EL ALUMNO
Por TCnel. Juan Nelson Salazar
La FAV se preparaba a celebrar
con bombos y platillos su aniversario en el venidero mes de diciembre, por lo
que organizaron una feria aeronáutica que se denominó Aero expo en la base
escuela “Mariscal Sucre” de Maracay y varias exposiciones estáticas previas de
aviones con demostraciones aéreas en varias bases aéreas del país, y la
culminación sería una parada militar con una demostración aérea en la base
“Mariscal Sucre” el día 10 de diciembre. Me correspondió hacer las
demostraciones aéreas del F16 en las bases aéreas “Teniente Vicente Landaeta
Gil” de Barquisimeto, “General Rafael Urdaneta” de Maracaibo, “Mayor
Buenaventura Vivas” en Táchira y en la Aero expo de Maracay.
Para la demostración aérea del 10
de diciembre le sugerí al comandante del Grupo 16 que ya era tiempo que se les
cediera esa responsabilidad a los otros pilotos antiguos del grupo. A los pocos
días de esa conversación hubo una reunión del alto mando de la FAV en la base
El Libertador e inesperadamente se me indica que el general Jesús Aveledo
comandante general de la aviación quería verme. Rápidamente me acerqué al Grupo
de Caza 11 donde se llevaba a cabo la reunión y me presenté ante el general
Aveledo, quien al verme extendió sus brazos y me saludó muy afablemente. Ya muy
cerca de él me dijo: “¿Tienes algo contra mí?” Me sorprendí e inmediatamente le
contesté que no. Entonces me dijo: “¿Por qué no quieres volar la parte del
combate a baja altura en esta oportunidad?” Le expliqué que ya lo había hecho
varias veces en los años anteriores y pensaba que ya era tiempo que otros
pilotos se ocuparan de esa rutina. “Déjate de vainas Salazar, más vale pájaro
en la mano que cien volando. No voy a arriesgar los eventos del aniversario con
un novato, así que ponte tus arneses y vuela ese día.” Y sonriendo continuó:
“Lo único que necesito es que lo hagas tal como lo has hecho en las
oportunidades anteriores, nada más” “Entendido mi general” le contesté, “Lo
haré con mucho gusto”. “Así se habla piloto” me contestó. Y nos despedimos.
Durante noviembre alterné las
demostraciones aéreas del F16 durante varios fines de semanas en las bases
aéreas designadas con las prácticas de desfile aéreo del acto central del
aniversario de la FAV. No recuerdo en cuál demostración, ni en cuál base aérea,
me conseguí con el coronel Agustín Borges, quien era el jefe de Seguridad Aérea
de todos esos eventos. Me llamó aparte y con amabilidad me dijo que había roto
las alturas mínimas de la demostración aérea con el F-16, que para las futuras
demostraciones respetara las alturas, “Indio, todo luce muy bien, no tienes que
bajar tanto ¡te queremos vivo!” Tomé nota de sus advertencias de seguridad y me
prometí no dejar que las emociones me obnubilaran, ciertamente podía perder la
vida por un inexcusable descuido.
Prácticamente el evento del
combate aéreo a baja altura contra un Mirage “incursor” sería uno de los
primeros sucesos del show aéreo, que contemplaba posteriormente bombardeos y
ametrallamientos con todos los aviones de ataque de la FAV a “objetivos”
ubicados a poca distancia de la tribuna principal y del público invitado.
Después del despegue de la base El Libertador me correspondía ascender por la
izquierda a una posición al Norte de la base que se identificaba por la más
alta cresta montañosa de esa serranía, donde haría un patrón de espera por la
izquierda de piernas de un minuto. A la orden de radio del controlador aéreo me
desprendería de mi posición, en vuelo descendente hacia Maracay y
posteriormente tomaría una ruta recta a muy baja cota que me colocaría en frente
del Mirage justamente delante de la tribuna principal, con ambos aviones sobre
el eje de la pista 05-23 de la base aérea Mariscal Sucre. Se simulaba un
combate de dos aviones aproximando de frente a muy altas velocidades, cada
quien negando espacio de maniobra y señal infrarroja al adversario, de manera
que después del cruce “neutral” les correspondía a los pilotos maniobrar sus
aviones para conseguir una “solución de tiro” que eliminara a su adversario.
Después del cruce frente a la tribuna a escasos metros sobre el terreno yo
debía aprovechar las ventajas del F-16 para colocarme en posición de tiro de
misil lo más pronto posible, mediante un abrupto viraje de hasta 9 gravedades
por mi derecha, que aunque drenaba bastante energía, me permitía colocarme en el
cuadrante trasero del Mirage rápidamente, además la muy baja altura y el
potentísimo motor del F-16 me ayudaban a acelerar para el “disparo de misil” y
luego para el rápido acercamiento al Mirage que estaría virando por su
izquierda, negando espacio de maniobra, y desde la percha acercarme para lograr
un “tiro de cañón” que fuese espectacular, es decir que ocurriera frente a las
tribunas, antes de que el Mirage haya conseguido virar los 180° de viraje
después de nuestro cruce. Mientras tanto los narradores del evento iban
diciendo por los parlantes al público los eventos que estaban ocurriendo frente
a ellos. Inicialmente finalizaba la “interceptación” del Mirage con un pasaje
de tiro de cañón (nosotros sabíamos lo preciso y potente que era el F-16 con su
cañón Vulcan, que con una sola ráfaga nos había permitido derribar el dardo
durante el entrenamiento de tiro aire-aire en Margarita) pero el comandante del
Grupo 16 me ordenó que hiciera varios pasajes. Así lo hice. Después de
repetidas entradas de tiro de cañón me correspondía acelerar y subir hacia el
Sur para reunirme con el resto de los aviones F16 que se preparaban para el
desfile masivo.
Las diferentes prácticas de esos
eventos me permitieron corregir algunos detalles del show y sobre todo a tener
claro en el mapa del radar abordo la
posición de la rampa de base Sucre donde debía ocurrir el cruce neutral con el
Mirage, de esa manera y con los datos que proporcionaba la computadora de tiro
abordo respecto al acercamiento con mi adversario, pude pulir toda la
navegación desde el punto de espera hasta el cruce con el Mirage exactamente
frente a la tribuna principal con la energía (velocidad y potencia) requerida
para hacer vistoso el show, en particular lo referente al estruendoso ruido del
F16 al encender postquemador segundos antes del cruce neutral y la visión
espectacular de su viraje hacia el Mirage a tantas gravedades.
En los años siguientes el
ingeniero José Vicente Zapata, regaló a mi hijo un buen programa de computador
del F-16. Juan Manuel, mi hijo, no perdía oportunidad para virar el avión a las
máximas gravedades y quedar detrás de su “enemigo” listo para derribarlo, pero
tuve que explicarle, con el mayor detenimiento, el inconmensurable efecto sobre
el cuerpo del piloto de las “gravedades” tan altas a las que nos sometíamos en
esos abruptos virajes. Creo que lo entendió cuando abordó los carruseles de
altas velocidades de los parques de atracciones de Orlando, Florida. “Y allí no
experimentas más de 3 gravedades hijo” le comenté en esas ocasiones. “Imagínate
lo que significa para un piloto soportar 9 gravedades (9 G’s) y quedar en
condiciones de seguir volando, para ganar el combate”. Equivocadamente mucha
gente dice que los pilotos se someten a “mucha presión” por la altura; y sucede
que el sistema de clima abordo resuelve todo el tema de la presión atmosférica
a satisfacción del piloto de caza. Menos mal que cada día se han mejorado los
aditamentos y la vestimenta para volar jets, como el traje anti G que ayuda a
soportar y superar el exigente ambiente de las altas gravedades durante el
vuelo de entrenamiento y/o combate aéreo a bordo de los aviones de caza.
En el auditorio del Grupo de Caza
N° 11, el día del aniversario FAV, al finalizar la charla del comandante
general a las tripulaciones, acompañado del alto mando de la aviación, el
general de división Justo Saavedra se me acercó y me encomió por el trabajo que
venía haciendo durante los eventos del show aéreo. “Eso es lo más impactante,
lo verdaderamente espectacular del show, y tu buena mano le permite al público
ver cómo se vuela bien el F16. Tú pones en alto nuestro gentilicio y nuestra
capacidad de pilotos y técnicos para operar eficientemente los F16. Te felicito
de antemano” Se lo agradecí y le dije: “A usted le estaré eternamente agradecido
por haber tenido el coraje de apoyarnos cuando entramos nuevecitos como pilotos
de Mirage, y sobre todo por haberme enseñado a volar ese exigente avión. Me
hice piloto de caza gracias a su interés, a su audacia y empeño conmigo.
Siempre lo recordaré. Le dedico este show mi general, a usted, mi instructor de
vuelo de Mirage”.
Después del todos los eventos
terrestres y aéreos del día de la FAV, todos los aviones comprometidos fuimos a
aterrizar a la base aérea El Libertador, donde ya estaba preparado un avión de
transporte Hércules C-130 para trasladar a las tripulaciones a la base escuela
Mariscal Sucre, ya que en los predios de la Escuela Técnica de la FAV se
estaría llevando a cabo el brindis con el presidente de la República por el
LXVII aniversario de la FAV. Se nos indicó que debíamos dejar los aperos de
vuelo, pero que podíamos asistir en braga de vuelo. Todos los tripulantes (¿?)
abordamos el C-130 y procedimos a la base Sucre. Si hubiese ocurrido un grave
accidente, la FAV hubiese perdido a su capacidad de combate sin que el
adversario disparara un solo tiro. En la rampa de base Sucre varios autobuses
nos trasladaron hasta el comedor de la Escuela Técnica. Desde que nos bajamos
del bus mi compañero Daniel Zapata me escoltó, con sus permanentes chistes y
ocurrencias. Siempre he disfrutado de su agradable compañía. Y esa tarde no fue
diferente.
Al entrar al comedor un teniente
asimilado barinés, amigo de mi compañero Luis Reyes, que trabajaba en la tropa
de la base Sucre, se me acercó y me dijo que quería que conociera a alguien.
Como no observó interés en mí, me dijo que se trataba del senador Arístides
Beaujon, presidente de la comisión de defensa, que se encarga de evaluar los
ascensos a coronel de los oficiales. “No es mala idea que lo conozcas Indio” me
dijo mi interlocutor. Daniel asintió, y me dijo: “¡Se supone que luego tú me
presentarás al senador gran carajo!” Me dio risa esa ocurrencia de Daniel y los
tres nos dirigimos hacia donde estaban varias personas bien vestidas con vasos
de licor en la mano. El teniente le dijo al senador, a quien reconocí por las
fotos de periódicos y sus apariciones en los noticieros de televisión,
“Senador, le presento al mayor Juan Nelson Salazar, piloto de F16, del F16 que
hizo la demostración de combate a baja altura”. Y dirigiéndose a mí, dijo: “Mi
mayor, le presento al senador Arístides Beaujon” Nos estrechamos la mano y yo
presenté a mi compañero al senador Beaujon: “Le presento al mayor Daniel
Zapata, quien es el responsable del mantenimiento de los aviones F16.” Alguien
nos obsequió sendos vasos de licor y establecimos una conversación con el
senador y sus pocos acompañantes. De repente se acercó un oficial y me dijo:
“Mayor Salazar, lo andamos buscando porque el presidente lo quiere saludar.” El
senador Beaujon se apresuró a despedirnos y salimos Daniel y yo detrás del
oficial hacia donde se suponía que estaba el presidente de la República.
Estábamos llegando a donde había
una aglomeración de altos jerarcas de la aviación y de otras fuerzas, cuando el
ayudante del general Aveledo se me acercó y me condujo hacia donde estaba el
presidente. El general Aveledo que estaba a su lado le dijo al presidente:
“Señor presidente le presento al mayor Juan Salazar” Yo me acerqué y en actitud
marcial saludé al presidente de la República Jaime Lusinchi, quien lucía un
traje gris azulado con corbata oscura sobre una camisa clara. Él extendió sus
brazos sonriendo y yo me acerqué aún más y lo abracé. Comprobé que el
presidente era gordo como se veía en la televisión, pero me impactó su hablar
campechano, llano y directo. Me dijo mientras me abrazaba: “El pueblo
venezolano está muy orgulloso de sus fuerzas armadas, y con demostraciones como
la de hoy la juventud militar enaltece aún más el gentilicio y la confianza de
sus conciudadanos. Te felicito por esa extraordinaria demostración de capacidad
de hoy paisano.” Le agradecí sus palabras y luego ya para despedirme le dije
que efectivamente éramos paisanos orientales, pero yo era de Maturín, y que
conocía a Clarines donde había ido a pasear durante fines de semana. El
presidente me dijo que conocía bastante a Maturín, que la había visitado mucho
en los avatares políticos y que tenía allí buenos amigos. Cuando lo saludaba
para despedirme vi a mi izquierda al general Justo Saavedra sonreído. Giré y me
dirigí a saludarlo, una vez que saludé estrechando la mano del general Aveledo
y otros generales. “Tú si tienes instructores hijo” me dijo el Papi Saavedra
mientras nos abrazábamos. “Yo le comenté a varios generales que este show me lo
habías dedicado como instructor de vuelo tuyo que fui hace unos años atrás. Y
ahora todos dicen que fueron instructores tuyos, ¿qué te parece?” Sólo sonreí
por la ocurrencia del Papi, que siempre ha tenido fama de no guardarse nada,
pero no emití comentario alguno. Pero ciertamente oí a un general comentarle a
otro lo que había tenido que bregar para que yo avanzara como su alumno. ¡Jamás
en mi vida volé con ese señor! El Papi veía mi cara de asombro y se reía. Y
repitió en voz alta: “¡Salazar tú si tienes instructores!”. Nos despedimos y
salí hacia otros sitios del convite acompañado de Daniel Zapata, quien no
cesaba de decirme: “¡Indio, no sabía que tenías tantos instructores!”.
Algunos oficiales estaban
acompañados de sus señoras e incluso de sus hijos, bien ataviados. Pero
Marisela no pudo superar los obstáculos de la enorme cola que se formó para
salir del aérea de la rampa de Base Sucre y entonces decidió seguir hasta
nuestra vivienda, con los familiares a bordo de nuestro inolvidable Malibú
Classic azul. Yo quería que mi familia, Marisela, Lisseth y Juan Manuel,
estuvieran conmigo en ese brindis, quizás les habría presentado al presidente y
a mi instructor Papi Saavedra. Entonces seguí deambulando por los pasillos
llenos de gente y compartí con muchos compañeros de trabajo en esa jornada. De
repente se me acercó el coronel Agustín Borges. Me dije: “Por lo menos serán
dos presentaciones, campaña y deportes, porque vine ‘raspando el piso de la
rampa’ frente a todo el mundo”. El piloto del Mirage vino a muy, pero muy baja
altura, en la aproximación desde la laguna de Los Tacariguas hacia la pista
05-23 donde ocurriría el “combate”. Yo pude venir a esa interceptación con
altura mayor sin problemas, porque mis instrumentos abordo y la computadora de
tiro me daban desde hacía millas náuticas atrás toda la información que
requería sobre el Mirage, pero no se iba a ver bien, ni mucho menos
espectacular, ese encuentro así con el Mirage “incursor” frente a la tribuna
presidencial y el exigente público maracayero. Entonces desde que pasé sobre
los alrededores de Caña de Azúcar y El Arsenal cuando divisé el avión
adversario, justo en la cajita designadora del HUD (la mira del F-16), bajé a
escasos metros del terreno. Abrí desmesuradamente mis ojos y me puse muy atento
a los obstáculos en la ruta a la base Sucre. Sentí que podría estar levantando
remolinos al pasar sobre los techos y pajonales (como los Mirages cuando hacían
el pasaje de despedida en el polígono de tiro de Carrizales) y probablemente
muchas personas mencionarían a mi progenitora ya difunta por los efectos
sonoros del vuelo bajo de mi F-16. Pero ya estaba hecho. “A lo hecho, pecho” me
dije. Con actitud marcial contesté el saludo del coronel Borges, quien para mi
sorpresa me dijo: “Te felicito Indio. El show salió impecable.” Me salvé.
Muchos años después, mi amigo el
coronel Roberto Vásquez, piloto instructor de helicópteros y mi primer
comandante de patrulla de la Escuela de Aviación Militar en 1971, me dijo que
el Papi Saavedra siempre le preguntaba por mí. En esas conversaciones me enteré
que Roberto le había dado instrucción de vuelo de helicóptero al Papi, quien
hasta voló solo. Me dio el número del Papi y empecé a conversar con él.
Finalmente acordamos una visita a su residencia en La Victoria, donde el Papi
vive con su hija menor. Cuando me saludó en la entrada del edificio el Papi me
dijo: “Siempre te estaré agradecido por haberme dedicado aquel magnífico show
de combate aéreo de base Sucre” Y yo volví a abrazarlo en retribución a su
inolvidable gesto de conducirme por los deliciosos caminos de la aviación de
caza como su alumno de Mirage.
Turmero, 20 de octubre de 2020