mi carrera profesional.
En junio de 1977, me reasignaron al Grupo de Operaciones Especiales No 10 (Grupo 10) y con el tiempo de servicio en la unidad, en BAEL, en el Comando de Operaciones Aéreas (COA) en Cuartel General de la Comandancia General FAV.  En los Grupos de Servicios y Policía Aérea de la Base Miranda (BAGEM), en  la Division de Búsqueda y Salvamento del MTC  y en el Comando de la Base Aérea Luis de Valle García de Barcelona, por espacio de 25 años, siempre fui una persona tenaz para concretar las entregas del servicio diurno a los  diferentes turnos de guardia nocturna, resaltando que en  caso de emergencia, se deberían tomar las acciones iniciales y las sucesivas, estaban bajo mi decisión final. Siempre lo hice  todo por escrito, como me habían enseñado, recién graduado, los oficiales del Ejército en el GATAR  y en el ejercicio de mi carrera profesional uno que otro superior, me indicó, que parecía un oficial del Ejército, sin considerar los inicios que cumplí por disposición del superioridad, en una unidad mixta, con mayoría del Ejército y más adelante, como piloto de helicópteros a la orden del EJÉRCITO VENEZOLANO, en toda la geografía nacional.
Al final, agradezco a Dios,  a  la Virgen del valle, y a los oficiales y SOPC del GATAR -Ejercito, Aviación o Guardia Nacional- que salvaron mi vida, en ese momento crítico al servicio a la Nación, donde los paracaidistas siempre comparaban quienes había salido mejor o peor de un accidente de ese tipo, y en  la cena navideña de 1975, conocí a un teniente de la GNV que había estado en los paracaidistas y apodaban “concha é coco” que sus relatos y traumatismos por un accidente similar, eran elocuentes, y particularmente mi persona, había corrido con mejor suerte de solo quedar quemado o marcado, por la cinta estática de apertura del paracaídas,  en la parte superior del codo izquierdo a nivel del brazo e inicio del antebrazo, donde ahí tengo la huella indeleble del servicio a la Patria, en la unidad de los PARACAIDISTAS POR VENEZUELA, como producto de haber quedado: COLGADO DEL AVIÓN.

Que los fieles difuntos descansen en Paz.
Gracias a la Fuerza Aérea Venezolana, por haberme permitido, ser  parte de su Historia, NO contada.

Cita
“Echemos el miedo a la espalda y salvemos a la patria”.
Simón Bolívar



Coronel ® (FAV) Sammy Landaeta Millán.
Naguanagua, 24 de septiembre de 2019.

IMAGEN SUPERIOR: Por cortesía de FAV-CLUB / Avión Fairchild C-123B Provider