Una mujer encontró un día una bolsa llena de monedas mientras barría la puerta de su casa. Dejó la escoba y se marchó al mercado para comprar un cordero. A pesar del calor, del polvo y del olor desagradable de los animales, recorrió lentamente el corral en el que se hallaban. Al final eligió un carnero de cuernos muy largos. Le tocó el vellón de lana para ver si estaba tan gordo como pretendía el vendedor. Se puso a regatear el precio, fingió marcharse, volvió, regateó nuevamente y terminó pagando. Regresó a su casa llevando el carnero de una cuerda y lo ató a una estaca en el jardín que se encontraba detrás de su casa.
Unos días más tarde, un chacal pasó por allí. Se relamió pensando en el carnero. «Alá es muy generoso al ofrecerme tal festín», se dijo. Tras saltar el cerco, se lanzó sobre el carnero y se lo comió. La mujer vio desde su ventana al chacal en plena comilona. Le gritó, pero era demasiado tarde.
Luego fue a ver al juez para ver si obtenía alguna reparación.
—Dime de qué se trata —le dijo el juez.
—Estaba yo barriendo delante de mi puerta…
—Tienes mucha razón. Hay que mantener limpio el hogar y sus alrededores —le dijo.
—… cuando me encontré una bolsa llena de monedas.
—Era tu día de suerte.
—Con el dinero me compré un carnero.
—Era el del señor Pedro.
—Unos días más tarde, un chacal, maldito sea, se lo comió.
—Era su día de suerte y no el tuyo —dijo el hombre sonriendo.
La mujer, sintiéndose desairada, se marchó sin agregar palabra.
Cumaná, 07-02-2021
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