Estimados amigos:
            Les remito anexo mi artículo de opinión del próximo domingo. Cordialmente, Fernando Ochoa Antich
Foto: Blanca Rodríguez de Pérez durante el entierro de su esposo en octubre de 2011. Wikipedia  
Doña Blanca de Pérez, una gran Primera Dama
Fernando Ochoa Antich.
La reciente conmemoración, siempre dolorosa,  del 4 de Febrero de 1992, dio lugar, como siempre, a una serie de entrevistas a  algunos de sus actores en diversos medios de comunicación social. En  una  de esas intervenciones, un personajillo de esos cuyo nombre  prefiero no mencionar, hizo algunos comentarios negativos sobre doña Blanca de  Pérez, los cuales me veo en la obligación de rechazar categóricamente. No es  cierto que durante las dos presidencias de Carlos Andrés Pérez, la familia  presidencial utilizara, los bienes públicos a su disposición, de manera  indebida,  y mucho menos que irrespetara al personal militar y civil  a su servicio. Soy testigo de excepción. Durante dos años me desempeñé como  comandante del batallón de Custodia de la Guardia de Honor, responsable de la  seguridad tanto de la familia presidencial  como de La Casona. Puedo dar fe del trato  recibido tanto por mi persona, como por mis oficiales y soldados, el cual  siempre fue respetuoso y amable. Nunca le escuché a doña Blanca una sola  palabra ofensiva para nadie bajo ninguna circunstancia.  
Esa gran venezolana tuvo un admirable desempeño  en su papel de Primera Dama de la República. Siempre secundada por su hija  Carolina, dirigió con gran acierto la Fundación del Niño, responsabilidad  institucional de la esposa del presidente, para velar por el bienestar y  formación integral de los niños en Venezuela. Así mismo, fomentó, creó y  dirigió programas dedicados al apoyo de las familias más necesitadas, como  fueron los Hogares de Cuidado Diario, de grata recordación en los  sectores populares, para dar el apoyo necesario a las familias de menores  recursos y permitirle a las madres desempeñarse en el campo laboral, mientras  sus pequeños hijos permanecían al cuidado de madres  cuidadoras  de cada comunidad. Su última  creación  Bandesir, o Banco de Sillas de Ruedas, orientada para  ayudar masivamente a sectores populares, afectados  en su salud  facilitándoles sillas de ruedas y medios ortopédicos que, por sus costos, eran  inalcanzables para amplios sectores de la población demuestran su  extraordinaria bondad. Su forma de ser amable y sencilla condujo a nuestro pueblo a  llamarla, con particular afecto, doña Blanquita.
Otra  de las grandes cualidades de esta admirable  mujer fue su gran valor personal para enfrentar las dificultades. Precisamente,  en la madrugada de ese aciago 4 de febrero, cuando la residencia presidencial  fue cobardemente atacada por los alzados en armas, a sabiendas de que allí solo  se encontraba doña Blanca junto a sus hijas, pudo dar muestras de valentía al  exigirle, con gran determinación, al oficial comandante del Batallón de  Custodia que por ningún concepto se rindiera y su permanente disposición de  resistir hasta el último momento. Al visitarla en la tarde de ese día, después  de haber sofocado la rebelión, me recibió y relató los hechos vividos con gran  serenidad. Sin embargo, a pesar de haber sido protagonista principal de ese  terrible episodio, nunca hizo alarde de valentía ni manifestó algún sentimiento  de odio contra quienes se atrevieron vilmente a amenazar su vida y la de su  familia. Realmente, esa visita me causó una gran impresión, al haber conocido  la entereza y determinación de esa señora, amable y apacible, que hasta ese día  había conocido.
Estas son las razones que me han llevado a hacer un alto en el  tratamiento de los temas de interés político y militar que suelo abordar,  para  escribir estas breves líneas en honor de doña Blanca de Pérez,  como un justo reconocimiento a sus grandes dotes personales y morales, las  cuales le permitieron afrontar con gran aplomo y dignidad todas las vicisitudes  que le ha tocado vivir como ciudadana honorable, excelente madre y esposa. No  es posible permitir que mezquindades y rencores sirvan para cometer injusticias  en detrimento del honor de personas como doña Blanca.  Es lamentable que se utilicen artimañas para  satisfacer deseos de venganza y figuración que, al final, terminan dejando en  evidencia la estatura ética y moral de quienes las profieren. Honrar,  honra.  
Caracas, 2 de marzo de 2020.













