Por: Eduardo Casanova.
En los últimos días se le ha complicado la vida a Maduro y sus cómplices en una forma terrible. Las informaciones que han aportado el turcolombiano Saab, el Pollo Carvajal, Claudia Patricia Díaz, la que fuera tesorera nacional de Venezuela y enfermera de Hugo Chávez, su marido, Adrián José Velásquez, que fue guardaespaldas de Chávez, Alejandro Andrade, el jefe guerrillero colombiano Otoniel y otros personajes, le han confirmado al mundo que el régimen de Nicolás Maduro no es un gobierno normal sino un esquema criminal, y que nadie puede apoyarlo de buena fe, porque no se trata de política sino de simple acción delictual. No se puede hablar de "derecha" o "izquierda" ni de progresismo ni nada por el estilo. Esas personas no son otra cosa que delincuentes comunes que se apropiaron de las estructuras gubernamentales del país, no para hacer política, sino para robar y abusar, para enriquecerse y aprovecharse de las riquezas del estado de forma simplemente criminal. El turcolombiano le está dando a las autoridades judiciales norteamericanas toda la información posible acerca de loa esquemas delictivos en materia financiera, y el Pollo Carvajal ha declarado en forma exhaustiva acerca de las trampas y delitos de carácter político que han cometido durante todo el tiempo en que se han apropiado de las instituciones políticas de Venezuela. Una de las informaciones que ha ratificado Carvajal es la de los fraudes electorales que convierten al chavismo en usurpador del poder. Ha declarado que Chávez solo le ganó a Salas Römer y al falso opositor Arias Cárdenas, y que todas las otras elecciones las perdió, y apeló a fraudes descarados. Reconoció algunas derrotas, cuando la diferencia era tan grande que no se podía disimular. Desde luego, el CNE de Tibisay Lucena, hoy ya descarada chavista, maquilló hasta donde pudo la diferencia, para hacerla menos humillante, pero no tuvo más remedio que aceptar la derrota. De manera gangsteril el ejecutivo se encargó, en combinación con los otros poderes doblegados, de suavizar y hasta de neutralizar los efectos de esas derrotas. En el caso de la Asamblea, anuló los triunfos de los parlamentarios indígenas, y en el de los gobernadores inventó las figuras de los "protectores" y negó los recursos presupuestarios a los legítimos funcionarios para no dejarlos actuar. También declaró en forma oficial el Pollo Carvajal, que es el que mejor puede estar informado sobre el caso, que Chávez no murió en Venezuela en marzo de 2013, como pretendieron afirmar los chavistas, sino en Cuba en diciembre de 2012, luego de que le amputaran la pierna izquierda, y fue una muerte asistida por eutanasia. De modo que todo lo actuado en enero, febrero y unos días de marzo, que incluye la designación de Maduro como presidente, es írrito, no tiene validez alguna, es totalmente ilegal. Es algo que se suma al hecho de que por disposición expresa de la Constitución Maduro no podía ser designado Presidente. Y para colmo, las elecciones las perdió, de modo que es un simple usurpador puesto ahí por los cubanos para que le dé a Cuba la gasolina y otros productos básicos que buena falta nos hacen. Ya no se trata de opiniones, sino de verdades comprobadas: cambia el panorama. Eliminar a Maduro y los chavistas ya no es un simple acto de justicia, sino una necesidad, y los gobiernos de la región y del mundo tienen que aceptarlo. Por otra parte, vistos y probados plenamente los hechos delictivos que no solamente perjudican a los venezolanos, sino a los regímenes legales de las cercanías y de todo el mundo, permitir que el usurpador Maduro permanezca en el poder se convierte en un verdadero delito, y cualquier acción que emprendan los gobiernos legales de la región se justifica plenamente, así como se justificaría plenamente cualquier acción, por violenta que sea, que tome cualquier institución venezolana para quitar del medio a los chavistas. Se me dirá que los únicos que pueden hacer algo son los militares y no lo van a hacer porque son ellos los que detentan el poder en la actualidad y no lo van a soltar por nada del mundo, y yo les respondo con algo que viví en carne propia en 1957: el 31 de diciembre de 1957, con mi madre y mi hermana, fui a recibir el año nuevo en la casa de Miguel Octavio y su esposa, suegros de mi primo hermano Emilio Pittier Sucre, que vivía en la casa vecina. Por supuesto, estaban también Emilio y María Elena su esposa, y su mamá, mi tía Berta Sucre de Pittier. En un momento dado vimos y oímos a Pérez Jiménez dando su discurso de fin de año y yo me indigné, no pude contenerme y le dediqué varios epítetos nada amables. Todo el mundo se alarmó por mis manifestaciones de repudio hacia el dictador. "Cuidado. Las paredes oyen", me dijeron, "Hay que ser prudente. El hombre está atornillado al poder. Tiene el apoyo firme de las Fuerzas Armadas y nadie lo va a tumbar". Unas pocas horas después los aviones de la Fuerza Aérea bombardeaban Caracas y la radio de Maracay incitaba a todo el mundo a alzarse y tumbar al dictador, y tres semanas y dos días después el dictador huía como una rata asustada a refugiarse en Santo Domingo. En esa última semana de diciembre de 1957 se contaban con los dedos de las manos los que suponían que la caída de la dictadura era algo inminente. Y sin embargo, lo era. Y hasta en el mismo momento en que se escucharon los motores de "La vaca sagrada" pasar por encima de los techos de las casas y edificios de Caracas con su carga despreciable, la mayoría de los venezolanos dudaba que fuese posible la caída de la dictuadura. Hoy en día pasa algo parecido. Los cubanos han logrado sembrar el pesimismo en las mentes de casi todos los venezolanos. Y a eso se suman la corrupción de demasiada gente y el poco vuelo mental de muchísimos de los que tienen alguna influencia en la opinión pública venezolano. De modo que no es extraño que a los que sabemos que la dictadura tiene sus días contados se nos pueda contar los dedos de las manos. Es un tema en el que no cuentan los precedentes ni hay rutas firmes ni nada por el estilo. Simplemente, las cosas suceden. Y están sucediendo. Pero son muchas y todas a la vez. Por favor, que nadie pretenda desmentirme. Que nadie pretenda hablarme de "realidades" que contradicen mis teorías. Son muchos, demasiados, los que se han dejado infiltrar pesimismo por parte de los criminales, en especial por parte de los criminales cubanos. Allá ellos. Que se envenenen con su pesimismo. Yo prefiero esperar, porque sé que el tiempo, a la corta, me va a dar la razón.