Descomposición
- El ambiente de descomposición que abarca a casi todos los factores que integran el G4 es un hecho notorio, cuyas causas es conveniente analizar. No es algo nuevo en Venezuela, pues el régimen de Chávez-Maduro ha creado ese ambiente pútrido y ha vivido de él. Para reinar ha debido desintegrar la estructura institucional del Estado, arruinar el tejido social, y, por allí, se ha colado el deterioro del cual se nutre, como gusano gozoso ante un cadáver tirado hace meses al pudridero.
- Lo que parece inusitado es que esa descomposición haya tocado a sectores opositores en niveles que según las denuncias de unos y otros, van más allá de casos excepcionales. Unos cuantos de los que supuestamente se presentaban como portadores de la buena nueva del país rescatado, se solazan en esta competencia de pelotas de roña con sus, hasta hace semanas, socios en la tarea interina y gubernativa.
- Aun cuando el debate político pueda hacer cómodo el uso de esta debacle para fines inmediatos, tal vez sea recomendable encontrar cómo unos cuantos “soñadores” de ayer mutaron en los rufianes de hoy. ¿Eran así o se volvieron así? Pregunta clave para la lucha actual y por venir.
- Hay un principio de respuesta que se relaciona con la naturaleza del sistema que ha logrado constituir el régimen Chávez-Maduro, basado en un principio simple: si quieres respirar dentro de Venezuela tienes que integrarte. De este modo intenta –con variados resultados, no siempre favorables a sus propósitos- meter dentro del orden establecido a los ciudadanos, gremios, partidos, asociaciones, dirigentes y líderes de la opinión pública. La única condición que exigen es que no se cuestione la legitimidad del régimen ni los procederes represivos contra quienes la rechazan.
- De este modo han logrado incorporar al sistema a caciques de varios de los partidos que han tenido como credencial el ser opositores, lo cual es un hecho sumamente significativo. Lograron que dirigentes que formaban parte del núcleo más íntimo de las direcciones de esos partidos se plegaran de manera abierta a la aceptación del régimen. Sus antiguos compañeros los denuncian como traidores; pero surge la duda: ¿cómo es que hasta ayer formaban parte de la macolla y de repente son traidores? ¿Se volvieron traidores porque los “compraron”?
- La realidad es que esos dirigentes están hechos de la misma pasta de quienes fueron sus compañeros hasta hace nada. ¿Qué los hace diferentes? Simplemente las tácticas. Si observamos con detenimiento, los que llamaron a participar en las elecciones de la Asamblea Nacional de Maduro en diciembre de 2020 no se diferencian de quienes llaman a participar en las elecciones regionales de Maduro en noviembre de 2021. La disparidad son once meses.
- El que haya quienes piensen que la realidad que es Maduro y su banda hay que aceptarla y, por consiguiente, adaptarse, están en su derecho. O quienes piensen que hay que “ganar espacios” mediante el procedimiento de arrancar pelo por pelo al oso hasta que, en algún momento, quede lampiño, también están en su derecho. Es su visión y posiblemente su camino de sobrevivencia; sin embargo, vender tales objetivos y estrategias como caminos heroicos hacia la libertad es como un trago de kerosén con ipecacuana en frasco de Old Parr.
- El posibilismo como política, ir del timbo al tambo, al garete según vaya la marea, es renunciar a los objetivos y hacer de la estrategia un taparrabos para esconder, sin mucha fortuna, las vergüenzas. Es un tipo de gestión política en la cual los principios son lujos prescindibles cuando no molestias inaguantables. Tales son los ingredientes que han caracterizado a la mayor parte de la dirección opositora.
- Ese vaivén ha destruido aún más a los partidos. La viveza según la cual no se anuncia una política hasta ver primero adónde va la opinión pública ha demostrado ser suicida. Mientras los dirigentes andan viendo la rosa de los vientos los militantes andan en la búsqueda de su pedacito de “maqueta”, como se conoce la desgraciada pelotera por las candidaturas. Son direcciones partidistas que no deciden y, por tanto, se desgastan hasta convertirse solo en franquicias para que sus candidatos se arropen en cada elección.
- Este desorden público en el campo de la política conduce a la competencia individual con el compañero más que con el supuesto adversario. Así se valida la búsqueda de recursos por los caminos azules o los verdes, sin importar si vienen en los rieles de los testaferros. La corrupción se instala no como hecho fortuito sino como manera de existir de una política sin principios, sin valores, sin objetivos libertarios y sin estrategia. Así han nacido los “ricos de cuna” que tienen apenas tres o cuatro años de enriquecidos siendo tarajallos cuarentones o cincuentones.
- Esa conducta se reproduce como la verdolaga: cuando se está enfrente de un gallinero aparecen los robagallinas, pero cuando se está enfrente de Monómeros se produce la putrefacción denunciada en su hora por el eminente venezolano que es Humberto Calderón Berti y varios diputados de la Asamblea Nacional elegida en 2015. Allí se observa la tragedia de la ausencia de controles, la falta de chequeos y balances entre distintas entidades, y la política a la que se le ha entrado no con el cerebro y el corazón sino con las amígdalas, el buche y los intestinos.
- Por fortuna, parece que toda esa casta dirigente que parece emprender el vuelo hacia las gobernaciones y alcaldías, tal vez siga de largo y el viento se la lleve con el régimen que la embrujó, corrompió y que la baila a su antojo con un jarabe tapatío.