Buscó una pistola. Regresó. Al menos tres armas estuvieron involucradas en la reyerta, con un forcejeo de por medio y varios disparos.
Una de las balas –que aparentemente salió de la pistola de Luis Alfredo, de acuerdo a lo que arrojaron las investigaciones– fue a parar al estómago de Luis Enrique Martínez (30) y
lo mandó directo a terapia intensiva. Este ciudadano, aunque ya está
totalmente recuperado, no quiere ofrecer su versión de lo ocurrido.
La
historia que aquí se narra podría haber sido vista como un hecho de
violencia más de los que acontecen en Caracas, de no ser por la
identidad de uno de los protagonistas: nada más y nada menos que el hijo
del general Luis Motta Domínguez, ex comandante de la Guardia Nacional Bolivariana y expresidente del Instituto Nacional de Tierras (Inti), organismo que presidió hasta el pasado martes 6, cuando puso su cargo a la orden.
Aunque se especularon otras causas distintas a la renuncia, principalmente en Twitter, en declaraciones a Últimas Noticias el general dejó claro que sus motivos se debieron a “estrictos problemas familiares y personales”.
Además,
en un documento enviado al personal del organismo escribe que la
decisión está ligada a la salud de uno de sus hijos, que debe ser
sometido a tratamiento médico. Lo que no especificó es de cuál de sus
cinco hijos se trata.
Reincidente encanado
Cuando se supo el hecho que involucraba a su hijo, y viéndose fustigado vía Twitter, el general Motta Domínguez sentó posición por esa misma vía: “Como
padre, he hecho todo lo posible para ayudar a mi hijo a corregir los
errores que está cometiendo, pero la solución sólo la tiene él”. Sin
embargo, el entorno del general asegura que esto se ha dado en términos
de apoyo moral, porque en el terreno legal no ha movido sus influencias
para sacarlo de los problemas en que se ha metido, y señala que si se
ha librado de la cárcel ha sido por falta de testigos y víctimas
presentes en las audiencias, ante lo cual el proceder legal es dejarlo
en libertad.
Tras la riña ocurrida aquel enero en las afueras de la discoteca, Luis Alfredo
fue detenido, y así permaneció durante cuatro días, hasta que fue
imputado por la presunta comisión de homicidio intencional calificado
por motivos fútiles en grado de frustración y porte ilícito de arma de
guerra. La decisión fue dictada por el Juzgado Vigésimo Cuarto (24º) de Primera Instancia en Funciones de Control del Área Metropolitana de Caracas.
De
acuerdo a lo que estipula la ley, fue beneficiado con el otorgamiento
de una medida cautelar menos gravosa (la libertad), que, según
información extraoficial, consiguió por un acuerdo reparatorio firmado
por él y los otros dos sujetos implicados, porque al momento de la
pelea, aparentemente, todos estaban ilegalmente armados.
Pero ese no fue el único incidente que protagonizó Luis Alfredo.
Después vinieron más, y en ÚN se reporta que en todos él estaba ebrio.
Este diario reseñó, el 20 de julio, que el hijo del general fue detenido
nuevamente, esta vez por “lesiones, actos lascivos y arrebatón”. Según
la policía, había salido de una discoteca, cuando se le encontró robando
un cajero y acosando a una menor de edad.
El suceso más reciente ocurrió a mediados de octubre (ÚN 18-10-2012).
Ahora estuvo involucrado un taxista, a quien supuestamente agredió con
una botella de licor que llevaba en la mano, para robarlo. Por este
hecho, de acuerdo con la reseña, se le imputó por la presunta comisión
de delitos de tentativa de robo agravado, resistencia a la autoridad y
lesiones personales. Lo salvó la ausencia de testigos prestos a
declarar, más el otorgamiento de otra medida cautelar, por el Juzgado 34º de Control del Área Metropolitana de Caracas.
Una
fuente muy cercana a su entorno familiar, que pidió se mantuviera su
identidad en el anonimato, dijo que la situación pesa mucho en el
general; que éste estaba “muy preocupado, como es normal en un padre”; y
que quería pedirle permiso al presidente Chávez para ausentarse
de sus labores durante unos días y poder llevar a su hijo a Cuba para
someterlo a un tratamiento de rehabilitación”.
Luis Alfredo,
a sus 26 años, ha tenido problemas con la bebida, dijo otra fuente de
la familia. Incluso, con otras sustancias, según el resultado de una
prueba antidoping que se le realizó en Salud Chacao, ambulatorio
al que fue llevado el día del último suceso. Allí agredió a uno de los
médicos que lo atendió, cuentan vigilantes y personal de limpieza. “A él
lo trajeron para acá con otro muchacho. Eran como las 10 de la mañana y
los dos se pusieron muy violentos con los doctores”, suelta uno.
La carga de los abuelos. Luis Alfredo es el hijo mayor del general Motta Domínguez.
Nace de su primer matrimonio con una señora llamada Liseth Vegas, quien
alguna vez tuvo problemas de adicción, según la misma fuente allegada
al círculo familiar. También dijo que su paradero era desconocido. No
obstante, en una visita realizada por el equipo de ÚN al
domicilio del joven, se conoció que además de vivir con su esposa y sus
dos hijos pequeños, también vive con su madre. Por fuera tiene dos hijos
más.
El apartamento está ubicado en la urbanización
Manzanares, al este de la ciudad. Al tocar el intercomunicador, una
mujer negó que ahí viviese el personaje en cuestión. Diez minutos
después, alguien se asomó y lanzó, desde la ventana del apartamento, una
botella plástica vacía de aceite para cocinar. El objeto aterrizó en la
calle. A los cinco minutos, otra mujer que se identificó como la esposa
de Luis Alfredo bajó y confirmó que sí vivían ahí. La morena de
cuerpo tonificado, ojos claros y cabello negro largo, pidió disculpas
por su suegra, que fue la persona que atendió al primer llamado.
Prometió hablar con él para convencerlo de ofrecer una entrevista.
Después de abandonar la residencia, una llamada sorprende a la periodista. Era Luis Alfredo.
“Yo sí estaba aquí en mi casa, pero no pude salir porque primero quería
hablar con mi papá y sus amigos. Todo tengo que consultarlo con ellos.
Son ellos los que deben autorizarme para poder ofrecer una entrevista
personal, no por teléfono”. Sin embargo, soltó: “Lo que quieren es
desprestigiarnos a mí y a mi familia. Me persiguen, me graban, me tienen
una cacería montada por ser hijo de quien soy. Yo soy un muchacho
normal, estudié hasta el sexto semestre de Comunicación Social en la Universidad Santa María, y ahora mantengo a mi familia, trabajo para ellos. Tengo una compañía multiservicios que trabaja con la Guardia Nacional, el Inti y, anteriormente, con el Saren”.
Antes de terminar la conversación, dijo que no existía tal viaje a Cuba
y prometió convencer a su papá y esperar la luz verde para hablar.
Hasta el cierre de esta edición, esa luz nunca se vio.
Cuando el primogénito tenía apenas dos años, sus padres se separaron y su crianza fue asumida por los abuelos maternos.
Toda la infancia y adolescencia la pasó con ellos, domiciliados en Caracas, en la urbanización Alta Florida.
Según una fuente, el muchacho era de carácter rebelde desde que era jovencito.
Pleito en la vecindad. Ni la conserje ni el vigilante sueltan prenda sobre el hijo de Motta Domínguez. No lo han visto.
No
saben nada, o no quieren saber. Pero los vecinos sí, y lo describen.
“Es un muchacho no muy alto, blanco, medio rellenito, con el pelo así
como liso, pero ni muy corto ni muy largo”, dice un señor. Esta es la
única referencia de la apariencia física que se tiene de él, pues en
Internet no hay fotos del personaje, ni siquiera en baja resolución. No
se le conoce ni Twitter ni Facebook.
La mayoría de
los que viven en ese edificio no sabían quién era él hasta que su nombre
apareció en los periódicos. “No sé cuánto tiempo tiene viviendo aquí.
Esta es una zona muy tranquila y nunca había visto ni escuchado nada
raro, hasta que me enteré por el periódico”, comenta una señora mayor.
Otra,
que llega cargada con unas bolsas de mercado, dice que “ese se
descarriló fue este año”, y que desde entonces, “se va de fiesta, llega
borracho y con un escándalo en las madrugadas. Como que ni un trabajo
tiene”.
Al respecto, su esposa se excusa. “Nosotros no
socializamos con nadie en este edificio. Los vecinos son unos chismosos y
habladores de paja”.
Hace dos semanas, llegado el respectivo viernes de parranda, Luis Alfredo salió
de su apartamento y no regresó sino hasta el amanecer. Pero no volvió
solo. Tras él llegaron dos sujetos que aparentemente lo venían siguiendo
en otro carro.
Dicen los vecinos que se bajaron frente al edificio,
se cayeron a golpes, rompieron la puerta de la entrada y los vidrios de
unas ventanas, que hasta el sol de hoy, siguen rotos.
“Obviamente,
nos despertaron a todos. Estaban borrachos. Gritaban, decían cosas
feas. Eso fue horrible, porque a él lo golpearon mucho”, dice una joven
que presenció el hecho desde uno de los balcones del edificio. La pareja
de Luis Alfredo también estuvo allí pero los vecinos no pueden decir con certeza si ella estaba llegando con él, o si bajó a auxiliarlo.
Alguien llamó a Polibaruta, pero antes de que llegara la patrulla, la pelea se disolvió y Luis Alfredo se enconchó en su apartamento. Él asegura que eso no pasó así. Que sólo fue una discusión con su primo, y que el asunto quedó en unos cuantos gritos.
Ese
es uno de los ítems que completa el historial archivado en la memoria
de la urbanización. Hay otros previos. “Yo he escuchado que llega de
madrugada con mujeres y se ponen ahí en el estacionamiento a hacer cosas
indebidas. Ese muchacho es un dolor de cabeza para nosotros. En el día
ni se siente, pero en la noche ya estamos acostumbrados a sus shows”,
comenta una señora.
De hecho, algunos miembros de la junta
de vecinos se han reunido en varias oportunidades para plantear
soluciones a las molestias ocasionadas. Pero no saben qué hacer ni ante
quién quejarse sobre su conducta, que, ya sea expresada de forma
voluntaria o no, es un asunto que lo tiene “quebrado psicológicamente”,
asegura una fuente muy cercana a la familia. “Eso de que te acusen de malandro, matón y violador, no es fácil de manejar, mucho menos para él, que no tiene a nadie que lo apoye incondicionalmente, y que nunca conoció la importancia del pilar que la familia representa”.
La historia continúa y sólo el tiempo dirá de qué manera terminará.