RECORDANDO ALTAMIRA CXVIII
¡¡¡CESE DEL DESPOTISMO USURPADOR!!!
¡¡¡FUERTE GOBIERNO DE TRANSICIÒN!!!
¡¡¡ELECCIONES EN PLENA LIBERTAD VERIFICADA, QUE NO ES LO MISMO QUE ELECCIONES LIBRES INCLUYENTES Y VERIFICABLES!!!
NOS ASISTE EL DERECHO DE HACERNOS CON LA FUERZA
Panamá, 21 enero 2022
Estimados compatriotas, nos asiste el derecho de hacernos con la fuerza para desalojar al régimen criminal y restaurar y compensar la total negación de derechos y libertades, que éste nos ha impuesto sistemáticamente desde su llegada al poder, en 1998.
Consideré pertinente y adecuado, para reforzar lo antes afirmado, presentar una transcripción parcial de un artículo de Elías Díaz, Catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid, publicado en la Revista del Instituto Bartolomé de Las Casas; sobre EL DERECHO: LA RAZÓN DE LA FUERZA Y LA FUERZA DE LA RAZÓN.
Cito textualmente: "La ética tiene no poco que ver con el Derecho: no vale lo mismo, ni vale para lo mismo, uno u otro Derecho según sea (y/o según sea considerado) justo o injusto; Derecho y ética no se confunden, no se deben confundir, pero tampoco tienen que aislarse e incomunicarse entre sí. A su vez, la legitimidad y la legitimación, la ilegitimidad y la deslegitimación, la mayor o menor fundamentación y eficacia del sistema, por supuesto que influyen poderosamente sobre la legitimidad, sobre la (relativa) autónoma validez del ordenamiento jurídico positivo.
Pero desde luego que, por la otra banda y más internamente, la fuerza tiene no poco, es decir mucho, que ver con el Derecho. Jurídicamente se puede obligar por la fuerza a que alguien respete, y que restaure y compense en caso de negación, los derechos y libertades de los demás: es la fuerza actuando para hacer valer el Derecho. Aparece, pues, como Derecho, es Derecho aquel conjunto de normas cuyo cumplimiento puede hacerse efectivo incluso por la fuerza; aquellas normas que – en cuanto sistema – logran hacerse obedecer en un grupo social, teniendo tras de sí la fuerza de la coacción-sanción formalizada e institucionalizada. No todas las especies de normas tienen tras de sí esa fuerza (algunas ni lo pretenden); resulta ser, por tanto, Derecho, se impone como tal, aquel que tiene la fuerza para ello: sin fuerza no hay Derecho, sin fuerza que lo respalde, un ordenamiento no tiene propiamente carácter jurídico.
Pero eso no quita, en modo alguno, que esa fuerza pueda ser justa, más o menos justa, que pueda estar justificada, es decir que además de fuerza física tenga fuerza moral. No obstante, aunque sea (considerada) injusta, será Derecho, si bien es cierto que las mismas exigencias de funcionalidad y eficacia, también las de mínima coherencia lógica del sistema, impondrán siempre límites internos, "estructurales" y de objetividad, a la omnímoda arbitrariedad absolutamente caótica e incontrolada de la hipotética fuerza bruta que en una cierta circunstancia haya logrado imponerse y hacerse valer como Derecho.
Asumido lo anterior, es verdad –y así se comprueba ayer y hoy empíricamente- que el Derecho no puede existir sin la fuerza – era Ihering quien decía que "el Derecho sin la fuerza es una palabra vacía", que "el Derecho no es una idea lógica sino una idea de fuerza"- y que incluso, cabría aducir, en amplia medida es ella quien viene a identificarlo como tal: en efecto, difícilmente podríamos reconocer y definir (al menos hoy) como normas jurídicas a aquellas que, violadas, carecieran de toda previsión y posibilidad de acceso a las instituciones administrativas o judiciales encargadas de hacer respetar, sancionar, corregir o reintegrar, incluso con la fuerza, el orden o el Derecho conculcados.
Pero el Derecho que es fuerza, que se define por esa fuerza, es a su vez, y enseguida, regulación del uso de la fuerza: autorregulación si se quiere; fuerza que regula y delimita el uso de la fuerza. …Decía Pascal…: "No pudiendo hacerse que lo justo sea fuerte se ha hecho que lo fuerte sea justo". Me parece que aquí radica justamente la cuestión: en lograr que lo justo sea fuerte, en lograr que lo justo encuentre fuerza, frente a lo injusto, para hacerse real y por lo pronto legal." Fin de la cita.
No entiendo por qué, muchos dirigentes opositores se inhiben, incluso, avergüenzan cuando se habla de ejercer la fuerza para lograr el cese de la usurpación, cuando sabemos todos que ese ha sido el componente faltante en nuestro accionar, como también sabemos, porque lo hemos corroborado, que en los casos en los cuales lo hemos utilizado, ha sido cuando hemos estado más cerca de lograr el objetivo, o en todo caso, cuando hemos comprometido y evidenciado severamente al régimen criminal, me refiero a cuando hemos utilizado la fuerza soberana del pueblo en masivas protestas. Pero también es cierto, que por no contar con la voluntad y decisión de mantener esa fuerza activa, hemos sufrido las pérdidas valiosas de vidas de compatriotas, las cuales aún claman se haga honor a sus máximos sacrificios, con el agravante de que se nos ha inducido a pensar que somos culpables de ello, e inclusive, que debemos avergonzarnos de ello, haciéndonos olvidar el principio que establece que nadie debe renunciar a sus derechos, y que, allí queda incluido el uso de la fuerza para lograr recuperar derechos y libertades negadas y/o suprimidas.
El mundo libre espera la reacción de esa fuerza soberana para poder accionar su complemento de fuerza justificada para acabar con un régimen criminal que no se detiene en su generación de destrucción, violaciones y abandono, hacia un pueblo que clama por justicia, porque se le restauren y compensen todos sus derechos y libertades, hipotecadas a sistemas foráneos que se consolidan y amenazan a la región y al mundo.
Hoy vemos cómo el pueblo de Ucrania, ya golpeado por la invasión a Crimea, y en continuo asedio por Rusia, ante la incapacidad propia de defender sus derechos, recibe un gran apoyo de fuerza, de parte de la UE y EEUU. Apoyo de fuerza que, se anuncia, será efectivo hasta las últimas consecuencias si Rusia materializa su amenaza de invasión. Esto está sucediendo mientras escribo la presente reflexión.
Pues bien, Venezuela, en 1999 fue convertida en su antipatria, la república bolivariana (rb) y a partir de ese momento su régimen criminal, ha cohonestado y propiciado la entrega de la soberanía a Cuba, Rusia, China, Irán (más reciente), iniciando un proceso de transferencia de tecnología militar y dependencia logística, hacia estos países, con la obvia intención de cortar su vínculo y dependencia del occidente.
Desde el año 2000 hasta hoy, el pueblo venezolano actuó con la fuerza disponible para hacer valer sus derechos y soberanía. Durante 20 años de esta lucha desigual y con sacrificios de vidas, ha logrado demostrar al mundo el carácter criminal del régimen con el apoyo de sus aliados, y se ha consolidado en el mundo libre la apreciación sobre dicho comportamiento, pero ya sus fuerzas no son suficientes para liberarse de tal coalición delincuencial.
Entonces, ante la presencia indiscutible de armas y militares rusos, cubanos e iraníes, desde hace ya dos décadas, en la rb; ante la evidencia de ser una seria amenaza para la región y el continente, y ante las pretensiones Rusas de querer utilizar esta condición para el manejo geopolítico de sus propios intereses en Europa, entre los cuales pienso está el de evitar el crecimiento y consolidación de democracias y su unión en sólidos bloques afines; se hace imprescindible que, tanto la OEA, la UE, los EEUU y todos los estados libres y democráticos, asuman igual resolución en cuanto a dotar de la fuerza necesaria al pueblo de Venezuela, para que logre neutralizar, vencer y desalojar a esta amenaza que ya tiene dimensiones globales, fuertemente interconectadas y en escalada.
Por supuesto, la gran carga de responsabilidad para que este consenso aliado, en mi opinión ya ganado, sea una realidad, reposa sobre los dirigentes incapaces de proyectar las condiciones y actitudes de una unidad que garantice que este apoyo de fuerza no será, nuevamente, desperdiciado o peor traicionado, y que será debidamente integrado a la voluntad soberana del pueblo.
Tal incapacidad, puede inclusive generar la aparición de algún sector, cualquiera que este sea, que para bien o para mal, se haga con alguna fuerza y logre el cese de la usurpación. Pero todos sabemos que esto no sería lo deseable, por su imprevisibilidad. En tal caso, un evento así también pasaría a formar parte del saldo de fracasos de una dirigencia sin rumbo ni destino.
Tenemos la razón, nos falta la fuerza. En la unión está la fuerza. La fuerza está allí, esperando. Falta la unión. Todo sea por Venezuela.
Daniel Comisso Urdaneta
Contralmirante
A.R.V.
(Jamás arbv)