El vuelo triste de los aviones
02 DE FEBRERO DE 2017 12:01 AM
No hay que remontarse tan alto para adivinar como los aviones que cruzan el cielo caraqueño ya no van guiados por un rumbo democrático, ni mucho menos de libertad y cambio. Vuelan disciplinadamente porque no les queda otra alternativa que rendir pleitesía a los autócratas que se sientan a verlos pasar desde sus cómodos asientos en las tribunas. Mientras tanto, conversan entre ellos sobre cualquier tema, no importa el que sea, da lo mismo, lo importante es que finalice ese acto oficial interminable que les impide abandonar sus asientos y darle rienda suelta a sus necesidades fisiológicas.
Todo el mundo sabe que estos desfiles se han ido desinflando en Venezuela, que son de cartón piedra, que constituyen un martirio más que un disfrute. Pero se insiste en montar el show patriótico y si alguien se atreve a criticar la orden presidencial pues ya puede ir preparando su pequeña maleta para pasar unos días alojados en el Sebin o en Ramo Verde. A este último le han hecho remodelaciones para ampliar su capacidad y darle cierta comodidad, pero sigue siendo una prisión militar
Lo cierto es que aquellos aviones que pasaban rasando sobre nuestras cabezas en la época de Pérez Jiménez –que nunca fue santo de nuestra devoción– alzaban vuelo para ocuparse de desarrollar, en tierra y aire, un desfile militar en sus más bellas formas, como ocurre en fechas patrias en Francia, Italia o Inglaterra. Desde luego que eran la admiración de jóvenes y niños.
Los que residían en Maracay tenían por costumbre respetar a los aviadores, los suboficiales, los paracaidistas, las tropas de apoyo, las fuerzas terrestres, entre ellas los batallones blindados, los zapadores y la artillería del cuartel Páez, la Policía Militar (los famosos “patas blancas” y su cuartel frente a la Plaza Girardot, luego convertido por la democracia en el Liceo José Luis Ramos), la escuela de Aviación Civil y la Militar, hoy museo Aeronáutico.
Luego, el puerto de Turiamo fue convertido equívocamente en base naval y aquella plácida ensenada terminó siendo zona prohibida. Al contrario de este señor Maduro que jamás alcanzará la estatura de un jefe militar, Pérez Jiménez acudió a la apertura de la base naval y llegó a bordo del destructor Aragua, parte de las nuevas naves del mismo tipo (todas bautizadas con nombres de nuestros Estados) que habían sido adquiridos para disuadir a los guerreristas de siempre de los Estados vecinos.
¿A qué viene todo esto? ¿A defender a Pérez Jiménez? No, para nada, sino a recordarles a los militares que una vez fueron hombres de honor y que por encima de los crímenes de la Seguridad Nacional, de las torturas y las condenables prisiones a que fueron sometidos los líderes democráticos, ellos de alguna manera defendieron una soberanía nacional que hoy los maduristas han entregado a otro país.
Ya los niños no miran con alegría volar los aviones, lloran porque en cada uno de esos vuelos se gasta tanto dinero que podría salvar muchas vidas que se pierden por falta de medicinas. Y es como si dejaran caer bombas sobre una población indefensa.
FUENTE: EL NACIONAL
REMISIÓN: José del Pilar Reyes Prado
IMAGEN SUPERIOR: Por cortesía de Reporte 24x7