NOMENCLATURA
DE GUERRA
Enrique Prieto Silva
Lunes, 2 de diciembre de
2019
Pocos políticos partidistas militantes y apolíticos pacotilleros
se han percatado del éxito que viene logrando la guerra de diferentes nombres
desarrollada en el acontecer nacional, que se inició desde el comienzo de este
gran percance nacional denominado “chavismo”; “la peste del siglo XXI” como lo han
llamado en la gran pantalla, o la “maldición del militarismo” encumbrado en la
prédica de la pos república, luego de la muerte de El Libertador.
La denominación más reciente ha sido la de “guerra del
teclado”, que obviamente surgió a consecuencia del maravilloso auge de las
lecciones del internet, que sin lugar a dudas, han hecho realidad la
humanización encumbrada en nuestro siglo, después de enfrentarse con el
desarrollo de lo grandioso de la globalización surgida con la mass media de McLujan y el excelso
progreso del Microsoft de Bill Gates y Paul Allen.
Entre nosotros tomo la orientación del seudo militar Chávez,
que logró encumbrar el militarismo ígneo forjado en la Escuela Superior del
Ejército, cuando se dio a la tarea de iniciar el cambio de la doctrina OTAN por
una vernácula que se tradujo en el bodrio que hoy tenemos. Mientras algunos
militares entre los que nos contamos, luchábamos por una doctrina propia que se forjó desde que se
incorporó a la Guardia Nacional como componente fundamental en la guerra
moderna y se le quiso imponer una doctrina que percibimos como el “empleo
militar de la Guardia Nacional” por allá en los inicios de la década de los 70’,
otros líderes de esta ballesta se dedicaron a tratar de fortalecer el liderazgo
militar político, que concluyó en el “por ahora” de 1992, luego con el gozo de
tener un militar presidente, hasta que se hizo el desfase constitucional que
minimizó a la institución con el soplo de FAN como una sola fuerza,
discriminatoria, de lo cual muchos no se han percatado y siguen creyendo que es
la misma del 136 de la Constitución del 61.
Este es el
introito de nuestro segundo tomo de “La Guerra por la Paz”, que bautizamos como
“Nomenclatura de Guerra”, que como decimos en su motivación, “Con la toma de
posesión de la presidencia de la República de Venezuela en 1998 por el teniente
coronel Hugo Chávez, se inició en Venezuela un ciclo político diferenciado de
los anteriores en todos los tiempos de la historia republicana venezolana, que
a la fecha ha marcado un signo de incertidumbre y hoy de fracaso entristecedor,
dada la inconsistencia de su orientación política y de gobierno. Éstos, como se
pensó, marcharon por la senda que condujo al país a un cataclismo tosco y
lamentable, por cuanto logró reunir en una sola idea y orientación todos los
poderes públicos, dirigidos en su mayoría por gobernantes y magistrados
subyugados a él, quien sin empacho les reclamó cualquier desviación que tuviera
de su línea, que era ninguna, pero que logró encumbrar con el calificativo
pomposo de ‘revolución bolivariana’, que no es más que una idea socavada de la
vieja y fracasada tendencia marxista, que a la fecha solo impera en Corea del
Norte y Cuba.
Pero de mayor gravedad en esta quimérica ‘revolución’,
ha sido el tinte y orientación guerrerista que dio Chávez a su ‘loco’ idealismo
que mal llamó ‘bolivariano’, por ello, uno de estos rechazos ha sido
precisamente el deseo de un pueblo por lograr un país en paz, que obviamente
rechaza la guerra ya que hablar de revolución y de socialismo como orientación
para gobernar, es recordar la historia reciente de los dos últimos siglos donde
los promotores de estos regímenes han fracasado y donde el mundo político se ha
oscurecido en la órbita del no querer entender la casusa del fracaso. No hay
que hurgar en las causas, cuando los resultados han sido evidentes: ‘un mundo
en tensión y en guerra’”.
En el orden estatal se establecen las bases
estructurales para la conducción y la ejecución de las guerra, con el
convencimiento de que, para evitar la guerra hay que prepararse para ella.
Surge así el eslogan de que: “Para
mantener la paz, hay que prepararse para la guerra” y no existen dudas, que
en la relación interestatal, causar daño con fines políticos o de venganza ha
sido la costumbre universal, mas no podemos verlo de esta manera, cuando nos
referimos a la relación del hombre en la familia y en la sociedad.
Hay frases inolvidables, como la de Barack Obama, al
aceptar el Premio Nobel de la paz cuando manifestó: “A veces la guerra es necesaria, y en cierta medida la guerra es una
expresión de los sentimientos humanos”. Señaló que “Estados Unidos ha ayudado a asegurar la seguridad mundial durante más
de seis décadas con la sangre de nuestros ciudadanos y la fuerza de nuestras
armas”. Esto pareciera una justificación política recordando a Clausewitz,
sin embargo, justifica la guerra en un país en guerra, cuando considera a
Estados Unidos como una nación en guerra, declarada como tal luego del 11S,
pero en Venezuela, la guerra es una ficción de amedrentamiento político injustificable que no debe existir ni siquiera como
justificación de otro medio político.
Como decimos en nuestro mencionado libro “La guerra es
siempre indeseada, sin embargo, en toda la historia ésta siempre ha sido el
medio para dirimir cualquier tipo de disputa que, en su mayoría se derivan de
conflictos por el poder o por la supremacía política y por el liderazgo en la
"aldea global". La guerra es Idea que está en todas las mentes, desde
la infantil, y desde los Juegos de la edad más temprana, hasta los recuerdos de
senectud, por las escenas vividas o evitadas, por las conocidas o estudiadas,
por las escritas o leídas.
Muchos políticos hablan de guerra y su mención inmediata
es Mao Tse-Tung, sin embargo, estudiando su pensamiento hay que reconocer, que
Mao concibió la guerra como un fenómeno que se da en un determinado lugar y en
un momento preciso de la historia y no como algo necesario a la
"naturaleza humana". Decía al respecto: "Somos partidarios de la abolición de la guerra; no deseamos la
guerra. Pero la guerra solo se puede abolir mediante la guerra. Para acabar con
los fusiles, se debe empuñar el fusil". "Hacer la guerra es, en general, algo malo en sí. Sólo la
necesidad debe hacer emprenderla. Los combates, cualquiera que sea su
naturaleza, son siempre algo funesto incluso para los vencedores; hay que
librarlos cuando sea imposible hacer otra cosa". "En lo concerniente
a nuestro deseo, no quisiéramos combatir ni un solo día. Pero si las
circunstancias nos obligan a luchar, podemos hacerlo hasta el fin".
Analizando a Mao, tenemos que concluir que la guerra
nunca servirá para resolver los problemas políticos; por ello, nunca debemos
pensar en acción militar como solución política.