Una payasería de congreso
Enrique Meléndez
Por supuesto, no dejó de
considerarse que estamos ante la ratificación de
Daba gusto oír hablar a
Rómulo Betancourt; un hombre de una voz atiplada, con un lenguaje de quincalla,
como le endilgaba Uslar Pietri, aunque gracioso e incisivo. Manuel Caballero
decía de Gonzalo Barrios, que lo caracterizaba una cierta elegancia florentina
en su discursiva, quizás impregnada de Maquiavelo, el padre de la ciencia
política; de allí lo de lo florentino. Incluso, el propio Barrios opinaba de
Pérez, que necesitaba un poquito más de ignorancia. He allí la ironía, con la
que se manejaba el tema de la ilustración de nuestra clase dirigente. No se
diga del otro lado, de los copeyanos: Rafael Caldera fue un brillante orador;
lo mismo se pudiera decir de Luis Herrera Campins y su capacidad de reflejar la
realidad a través de refranes; que era caldo de cultivo para los cómicos de la
televisión. Tanto Acción Democrática, como Copei contaban con institutos de
formación, que hacían parte del adoctrinamiento de la militancia; puesto que
eran maquinarias con doctrinas o tesis políticas. De modo que había debate de
altura; confrontación de ideas; lo que atraía a los medios de comunicación que
se encadenaban ante un evento de esta naturaleza.
Por lo demás, allí acudía
la militancia en una forma espontánea; se disputaban las delegaciones, para
asistir a esos congresos, y en donde se ratificaban (que es lo que ha hecho
Henry Ramos Allup en Acción Democrática durante todos estos años), o se
renovaban las autoridades partidistas en todos los rangos; de modo que era una
voluntad de participación organizativa muy identificada con un color, un himno,
una bandera y un símbolo. Entonces, había instituciones en este país y, en ese
sentido, los partidos funcionaban como un capitulo institucional de ese Estado
de democracia liberal; aun cuando no dejaban de existir los fraccionalismos,
las guerrillas internas, los codo a codo, el arribismo o el mismo continuismo
de un Ramos Allup, como decíamos, a partir de componendas, y que fue lo que
vino a minar la estructura de estas organizaciones, que nacieron a raíz de lo
que Huntington conoció como la segunda ola de los procesos de democratización
de los países, sobre todo, occidentales; luego de
Si uno se pusiera a
comparar pelo a pelo aquella dirigencia adeco-copeyana con ésta, presencia una
pelea de tigre contra burro. Aquella dirigencia contaba con obra publicada;
empezando por Rómulo Betancourt y su famosa Venezuela: Política y Petróleo;
además de trayectoria pública destacada. Esta gente llegó de la mano de un
aventurero, que estaba en el lugar indicado y a la hora indicada, y se coló por
los palos en un país, que se deja llevar por las pasiones, y lo emociona
cualquier encantador de serpientes. Chávez no fue sino un charlatán; como toda
esa gente que participó de ese congreso psuvista.
Empezando por la temática
que se abordó allí: la corrupción de “nuestra gente”, y entonces Nicolás Maduro
trajo a colación el caso de un alcalde de Anzoátegui, a quien le descubrieron
un mercado negro de gasolina y así que, como decimos en criollo, le pusieron
los ganchos; que no ha sido interpretado en la opinión pública sino como pases
de factura; muestras de la guerra interna, que hay en esas filas, es decir,
cachicamo diciéndole a morrocoy conchudo. Obsérvese que por las redes sociales
circula un video; donde se observa que Chávez desenmascara a Diosdado Cabello,
siendo éste ministro de Infraestructura, frente a Henry Falcón, siendo éste
gobernador de Lara y, desde luego, delante de todo el país, a propósito de la
construcción de una obra en dicho estado; donde se observa el sobreprecio, con
la que recarga la factura de la misma el susodicho ministro. Empecemos por ahí:
¿cuánta obra no ha sido financiada; que no ha sido construida, y ha
desaparecido el dinero?
El hecho es que Chávez
gobernó sobre una cleptocracia; lo que dio lugar a un régimen de mafias o la
típica Nomenclatura; que se caracteriza por ser un régimen de ricos frente a un
pueblo pobre; a partir del quiebre de las instituciones; de modo que ese
proceso de desinstitucionalización partió del PSUV; que en la práctica no
existe, salvo para participar en los procesos electorales, y que no deja de ser
una minoría más dentro del espectro de nuestros partidos políticos y, luego,
chispeó a los de la oposición, que terminaron prostituyéndose; donde estuvo de
por medio la judicialización de la política, para el quiebre de las voluntades y/o
lo que se conoce como
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