De: Enrique Melendez O. <melendezo.enrique@yahoo.com>
Date: sáb., 21 de diciembre de 2024 8:56 p. m.
Subject: artículo
To: melendezo. enrique <melendezo.enrique@gmail.com>
Venezuela no es Siria
Por: Humberto González Briceño
Es una obviedad decir que Venezuela no es Siria. Pero el empeño de algunos en simplificar y banalizar lo político obliga a repetir lo obvio para no seguir dando vueltas en el mismo círculo vicioso en el que estamos metidos los venezolanos desde 1999.
Por supuesto que hay razones para celebrar el derrocamiento de un sanguinario tirano como Bashar al-Assad en Siria, pero un examen más detallado de la coalición de intereses y fuerzas musulmanas que ahora toman el poder debería provocar prudencia hasta que se defina la orientación del nuevo gobierno. Esto no resta importancia al hecho concreto que al menos este nudo ha sido desatado a pesar de lo doloroso e incierto que esto pueda ser.
Lo primero que habría que precisar es que aunque Bashar al-Assad huyó hacia Rusia no es correcto caracterizar el evento como la caída de ese régimen sino más bien como su efectivo derrocamiento. La idea de caída sugiere el desplome del sistema en un vacío cuando en realidad lo que ha ocurrido es el resultado de intensas luchas que se prolongaron en el tiempo para derrotar al régimen. Es decir, sin fuerzas militares actuando contra ese régimen su salida jamás habría ocurrido en forma espontánea y automática.
La tesis de la caída o el colapso del régimen de Bashar al-Assad sin tomar en cuenta las cruentas guerras que llevaron a eso es una tesis propagada por quienes quisieran ver en Venezuela también una especie de desenlace milagroso, esto es que un día amanezca y ya no existiera el régimen chavista porque por razones desconocidas, que tampoco interesa conocer, ha caído o desaparecido.
Una tesis fundamental en la lucha política y en los asuntos militares es que los vacíos no existen. Los espacios siempre son ocupados por fuerzas que están en tensión y lucha unas contra otras. Los regímenes políticos y más concretamente las tiranías simplemente no caen porque moralmente son perversas sino porque en una coyuntura específica un conjunto de fuerzas, internas o externas, alcanzan masa crítica y actúan para su derrocamiento.
Quienes apuestan por la "caída" espontánea del régimen chavista tendrán que seguir esperando que al igual que en Siria ahora en Venezuela se produzca una coalición de intereses y fuerzas dentro y fuera de Venezuela que tengan la capacidad para articularse militarmente y logren derrocar al chavismo.
Y aquí hay otra gran diferencia entre Siria y Venezuela. El derrocamiento de Bashar al-Assad en Siria no fue el resultado de unas elecciones fraudulentas sino de una compleja y prolongada operación militar que combinó fuerzas internas y externas. Por supuesto que se puede invocar las diferencias y las especificidades culturales y políticas entre Siria y Venezuela para explicar porque la lucha armada allí tuvo un desenlace y aqui aun no, pero lo que también es cierto es que si la oposición a al-Assad hubiese optado por por buscar la salida del régimen por vías institucionales seguramente ese régimen aún estaría en el poder.
Venezuela no es Siria, ni Nicolás Maduro es Bashar al-Assad. Esto que es obvio hay que recordarlo para no seguir cayendo en el error de creer que el chavismo se cansara de martirizar y destruir a Venezuela para mansamente entregar el poder o que algún día nos sorprendan con la noticia de que el régimen chavista milagrosamente ha caído. Para ver en Venezuela algo parecido a lo ocurrido en Siria tendría que producirse una conjunción de fuerzas y movimientos militares, internos y externos, que se impongan sobre el régimen chavista y lo expulse del poder. Todo lo cual es posible, pero en actual coyuntura parece improbable.- @humbertotweets
¿Por qué el chavismo no se rinde como lo pide María Corina?
Por: Humberto González Briceño
En condiciones normales el chavismo debería prepararse para entregar el poder después de la aplastante derrota sufrida el 28 de julio. Más aún, en condiciones normales en Venezuela no deberían existir presos políticos y las fuerzas militares deberían ser garantes de los derechos constitucionales para todos los venezolanos.
Esto ocurriría si y sólo si existieran condiciones normales en un régimen político con pesos y contrapesos constitucionales. Pero eso no es lo que hay Venezuela donde lo que impera no es el Estado nacional venezolano sino el fascismo chavista del siglo XXI.
Millones de venezolanos fueron testigos de primera mano de los masivos y sistemáticos fraudes electorales chavistas perpetrados en estos 25 años. Esos mismos venezolanos decidieron momentáneamente abandonar el escepticismo militante y darle una nueva oportunidad al voto como mecanismo para sacar al chavismo del poder.
La gente apoyó en forma entusiasta y mayoritaria esta propuesta porque además se les prometió que esta vez, a diferencia de las anteriores, era posible ganar y cobrar. Sugiriendo de alguna manera que la falla antes había estado en que aún ganando no se había cobrado, quizás por falta de voluntad.
Las dudas razonables de millones de venezolanos fueron atajadas con un fulminante "...esto es hasta el final". Sin certeza sobre el significado de este "final" millones dejaron a un lado el escepticismo y la incredulidad para sumarse al jolgorio de la fiesta electoral orquestada por el chavismo. El final podría haber significado el último día de la tiranía o simplemente referirse al final de los tiempos terrenales. Eso nunca se explicó, sencillamente porque era un sofisma para inducir la emoción y la esperanza, más no la racionalidad.
Esto es, si en los meses previos al 28 de julio se hubiese podido adelantar la película para ver a María Corina Machado diciendo "ya hicimos nuestra parte, ahora le toca a la comunidad internacional" o "si Maduro se juramenta el 10 de enero será peor para él" seguramente menos gente había acudido a votar en lo que terminó siendo un robo a mano armada a plena luz del día.
Pero es que se sabía de antemano que el chavismo se iba a robar las elecciones, como siempre lo ha hecho. Solo que esta vez fue a mano armada. A nadie se le dijo que lo que se buscaba era una victoria moral o simbólica para demostrar ante la comunidad internacional que el chavismo carece de apoyo popular. De ser así, poca gente habría votado ¿Por qué? porque la promesa de ganar y cobrar siempre fue inviable ya que con el Estado chavista no existen garantías institucionales para hacer valer la voluntad popular. Y eso lo sabían desde el principio María Corina Machado y la oposición que le acompaña.
La verdad, la realidad que aún tratan de esconder a la gente es que en estas condiciones no hay forma de cobrar el triunfo electoral de Edmundo Gonzalez el 28 de julio. Por eso María Corina vuelve a matizar su discurso, esta vez para comenzar a modular las expectativas que hay con la juramentación de Edmundo Gonzalez el 10 de enero y adelantarse a la situación más probable que es la eventual juramentación de Nicolás Maduro en Venezuela rodeado de sus operadores civiles y militares.
No es otra cosa la que quiere decir María Corina Machado cuando asegura que si el 10 de enero se juramenta Nicolás maduro "será peor para él". ¿Peor en qué sentido? ¿Es factible una intervención militar internacional para corregir esa desviación? ¿O acaso vendrán verdaderas sanciones financieras contra el régimen y sus operadores? Este es un razonamiento tan infantil como aquel que sugiere que Maduro podría renunciar si se le presentaba una "amenaza creíble", o sea una amenaza que sin ser tal amenaza produzca el efecto intimidatorio de amenaza.
La lógica que usa María Corina Machado para enfrentar al chavismo es tan equivocada como la que ha usado la MUD a lo largo de estos 25 años. En ambos casos no solo coinciden en subestimar al chavismo sino también en suponer que es posible que el chavismo se rinda y mansamente entregue el poder. Esa manera ingenua de asumir la oposición ha sido toxica y perversa embarcando a cientos de miles de venezolanos de buena fe en intentos espontanees y suicidas que terminan en cárcel o asesinato político.
Pedirle al chavismo que se rinda y entregue el poder mientras su aparato militar-policial ejecuta linchamientos masivos de civiles desarmados es un ejercicio de sadismo o masoquismo político. Depende de cómo se le vea.- @humbertotweets
Más sanciones y menos excepciones
Por: Humberto González Briceño
Los Estados Unidos han ensayado dos tipos de sanciones contra el chavismo en Venezuela. Sanciones contra el régimen político y sanciones contra sus operadores. La base de estas medidas está en la orden ejecutiva 13692 dictada por el entonces presidente norteamericano Donald Trump en marzo del 2015. Desde el punto de vista geopolítico estas sanciones han constituido un intento sistemático, aunque no necesariamente efectivo, de buscar el debilitamiento económico del fascismo chavista del siglo XXI en Venezuela.
La inefectividad de estas sanciones para debilitar realmente al chavismo comienza desde el principio cuando a modo de pie de página se establecen una serie de excepciones para que determinadas entidades continúen haciendo negocios en forma directa o indirecta con el régimen venezolano, fundamentalmente las vinculadas al negocio petrolero que es precisamente de donde el chavismo obtiene recursos para pagar por su aparato político-militar-policial.
Las sanciones dirigidas exclusivamente contra operadores políticos y militares del régimen igualmente desde un principio dejaron por fuera a un importante segmento de individualidades que son familiares, amigos y relaciones de los operadores y quienes actúan como beneficiarios o testaferros de los bienes objetos de la medida ejecutiva.
El resultado de esta forma peculiar de aplicar las medidas es que el régimen chavista puede seguir burlando el cerco financiero vía excepciones y colocando petróleo en los mercados negros, con la tolerancia de los Estados Unidos. Y por su parte los operadores sancionados, a través de sus familiares y relacionados, siguen moviendo inmensas masas de dinero desde Venezuela para ser lavadas en los Estados Unidos burlando el propósito de la medida ejecutiva.
A pesar de la inocuidad e inefectividad de estas sanciones contra el régimen chavista este no ha dudado ni un minuto en echarle la culpa de su fracaso económico a las medidas y por supuesto se niega a admitir que es el resultado del masivo y sistemático saqueo del erario nacional durante 25 años.
El mercenario aparato de propaganda del chavismo ha logrado convencer a buena parte de sus clientelas civiles y militares que la miseria, la quiebra, y la depauperación del país son culpa de las sanciones, no de la ineptitud de Nicolás Maduro, Jorge Rodríguez o Diosdado Cabello. Este discurso ha sido comprado y reciclado por algunos componentes de la falsa oposición que con sospechosa candidez dicen que las sanciones hay que suavizarlas o en todo caso suspenderlas porque son contra los venezolanos y no contra los chavistas.
Hace unas semanas el Congreso de los Estados Unidos aprobó una ley con apoyo bipartidista para prohibir operaciones financieras y de arrendamiento con el régimen chavista en Venezuela, la llamada Ley BOLIVAR cuyo acrónimo en inglés se lee como Banning Operations and Leases with the Illegitimate Venezuelan Authoritarian Regime. Esta ley no cambia en absoluto la dinámica porque en realidad se trata de codificar en en un solo cuerpo jurídico medidas administrativas que ya habían sido tomadas por los gobiernos de Donald Trump y Joe Biden, sin agregar nada nuevo.
Habrá que esperar las primeras horas del gobierno de Trump el 20 de enero de 2025 cuando el nuevo presidente de los Estados Unidos podría tomar una serie de medidas ejecutivas relacionadas con el tema petrolero que sin duda impactarán directa e indirectamente al régimen chavista. En materia de sanciones no es probable que Trump revierta o modere las que están en vigencia. De mantenerse el actual esquema de sanciones y la situación política en Venezuela el nuevo gobierno de Trump tendría que revisar la efectividad de esa política sancionatoria que él mismo inició hace una década.
Con casi diez años de experiencia acumulada y con la evidencia de que el chavismo siempre tratará de burlarse de las medidas contra el régimen y contra sus operadores el nuevo gobierno de Donald Trump podría considerar eliminar la política de excepciones sobre quienes pueden negociar con el régimen chavista y extender el alcance de las medidas personales e individuales a los familiares y relaciones de los operadores del régimen, muchos de ellos cómodamente instalados en los Estados Unidos, porque no hay mejor sitio para gastarse lo robado en Venezuela que las entrañas del imperio mismo.
Más sanciones y menos excepciones a las mismas sería una buena forma de replantear la nueva política de Donald Trump frente al fascismo chavista del siglo XXI.- @humbertotweets