RELIGIÓN Y MUERTE. Por: Sammy Landaeta Millán.
Las muertes violentas en Venezuela por diversos eventos de fines de semana, arrojan cifras superiores a los partes de bajas, en lugares donde se libran combates por acciones de Guerra. En esta oportunidad la inseguridad reinante que vive la Nación, cobró la vida del Sub Secretario de la Conferencia Episcopal Venezolana, Monseñor Jorge Piñango.
Lo cierto es que la muerte acecha en todos los ambientes, sin distingos de raza, clase, credo, empleo o simpatía política y cobra innumerables victimas. Con el trágico deceso del prelado de la Iglesia Católica se conmociona de nuevo al país. En su gran mayoría las personas han quedado estupefactas, desconcertadas y asombradas. Con el asesinato de Monseñor Piñango, en términos del ritual eclesiástico, nos atrevemos a pronunciar que se ha derramando la sangre de Cristo. No es para menos.
Recordamos con agradecimiento al padre Ramos oficiando una misa de acción de gracia en Santa Maria de los Guaicas, El Ocamo, Estado Amazonas, al regresar ilesos en el helicóptero FAV siglas 1260, después de habernos perdido, bajo un mal tiempo. Mantenemos presente los consejos del padre Juan Antoñón a quien conocimos de adolescentes y luego compartimos como profesionales en el batallón de paracaidistas José Leonardo Chirinos y asistimos a sus misas en la parroquia de San Francisco de Asís, Estado Aragua. Espiritualmente estamos con el entrañable amigo y consejero, Pbro. Cnel (Av.) Humberto Acosta Fuentes, vicario episcopal de la Fuerza Aérea Venezolana (La Aviación Militar, revolucionaria) y jefe de la Parroquia Nuestra Señora de Loreto, Base Miranda, La Carlota, Caracas, donde alguna vez fuimos miembros del consejo parroquial y en el presente, se nos prohíbe entrar hasta para oír la santa misa. Hoy en este momento aciago que vive la Iglesia, nos solidarizamos con los sentimientos de nuestros amigos sacerdotes y de todos en general. Les enviamos la palabra de estimulo, de fe, de fortaleza, de esperanza y de resistencia, dondequiera que los haya destinado Dios Nuestro Señor.
En el país estamos consternados, indignados, molestos y algo mas, por el vil asesinato de un distinguido miembro de la Iglesia Católica Venezolana. Ante este abominable zarpazo de la vida revolucionaria, que no nos cabe la menor duda que lo sea, no debemos bajar la bandera de la libertad que llevamos con dignidad y sacrificio, hasta que logremos arrebatarle las pretensiones al Comunismo Internacional. Sabemos que en diversas países de América Latina los sacerdotes han sido blanco de atentados y asesinatos por parte de procesos de izquierda, por ello nos negamos a creer que Venezuela sea una excepción.
Aunque el momento sea de dolor, amargura, tristeza y llanto debemos rechazar la actitud política del Dr. Isaías Rodríguez, Fiscal General de la República, quien trasciende el plano de la confidencialidad del caso, toma partido y esgrime a la luz pública los aspectos correspondientes a las investigaciones, describiendo detalles que son producto de procesos sumariales. Es inaudito. A nuestra manera de observar, las declaraciones claramente vilipendian la moral del fallecido Monseñor Piñango y sus familiares. Lo que es más aberrante, es la forma orientar el desprestigio de la Iglesia Católica, como institución. Pero no lo lograran. Si nosotros estamos indignados. ¿Como se sentirán los sacerdotes?
Por otra parte, observamos con satisfacción que la Iglesia Católica Venezolana no haya asumido ningún papel de convertirse en un potencial contendor del desgobierno, pero tampoco se ha subyugado a sus designios. Pero eso no quiere decir que desde la óptica del gobierno bolivariano y del bandidaje revolucionario no se observe a la Iglesia Católica y a sus miembros, como “sus enemigos” ¡Debemos estar pendientes!
También pensamos que para algunos sacerdotes que comulgan con la mezcolanza del izquierdismo revolucionario y en oportunidades se han arrodillado ante los designios del usurpador de la presidencia de la republica Hugo Chávez Frías, el evento trágico los coloca en una posición comprometida. Deben oír su voz interior y dejar que florezca la verdad desistiendo de aferrarse al maligno, porque de lo contrario, este en su afán de proyectarse como todopoderoso latinoamericano, los arrastrará, hasta las tinieblas.
Desde los inicios del pretendido proceso revolucionario en Venezuela, ha existido una animadversión por la iglesia católica, institución a la que muchos hemos y estamos dispuestos a defenderla. Recordemos las acusaciones contra Monseñor Baltasar Porras por la versión sesgada de los sucesos del 11 de Abril de 2002. Evoquemos la magnitud de las ofensas contra la dignidad de Cardenal José Ignacio Velasco en el momento de sus exequias y reflexionemos sobre las verdaderas actitudes que podrían tener las ofensas que profesaban una turba de agitados manifestantes frente al Palacio Arzobispal de Caracas, exigiendo: “paredón para el Cardenal Castillo Lara”. ¡Debemos vernos en ese espejo!
Hoy también se hace preciso destacar que su eminencia Jorge Cardenal Urosa Savino se pronunció recientemente sobre el mantenimiento de la religión en las escuelas y eso parece que disparó las alarmas y provocó un gran fisura en el edifico amistoso que se había comenzado a refaccionar entre el desgobierno y la Iglesia, luego de la recién investidura del Cardenal. Quizás eso no lo vieron con buenos ojos, algunos activistas del bochinche revolucionario y podría inferirse que tal vez alguien aparentemente, se tomó la ley en la mano para congraciarse con los altos dirigentes del proceso, pero la situación le salió mal. Pensamos que se quiso someter a un representante de la Iglesia a un calvario pre planeado, para infundirles temor, pero resulto asesinado en un ritual de sacrificio.
Roguemos al señor por el eterno descanso de su siervo Monseñor Piñango. Somos solidarios con su distinguida familia, al hacerles llegar las más expresivas palabras de condolencia y respaldemos la digna posición de la Iglesia al exigir respeto, consideración y justicia ante la desaparición física de tan alta dignidad eclesiástica. ¡Paz a sus restos!
Hoy más que nunca, debemos defender la integridad de la Iglesia Católica hasta el último día de la revolución de traidores y bandidos, que ya esta bastante cerca. Pensemos, que si por los designios del proceso, hoy murió un sacerdote; también falleció un hombre y lo que es mas grave, fue asesinado un hombre de religión. ¿Quién morirá mañana?
Recordemos que donde hay un católico hay una iglesia y tenemos el deber de protegerla.
Cita: “Protegeré la religión hasta que me muera”
Simón Bolívar
Sammy Jesús Landaeta Millán.
Coronel Aviación.
CIV-3.441.697
Email: sammylan@yahoo.es
Twitter: @ProtestaMilitar
Caracas, 27 de Abril de 2006