PALABRAS DEL ING. ALBERTO BEUSES OLIVARES CON MOTIVO DEL 46 ANIVERSARIO DE LA CIUDAD DE JUDIBANA 26 DE MAYO DE 2001.
A fin determinar desde sus albores la gestación de Judibana, más allá de su partida de nacimiento, es preciso remontarse al origen histórico de la Península de Paraguaná.
A finales del siglo XV, Alonso de Ojeda, Juan de la Cosa y Américo Vespucio; descubrieron el Septentrión de Venezuela (Cabo San Román), distinguiendo un promontorio que ellos nombran "Monte Alto", hoy cerro Santa Ana, allende del cual nos descubriríamos nosotros en esta comunidad, en la segunda parte del siglo XX.
Por cientos de años, esta península había sido territorialmente aislada, en un ambiente áspero, casi sin agua, donde una economía agropecuaria, inicialmente practicada por trescientos indígenas, sería suplantada siglos después por otra, derivada de las actividades petroleras en el pasado siglo.
Este hecho único es lo que finalmente hizo concebir el invento mágico que vino a llamarse "Judibana".
Efectivamente, y trasladándonos al periodo anterior de las refinerías de petróleo, ya en 1925 se transportaba con destino a los Estados Unidos de Norteamérica, desde Las Piedras, oro negro traído por barcos desde el estado Zulia.
La década de los años veinte fue crucial en el desarrollo de la infraestructura básica para la industria petrolera en la península.
Ya en los años treinta, la Venezuelan Gulf, posteriormente La Mene Grande Oil Company tenía tanques de almacenamiento e instalaciones de recepción y embarque de petróleo, así como viviendas en Las Piedras, pintadas de blanco y verde, con techos negros.
El panorama empezó a cambiar en la parte occidental de la península, pues la zona alrededor de los primeros campamentos se fueron urbanizando.
En 1938 dicha empresa registraba ya 128 casas con todos los servicios: campos de golf, comedor de primera, planta eléctrica y de hielo,
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panadería, cine, escuela, canchas de tenis y un club, el cual fue visitado por los presidentes López Contreras y Medina Angarita.
"Cerro Arriba", como se llamaba entonces al caserío que precedió a Punto Fijo, comenzó a poblarse de obreros de esa compañía petrolera, en un asentamiento espontáneo carente de planificación, tanto así que no fue sino hasta los años cuarenta cuando llego el primer ingeniero o topógrafo a Punto Fijo.
Vino también la época del auge petrolero Zuliano y comenzó la emigración por mejores salarios.
En 1943 el gobierno venezolano promulgó la Ley de Hidrocarburos, y como parte del plan para crear una política petrolera nacionalista se exigió que las compañías petroleras refinaran parte de sus crudos en territorio nacional.
Es así, como a mediado de los años cuarenta, surgió otra gran ola de actividad en la industria petrolera local. En 1945 la Royal Dutch Shell inició la Construcción de la Refinería Cardón, en un cardonal conocido como Zarabón.
La Creole Petroleum Corporation, antecesora de Lagoven, empezó a instalar su refinería en Amuay, iniciando sus operaciones en 1950.
Punto Fijo continuaba urbanizándose rápidamente. En 1941, el eje Carirubana - Punto Fijo apenas alcanzaba 2458 habitantes, y ya para 1950 tenía 18.000 almas.
Es interesante recordar que, hasta el advenimiento de la industria petrolera, Paraguaná tenía una producción agropecuaria incipiente, y se exportaba, vía marítima: burros, chivos, zábila, frutas y pescado salado hacia Aruba, Curazao, Zulia y Puerto Cabello.
No había vías de comunicación terrestres, y el viaje a Coro demoraba varios días, a través del Istmo de Los Médanos.
¿Qué le sucede a la población con la venida de las "compañías"?
El nativo paraguanero abandona su hato o su conuco, y la población centro-occidental de la península se traslada al sur-oeste de la misma.
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La proporción de población "urbana" llega en toda la península a un 80% en comparación con un 20% rural en tan solo un período de 15 años.
Además, el 75% de la población total de la península se concentró en el área de desarrollo de las refinerías.
Es de hacer notar que el crecimiento urbano tiene una dinámica propia, independientemente del proceso de industrialización.
La urbanización de la zona sur-occidental de la península ocasionó un crecimiento secundario basado en los sectores comerciales y de servicios.
Esa masa humana que se congregó en la zona, indujo a su vez la prestación de servicios de toda índole, y la venta de bienes, a una población heterogénea que disponía de un alto poder adquisitivo.
El torrente migratorio llegó a alcanzar un 85% de la población entre los años 1945-1955.
El nacimiento de las ciudades petroleras, entre ellas Judibana, es muy "sui-generis"
Tradicionalmente, en los países desarrollados el proceso de creación de ciudades ligadas a las industrias comenzaba por el emplazamiento de estas industrias en lugares donde ya estaba previamente ubicada una población, de modo tal que la industria se beneficiaba del medio urbano existente para obtener los servicios requeridos.
La industria, a su vez, contribuía al crecimiento de la ciudad y a la generación de nuevos servicios.
En la industria petrolera, en general, las condiciones del sitio determinan la ubicación de sus instalaciones.
En el caso de campos productores de crudos, se ubica en sitios cercanos a donde se perfora, y en el caso de refinación, como es el nuestro, donde haya puertos naturales profundos y abundante enfriamiento para los procesos, además de una ubicación excepcional referente a los mercados de exportación de los productos refinados.
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En adición a lo antes expuesto, para poder comprender el génesis de Judibana, debemos recordar otro factor importantísimo que tuvo influencia en el nacimiento de nuestra comunidad.
Es el hecho de que en 1936, en nuestra primera Ley del Trabajo, se estableció el régimen de contratación colectiva, lo que dio origen a que las compañías convinieran en establecer los campamentos cuando el número de trabajadores fuese mayor de cien, y el lugar distara más de dos kilómetros de la población más cercana.
Así es como a expensas de la Creole y por mandato legal se creó el núcleo, estilo campamento para el personal obrero, afiliado a las asociaciones sindicales. Esta vino a ser lo que aquí se denominaron "Los Bloques" o "Judibana Chiquita".
Esto constituiría una solución a los problemas más inmediatos de la empresa petrolera, conjuntamente con la construcción de viviendas para Médico". el personal "de confianza", en lo que vino a conocerse como "Campo Médico".
Da la impresión de que en aquella época nadie parecía darse cuenta de la formidable atracción que la concentración de riquezas motivada por la refinería, ejercería sobre el resto de la población, o se subestimaba el torrente migratorio que invadía la región.
El propio aislamiento geográfico y el muy incipiente régimen municipal existente (y es preciso recordar que para entonces Carirubana y Punto Fijo eran apenas caseríos) no propició que las autoridades hicieran las previsiones necesarias para acomodar la gran cantidad de personas que arribaban a la zona para compartir la prosperidad.
Los servicios básicos eran inexistentes, y es así como en el desarrollo de Judibana, la creación de los mismos constituirá una excepción, y se convierte en un polo de atracción para quienes no disponían de dichos servicios.
Aún así, persistía la segregación de las dos comunidades, la petrolera y la que no lo era.
Por ser todos los terrenos propiedad de la Creole, Judibana continuaba misma era en cierto modo restringido. separada de las barriadas por cercas de alambre, y el acceso a la misma era en cierto modo restringido,
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A diferencia de otros campamentos y con el propósito de cambiar radicalmente esta situación, desde 1950 comenzó la Creole a auspiciar la idea de las "comunidades abiertas" que tomaría cuerpo en la comunidad de Judibana.
Judibana según el cronista de la ciudad, señor Juan Toro Martínez, se llamaba el sitio que anteriormente había sido un campito, el cual fue sede de la oficina principal de la Creole en 1946, y dicho nombre, según la misma fuente, significa "Cerro de Viento".
La Compañía en vez de cobrar alquileres por viviendas construidas, facilitaba crédito a sus trabajadores para fabricar sus propias casas, incentivando así el ahorro y el disfrute de la vivienda al jubilarse o retirarse el trabajador.
El proyecto de Judibana, a realizarse en una extensión de quinientas hectáreas, fue encomendado a la prestigiosa oficina de urbanismo norteamericana de SKIDMORE OWING & MERRILL, experta en la realización de proyectos en sitios distantes a su sede (a propósito, esa misma firma diseño el Hotel Avila en Caracas).
El proyecto tuvo la aceptación del ejecutivo nacional y se planificó para construir una ciudad para 15.000 habitantes en un plazo de cinco años.
El costo de la primera fase de la obra fue estimado en ese entonces en 37 millones y medio de bolívares, participando la compañía con un 65% y el estado con un 35%.
El nuevo poblado se concibió como "abierto", tanto al público como a los trabajadores, y se iría progresivamente transformado en ciudad. Esto permitiría la oportunidad a la población satélite para vivir bien en un sitio urbanizado modernamente y dotado de todos los servicios.
Judibana fue creada con una modalidad distinta al tradicionalmente llamado "campo petrolero", y así evolucionó el hábito de conducta social petroleras. que hasta entonces había regido bajo el reglamento y normativa de las petroleras.
De hecho, tal poblado con responsabilidades sociales y derecho político territorial de desarrollo, se constituyó con el tiempo en un ente municipal, integrado a la participación normal en el desenvolvimiento público del país, y a sus trabajadores en los asuntos de interés ciudadano.
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Algunos dieron en llamar a Judibana "La Ciudad Jardín", comparándola con sus homónimas inglesas creadas a finales del siglo XIX, las cuales habían sido concebidas alrededor de industrias establecidas, para romper el hacinamiento y la deprimente y oscura monotonía de las ciudades industriales británicas, rodeándolas de amplias zonas verdes y de recreación para darles el aspecto de un gran jardín.
Judibana, a pesar de las limitaciones del suministro de agua para riego, vino a ser como un oasis en el extremo sur- oeste de la península.
El 55 % del área desarrollada fue residencial, comercial y de servicios. 34 % era para zonas verdes y el restante 11% para vialidad y circulación.
La zona central, además de varios edificios para comercio y oficinas, comprendía un centro cívico alrededor de la Plaza Bolívar, con iglesia, club, cine, canchas canchas deportivas y deportivas y colegio, con suficientes estacionamientos para vehículos.
El trazado de las calles siguió por lo general, líneas semicirculares para disminuir la velocidad del tránsito, teniendo las avenidas principales islas centrales.
El sistema de cloacas, separado del sistema de drenaje de lluvias, se construyó con una planta de tratamiento, una de las primeras obras de este tipo en el país.
Ocho años después de comenzadas las obras de la Refinería de Amuay, y del campamento provisional de Adaro, el 13 de mayo de 1955, se iniciaba la edificación de la primera casa, propiedad del trabajador Fernando Lermont Bethermy.
A poco comenzaba la construcción de otras edificaciones de necesidad pública: una escuela dotada del equipo pedagógico más moderno que se tenía en el país; un club compuesto de restaurante, canchas de bowling, billar y cine, así como una amplia y aireada iglesia.
Posteriormente surgió la clínica de los Seguros Sociales, y la incorporación a la comunidad del Centro de Salud Carlos Díaz del Siervo, donde antes operó el Hospital Sagrada Familia.
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En Judibana se fomentó la conciencia de lo que significaba asistir a la fundación de una ciudad, y los trabajadores eran testigos de su esfuerzo.
Cada nueva casa que se levantaba, comenta Juan Toro Martínez, "era como una afirmación de una ciudad compartida", y prácticamente cada casa era distinta a las demás, rompiendo así la monotonía que era habitual en los campamentos.
En el curso de años posteriores, de acuerdo con la planificación técnica y las inversiones económicas adecuadas, se iría aumentando el número de lotes para viviendas, y surgieron también un supermercado, banco, hoteles, farmacias, consultorios médicos privados, etc.
El edificio del templo pasó a ser propiedad de la Iglesia el 14 de enero de 1957, y el 25 de abril de ese mismo año, su excelencia Monseñor Francisco José Iturriza Guillén, creó la parroquia de Cristo Rey de Judibana.
¿Qué pasó y por qué se desaceleró el meteórico auge inicial de Judibana?
El crecimiento posterior de Judibana ha sido cíclico, y la construcción de viviendas ha seguido dependiendo parcialmente de los proyectos de expansión de la Refinería de Amuay por una parte. Por otro lado, debido al desarrollo de otro polo de crecimiento en el área de Punta Cardón, así como la relativa mejora paulatina de los servicios públicos municipales, y la creación en Carirubana de las zonas francas industriales y comerciales.
Así mismo, Petróleos de Venezuela había impulsado un plan a escala nacional, con el objetivo de ayudar a adquirir vivienda propia en cualquier lugar donde el trabajador petrolero desease.
Esto hizo que dichas adquisiciones se hiciesen generalmente en las ciudades de donde eran originarios los empleados, en lugar de aquí en Judibana, como fue anteriormente.
El ejemplo de experimento realizado en Judibana para el fomento de ciudades abiertas y la integración de las comunidades, puede ser considerado como positivo.
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Un buen número de trabajadores, al adquirir su propia vivienda. demostraron su preferencia por las ciudades normales en lugar de los típicos enclaves de la industria, así como una gran fe en el futuro de estas comunidades y de las regiones donde se encuentran ejemplo también se evidencio con Tamare y Ciudad Ojeda, en el estado Zulia.
Una nueva generación habita hoy en Judibana: hijos y familiares de anteriores obreros, técnicos y profesionales, de contratistas, de fundadores de la industria pesquera regional.
Aquí se sembró la semilla y hoy se recogen los frutos.
Felicitamos a los pobladores de la Judibana de hoy, ciudadanos vinculados al quehacer de esta comunidad, y a todos aquellos que han sido pioneros de lo que se considera un ejemplo y un orgullo para el estado Falcón y la nación entera.
No quisiera concluir mis palabras sin una consideración final, y para ello ruego su anuencia, de lo que para mi persona y mi familia ha significado esta comunidad.
Casualmente, llegué aquí en un buque mercante que pernoctó en la bahía de Amuay en junio de 1957, cuando regresaba de concluir mis estudios universitarios en el exterior, y rumbo a mi tierra natal de Maracaibo.
Conocí a Judibana durante unas horas, sin saber entonces que nuestro futuro estaría unido por 23 cortos y felices años a este terruño.
Grande fue mi suerte que pude laborar en ambas refinerías, y que mis hijos y nietos fueran judibanenses y que todos pudieran crearse y educarse acá.
Mi experiencia no es única. Muchos veteranos pueden dar fe de que los años más prósperos y armoniosos de nuestras vidas fueron en relación con la gente de esta bella comunidad.
Aquí sembramos amistad y hoy recogemos sonrisas y afecto de nuestros amigos de siempre.
Reconozco que Judibana ha cambiado en los últimos años. Ya no es una jovencita que coquetea con la prosperidad. Ya es una población adulta y madura, incorporada a un municipio y a los servicios públicos
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estatales, que a pesar de las carencias siguen siendo excepcionales, con una seguridad aún envidiable para el comportamiento del resto del país, De un país del cual no podemos aislarnos ¡Ya bastante tiempo vivimos aislados!
La integración soñada por nuestros fundadores debe continuar y por vías de doble sentido en lo urbanístico, en lo social, lo cultural y lo económico. La realidad actual no deja de ser sino el reto de siempre.
Aún falta por derribar de nuestras mentes algunos complejos que aún pudieran perdurar de que fuimos mejores o distintos que las poblaciones que nos rodeaban, ya porque fuimos protegidos y subsidiados, o porque creíamos que no teníamos nada que buscar allá afuera.
El concepto de comunidad abierta debe entenderse también como de brazos y mentalidad abierta a la realidad nacional.
La experiencia y el aprendizaje de los habitantes de Judibana me consta que ha estado al servicio de los demás. Pero presiento que aún hay mucho más por aportar.
Pidamos para que la semilla que aquí se sembró siga salpicando y dé cosecha también en los Taques, en Moruy, en Jadacaquiva y en otros tantos poblados donde también hay almas fértiles que pueden crecer y ser felices como nosotros.
Si el origen, el crecimiento y la prosperidad de Judibana hoy nos llenan de legítimo orgullo y por ello una vez más congratulamos a sus habitantes, pidamos a Dios, único creador de lo que somos, de lo que hemos hecho y podamos hacer, que nos ilumine para que se nos recuerde, no por lo pasado, sino por lo que podamos aportar en el futuro.
Señores,
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TEXTO: Documento de Archivo, remitido por Haydée Irausquín Aldama