Cita en Samarra...
Nadie puede eludir un inclemente destino, no importa dónde se esconda...
RAFAEL MUCI-MENDOZA | EL UNIVERSAL
miércoles 30 de noviembre de 2011 12:00 AM
En Bagdad, un mercader envía a su criado al mercado a comprar provisiones. A poco vuelve pálido, y con trémula voz le dice: "Maestro, justo cuando estaba en el mercado fui empujado por una mujer en la multitud y cuando me volví, era la Muerte que me atropellaba. Ella me miró e hizo un gesto amenazante... Présteme su caballo para viajar lejos de esta ciudad, marcharme a Samarra y así, eludir mi destino". El comerciante le da su caballo y habiendo montado el siervo, clava sus espuelas en los ijares y a todo galope se pierde en la distancia. Molesto aquél bajó al mercado y la vio de pie entre el gentío. Acercándose le dijo, ¿por qué amenazaste a mi siervo cuando le viste esta mañana? Aquella, sin inmutarse le respondió: "Sólo fue un respingo de sorpresa. Me ha extrañado verlo en Bagdad, porque esta noche tengo una cita con él en Samarra".
William Somerset-Maugham (1874-1965), médico, novelista, escritor de comedias y cuentos cortos, al recomponer esta fábula babilónica en 1933 pareció comprender nuestro drama actual. Mas, nadie puede eludir un inclemente destino, no importa dónde se esconda, especialmente si sus actos han sido signados por el delirio de poder, la maldad y la destrucción alejados de la misericordia. Utilizar dolencia para concitar lástima, convertir en fiesta la enfermedad de sus oponentes, echar los perros de presa del G2 cubano sobre sus adversarios, engañar vilmente a jóvenes mal preparados ahora tornados en "médicos" y volcarlos sobre enfermos desprevenidos hundiendo la medicina nacional en las tinieblas de la ignorancia, son pecados de lesa humanidad.
La pobreza crítica frente a sus narices antes negada y ahora creciente, sólo habla de la deformidad moral del proceso que comanda.